Saludos cordiales amigos oyentes. Bienvenidos al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando la primera Epístola del apóstol Pedro. En ella encontramos una descripción de lo más precisa de la verdadera gracia de Dios. A medida que avanzamos en el estudio de este hermoso libro, vamos descubriendo las múltiples facetas de esa joya esplendorosa llamada la gracia de Dios. En esta ocasión, David Logacho nos mostrará cómo la verdadera gracia de Dios es suficiente para capacitar a una esposa a sujetarse aún al esposo más malo que pueda haber.
La verdadera gracia de Dios capacita a un empleado a someterse con gozo a cualquier empleador aunque éste sea alguien difícil de soportar. Este fue el tema de nuestro estudio bíblico último. Hoy vamos a ver, que también, la verdadera gracia de Dios capacita a una esposa a someterse con gozo a su esposo, aunque éste sea alguien difícil de soportar. Para ello, quisiera que abra su Biblia en 1ª Pedro 3:1-6. En este pasaje bíblico tenemos un mandamiento dirigido a las esposas. En primer lugar veamos el enunciado del mandamiento. La primera parte de 1ª Pedro 3:1 dice «Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos» Pedro había estado hablando de los siervos en relación con sus amos. Ahora quita la mirada de ellos y la dirige a las esposas en relación con sus esposos. Con la autoridad que tiene como apóstol, expresa un mandamiento: Mujeres, estad sujetas a vuestros maridos. La forma verbal, estar sujeto, en el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento, es un término que proviene del campo militar y sencillamente significa: Ocupar el rango que a uno le pertenece. Dios ha establecido que el esposo sea la cabeza de la esposa y la esposa sea la ayuda idónea del esposo. Cuando Pedro dice a una mujer que se sujete a su esposo, simplemente está diciendo que esa mujer reconozca que su cabeza es su esposo y que ella es la ayuda idónea de él. Visto así, se desvanecen todas esas connotaciones de degradación, humillación, servilismo, etc. que erróneamente se atribuyen al hecho que una esposa se sujete a su esposo. La relación esposo-esposa es vista en la Biblia como una cabeza con cuerpo. La cabeza no puede vivir sin el cuerpo, así como el cuerpo no puede vivir sin la cabeza. Por tanto la cabeza no tiene por qué sentirse más importante que el cuerpo, así como el cuerpo no tiene por qué sentirse más importante que la cabeza. Los dos se necesitan mutuamente para poder subsistir. Pero cuando el cuerpo trata de ser cabeza, el resultado sería que tendríamos dos cabezas y ningún cuerpo, lo cual es absurdo y condenado al fracaso. Por eso Pedro ordena que la mujer no pretenda ser cabeza sino que ocupe su papel designado, esto es, ser el cuerpo. Luego de haber visto el enunciado del mandato, veamos en segundo lugar el estímulo del mandato. Existe un beneficio o un estímulo para que las mujeres cumplan con este mandato. La segunda parte de 1ª Pedro 3:1 y luego el versículo 2 dice: «para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa» Cuando Pedro escribía esta carta, había muchas esposas que habían recibido a Cristo como Salvador, pero sus esposos todavía no lo habían hecho. Esto representaba una situación bastante incómoda para estas esposas. Las esposas que han vivido esta situación podrán comprenderlo muy bien. Qué difícil debe ser para una esposa creyente el soportar a su esposo incrédulo en la casa. Imagine, recibir a un hombre borracho, escuchar el vocabulario soez, ser objeto de maltrato emocional y físico, soportar las inmoralidades, ser objeto de la burla por el solo hecho de ser creyente, etc. Lo que más quisiera una esposa en estas condiciones sería que su marido se entregue también al Señor, para que los dos puedan servir al Señor de corazón. Pues justamente a esto apunta el estímulo a las que obedecen el mandato de sujetarse a sus maridos. Pedro dice que el buen testimonio de una esposa creyente, manifestado por una conducta sumisa a su esposo, va a ser un mensaje sin palabras que permanentemente va a desafiar a un esposo incrédulo a encontrarse con Jesucristo y eventualmente ese esposo incrédulo será ganado para Cristo. Los esposos incrédulos van a considerar detenidamente la conducta casta y