Saludos cordiales amable oyente. Es un gozo contar con su sintonía. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Continuamos con el tema de la mayordomía cristiana y dentro de ello estamos tratando la mayordomía del tiempo. Lo último que vimos fue acerca de la necesidad de establecer metas en nuestra vida, para de esa manera no sólo saber hacia donde marchamos sino también para saber cuan cerca o cual lejos estamos de donde queremos llegar. Una persona sin metas en su vida es lo mismo que un barco a la deriva. Hablar de metas para la vida no es algo mundano como piensan algunos. Como vimos en nuestro estudio bíblico pasado, Jesús tenía metas, Pablo tenía metas, y no me cabe la menor duda que todos los demás personajes importantes de la Biblia también tenían sus propias metas personales. En el estudio bíblico de hoy, vamos a tratar el asunto de cómo clasificar las metas en orden de prioridad.
Tener metas en la vida es importante, pero eso por sí solo no resuelve el problema de la mala mayordomía del tiempo. Lo que normalmente sucederá es que tendremos una buena cantidad de metas y definitivamente no nos alcanzará el tiempo para cumplir con todas ellas. Ante esto, es necesario pensar en clasificar esa metas por orden de prioridad para hacer lo más importante en el limitado tiempo que disponemos. ¿Qué es lo más importante en su vida, amable oyente? En otras palabras, ¿Cuál es la primera prioridad en su vida? Lo quiera o no lo quiera, todo lo que hacemos parte de las prioridades que tenemos. ¿Cómo saber cuáles son sus prioridades en este momento? Eso es muy sencillo. Lo único que tiene que hacer es hacerse estas tres preguntas: Primero, ¿Qué es lo que me causa ansiedad y preocupación? Lo más importante en nuestras vidas, normalmente es fuente de ansiedad y preocupación. Si usted siente ansiedad o preocupación acerca de algo, ese algo es una prioridad para usted. Segundo, ¿En qué estoy invirtiendo la mayor parte de mi tempo? Mire la forma como distribuye su tiempo entre diferentes actividades. Las que más demandan tiempo son sus prioridades. Existe una relación directa entre sus prioridades y el tempo que invierte en ellas. A mayor prioridad, más demanda de tiempo. Tercero, ¿En qué estoy gastando más dinero? Mientras más importante sea cierta actividad más dinero gastaremos en esa actividad. Hágase estas preguntas y sabrá inmediatamente cuáles son sus prioridades. La Biblia nos habla muy claramente acerca de cuáles deberían ser las prioridades en la vida de cualquier persona. Una vez un intérprete de la ley, preguntó al Señor Jesús: ¿Cuál es el gran mandamiento de la ley? El Señor Jesús le dijo: Amarás al Señor con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos mandamientos depende toda la ley y los profetas. De esta respuesta del Señor Jesús podemos saber que Dios es más importante que la gente y la gente es más importante que las cosas. Esto es muy lógico porque las cosas no son eternas, pero Dios y la gente sí son eternos. El Señor Jesús vivió esta verdad a cabalidad. Desde muy niño dio el primer lugar a las cosas de su Padre celestial. Lucas 2:49 lo registra así: Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
Nosotros también amable oyente, debemos dar a Dios el primer lugar en nuestra vida. Si estamos tan ocupados que no encontramos tiempo para Dios, entonces Dios no tiene el primer lugar en nuestra vida y será necesario dejar a un lado algunas cosas para dedicar ese tiempo al Señor. Después de Dios, el Señor Jesucristo se interesó en la gente. Después de todo, el propósito de su venida fue buscar y salvar lo que se había perdido. Él estaba interesado en personas. Un día estaba tan cansado que a lo mejor su cuerpo le pedía a gritos que se retire a un lugar solitario para descansar. Pero no lo hizo, porque después de la devoción a su Padre estaba el servicio a la gente y él sabía que en algún lugar de Samaria había una mujer que necesitaba el agua de la vida que tan solo él podía dar, y por tanto fue y se sentó junto al pozo de Jacob para tener un encuentro con esta mujer pecadora. Luego de ese encuentro, la mujer obtuvo algo que transformó su vida. Pero aún dentro de dar importancia a la gente, la Biblia nos muestra que debe haber una diferencia entre los creyentes y los incrédulos. Cuando el Señor Jesús envió a los doce les dijo lo siguiente según Mateo 10:5-6 A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis,
Mat 10:6 sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
De modo que las prioridades deben ser: Primero Dios, luego los creyentes en Dios, luego los incrédulos. Un examen más minucioso mostrará que también entre los creyentes existe una diferencia en la atención que debemos dar. Note lo que dice 1 Timoteo 5:8 porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.