respetuosa de sus esposas y eso les va a motivar a que ellos también busquen al Señor. Al hablar de esto, viene a mi mente un caso de la vida real. Por años, una esposa creyente trató de ganar a su esposo para Cristo, predicándole el evangelio. El marido simplemente se tapaba los oídos y no dejaba que entre nada a su cerebro. Después la esposa cambió de táctica. Ya no le predicaba sino le ponía textos bíblicos por todos los lugares de la casa que frecuentaba el marido. El marido simplemente ignoraba estos avisos y seguía en su vida de impiedad. Finalmente la esposa buscó el consejo de un pastor. El pastor le aconsejó justamente lo que estamos viendo nosotros. Es decir que por medio de su conducta sumisa predique un mensaje sin palabras a su esposo. No pasó mucho tiempo hasta que el esposo tan intrigado por la buena conducta de su esposa, le dijo: Yo no sé de dónde has sacado el poder para cambiar tanto, a mí también me gustaría ser una persona diferente. Eso fue el inicio para que este hombre experimente la gracia transformadora de Jesucristo. Funciona, amigo oyente. Luego del enunciado del mandato y el estímulo del mandato, en tercer lugar veamos la explicación del mandato. ¿Cómo puede una esposa mostrar una conducta casta y respetuosa? 1ª Pedro 3:3-4 dice «Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios» En esencia, lo que Pedro está diciendo es que las esposas cultiven lo interior con más interés que lo exterior. Lo interior es lo que Pedro ha descrito como un espíritu afable y apacible. Esto es de grande estima delante de Dios. Además, esto es un ornato incorruptible, porque sirve ahora y por la eternidad. Por contraste, lo externo, es decir los peinados ostentosos, los adornos de oro y los vestidos lujosos, son cosas pasajeras, se gastan con el tiempo y algún momento se acaban. Pero a pesar del carácter temporal de lo externo, muchas mujeres ponen todo su tiempo, toda su energía, todo su dinero solamente en esto, sin importar que lo interno esté en una situación deplorable. Me es inevitable el pensar en muchas estrellas del cine. Por fuera lucen radiantes. Los peinados son una obra de arte de algún virtuoso estilista. Todo el cuerpo es una especie de mostrador de las joyas más codiciables. Los vestidos son tan lujosos que una mujer tendría que trabajar todo un año para poder comprar uno solo. Pero cuando uno se entera de lo interior, mas virtud habría en una cloaca. Una de ellas perdió la cuenta de las veces que se casó y se divorció. Otra necesita de drogas para mantenerse alerta. Otra no puede tomar la más mínima decisión sin consultar con su brujo personal. Esto es lo que está condenando Pedro. Pero, cuidado, no estamos diciendo que sea malo que una mujer use joyas o peinados, porque si fuera así, también tendríamos que decir que es malo que use vestido. Imagine lo que sería. Las joyas, los peinados, los vestidos, tienen su lugar, pero jamás debe llegar a ser más importantes que los valores internos de la mujer. Tampoco estamos insinuando que una esposa descuide su apariencia personal. Lo ideal es belleza interna con modestia externa. Hemos visto el enunciado del mandato, el estímulo del mandato y la explicación del mandato. En último lugar consideremos el ejemplo del mandato. 1ª Pedro 3 5-6 dice «Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole Señor, de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza» Un clásico ejemplo de sumisión a los esposos, lo tenemos en muchas mujeres del pasado que pusieron su esperanza en Dios y seguras de que Dios les iba a bendecir por ello, se sometieron sin condiciones a sus esposos. Un caso así es el de Sara, quien respetó tanto a su esposo que se sometió a él sin quejas ni temores. Las mujeres que se someten sin condicionamientos a sus esposos, son hijas de Sara en el sentido de que están imitando el ejemplo de Sara y por tanto no deben tener ningún temor de que algo va a salir mal. Dios sabe premiar y proteger a los que obedecen su palabra. Vivir en la práctica todo lo dicho, es muy difícil. Pero no imposible, amiga oyente. La verdadera gracia de Dios otorga el poder para lograrlo. Si no fuera así, Dios no habría pedido que se lo haga.
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