Esto significa amable oyente, que sobre los demás creyentes está la familia más cercana. A ellos se refiere Pablo cuando habla de los suyos o los de su casa. Cuando pensamos en nuestros familiares cercanos, lo primero que viene a la mente en el caso de un creyente casado es su esposa. Observe lo que tenemos en Efesios 5:25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
Después de Dios, para un creyente casado, la esposa es lo más importante. Luego después vienen los hijos. Esto es lo que leemos en Efesios 6:4 Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
Después de la esposa y los hijos están los hermanos en la fe. En Juan 13:35 encontramos estas palabras del Señor Jesús: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Luego en este orden vienen los incrédulos. Gálatas 6:10 dice: Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.
Resumiendo todo, podemos entonces decir que las prioridades, conforme a lo que la Biblia enseña, están en el siguiente orden: Primero Dios, segundo la familia inmediata, y dentro de esto, en orden de importancia, la esposa y luego los hijos, tercero, la familia de la fe y cuarto los incrédulos. Después de esto viene todo lo demás. De esta escala de prioridades parte la importancia que van a tener las metas que nos hemos propuesto. Por ejemplo, una meta podría ser tener un tiempo devocional de 30 minutos cada día. Esto es algo que tiene que ver con Dios, por tanto debería estar con la prioridad más elevada y por ende debe ser lo más importante en nuestra vida. Otra meta podría ser proveer para las necesidades de mi esposa y mis hijos. Esto tiene que ver con la familia cercana y por tanto demanda una prioridad elevada, superada solamente por la devoción a Dios. Para cumplir con esta meta se necesitan varias sub-metas, como por ejemplo, trabajar un mínimo de 40 horas a la semana para ganar un salario que me permita atender las necesidades de mi familia. Otra meta quizá podría ser, enseñar una clase de la escuela dominical. Esta es una meta que tiene que ver con la familia de la fe. Ellos son los beneficiarios aunque ciertamente Dios es quien tiene la honra y la gloria. Esta meta es importante, pero no tanto como mi devoción a Dios y la atención a las necesidades de mi familia. La iglesia amable oyente no es más importante que Dios o la familia. No podemos servir a la iglesia con limpia conciencia si nuestra relación con Dios está en mal estado y si nuestra familia está descuidada. En el Antiguo Testamento tenemos el caso de un sumo sacerdote quien se llamaba Elí. Como sumo sacerdote se ocupaba tanto de las tareas exclusivas para él en el templo, que descuidó a su propia familia. Como resultado de este error garrafal, sus hijos resultaron ser unos villanos. Dios disciplinó a este sumo sacerdote de una forma muy severa. Sus dos hijos malvados murieron los dos en un mismo día y él mismo murió también aquel día cuando supo de la muerte de sus dos hijos. Por esto uno de los requisitos para alguien que anhela ser pastor o anciano es que gobierne bien su casa. Otra meta podría ser participar en un programa de desarrollo comunitario. Esta es la meta de menor prioridad en relación con todas las demás que hemos mencionado como ejemplo. Conforme a esta escala de prioridades podemos clasificar nuestras metas en orden de importancia para distribuir el tiempo que disponemos conforme a ello. Solamente así estaremos haciendo buen uso del tiempo que el Señor nos ha dado.
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