Qué grato es para mí saludarle amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Colosenses en la serie titulada: La supremacía de Cristo. En una ocasión, un pastor estaba compartiendo el mensaje del evangelio en una cárcel. Al final de su predicación, se le acercó uno de los presos y le dijo: Pastor, quiero decirle que yo también soy creyente. El pastor, pensando que el preso había recibido a Cristo como Salvador en ese momento le dijo: Le felicito por haber recibido a Cristo como su Salvador. Que el Señor le ayude a crecer espiritualmente en su nueva vida. El preso dijo entonces: No, pastor, usted está confundido, yo ya era creyente antes de llegar a esta prisión. ¿Y por qué está aquí? Inquirió el pastor. El creyente preso confesó una larga lista de fechorías por las cuales estaba pagando su culpa en la cárcel. Frunciendo el ceño, el pastor le dijo: ¿Me haría un gran favor? Por supuesto contestó el preso. A lo cual el pastor añadió: Por lo que más quieran no diga a nadie que usted ya era creyente antes de llegar a este lugar. Los creyentes no deberían jamás vivir de tal manera que terminen presos en una cárcel. Usted ha sido un mal ejemplo de creyente. Le aconsejo que cuide su testimonio aquí en la cárcel para que otros vean en usted como debe vivir un creyente. Dios le está dando una nueva oportunidad, no la eche a perder volviendo a llevar la vida que le ha hecho terminar en esta cárcel. Este pastor tenía mucha razón para actuar de esta manera. La forma de conducirse los creyentes en un mundo mayoritariamente incrédulo es clave para impulsar o frenar la obra del Señor. ¿Cómo debe conducirse un creyente viviendo en un mundo incrédulo? Este es justamente el tema de nuestro estudio bíblico de hoy.
Si tiene una Biblia, le invito a abrirla en el libro de Colosenses, capítulo 4 versículos 5-6. Recordemos que Pablo está mostrando como actúan los creyentes en quienes mora en abundancia la palabra de Cristo. Habló ya de las esposas, los esposos, los hijos, los padres, los siervos y los amos. Finalmente se dirige a los creyentes en general para mostrarnos cómo debemos actuar ante los incrédulos. En los versículos que tenemos para nuestro estudio bíblico de hoy, vamos a ver tres características de nuestra conducta entre los incrédulos. La primera característica es: Con sabiduría. Colosenses 4:5 comienza diciendo: Andad sabiamente para con los de afuera. Andar es una forma figurada de hablar de un estilo de vida, es decir la conducta. Los de afuera, se refiere a los que no son parte de la iglesia como cuerpo de Cristo, es decir a los incrédulos. Pablo entonces, está hablando de cómo vivir en un mundo en el cual estamos rodeados de incrédulos. Si usted trabaja en algún lugar, estoy seguro que la mayoría de sus compañeros de trabajo serán incrédulos. Si usted estudia, estoy seguro que la mayoría de sus compañeros serán incrédulos. Si usted es un hombre de negocios, estoy seguro que la mayoría de las personas con quienes tiene que tratar serán incrédulos. Es decir, vivimos en medio de una sociedad mayoritariamente incrédula. Debemos por tanto saber como conducirnos en este medio. Lo primero que encontramos es que debemos conducirnos con sabiduría. ¿Qué significa esto? Pues que debemos estar conscientes que como creyentes estamos siendo observados continuamente por los incrédulos, por tanto, todo lo que digamos o hagamos será utilizado para beneficio del evangelio o para tropiezo del evangelio. Un escritor incrédulo dijo: Prefiero mil veces ver un sermón, que oír un sermón. Muchos incrédulos se resistirán a ir a un templo para sentarse y oír un sermón, pero será inevitable mirar el comportamiento de un vecino creyente o de un plomero creyente o de un maestro creyente. Una vez una familia creyente se mudó a una zona de la ciudad habitada mayormente por incrédulos. Más o menos a la semana de haberse establecido en ese vecindario, el vecino que vivía al frente vino y tocó la puerta. Luego de presentarse a sí mismo, dijo: Además de darles la bienvenida a este vecindario, quiero saber qué son ustedes, porque son diferentes de las personas que viven por acá. Veo que no fuman, no se emborrachan, no pelean entre ustedes, sino que son amables y respetuosos. ¿Qué son para que actúen así? Esta fue la oportunidad para que esta familia creyente comparta su fe con su vecino. A esto se refiere el texto que leímos cuando dice que los creyentes debemos andar sabiamente para con los de afuera. Por otro lado, fallar en andar sabiamente para con los de afuera acarrea una gran cantidad de problemas al progreso del evangelio. Un creyente estaba de compras en una tienda. Al pagar su cuenta, entregó un tratado evangelístico al cajero. El cajero se fijó en la dirección que estaba impresa en el folleto y lo devolvió inmediatamente al atónito creyente. Luego el cajero dijo: Yo no quiero saber nada de ustedes, porque conozco muy bien a uno que va a la iglesia de ustedes. Él dice que es creyente, pero si le contara como vive. La verdad es que de ninguna manera me gustaría ser como él. Así como estoy, estoy muy bien. La falta de sabiduría en el andar de un creyente trajo deshonra al evangelio y esto impide grandemente su progreso. Se atribuye al estadista indio, Mahatma Gandhi, la siguiente declaración: El obstáculo más grande que impide el avance del cristianismo en el mundo, son los cristianos. Qué triste que nuestra falta de sabiduría para con los de afuera esté impidiendo que muchos vengan a Cristo para hallar en él salvación. La segunda característica de cómo debe conducirse un creyente en medio de un mundo incrédulo es redimiendo el tiempo. Colosenses 4:5 termina diciendo: Redimiendo el tiempo. Redimir significa comprar. La idea de la frase: Redimiendo el tiempo es comprar oportunidades para uno mismo Oportunidades ¿Para qué? Pues, oportunidades para evangelizar. No importa en qué lugar esté o en qué circunstancias se encuentre, siempre habrá ocasión para compartir el evangelio. Debemos por tanto estar alerta para aprovechar cada oportunidad que Dios nos brinda para hacerlo. La tercera característica de cómo debemos conducirnos los creyentes en medio de un mundo incrédulo es hablando con gracia. Colosenses 4:6 dice: Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.
Hablar con gracia significa que lo que decimos, de alguna manera debe apuntar a Cristo y glorificar a Cristo. Debemos desarrollar una habilidad para tomar un tema cualquiera y a partir de allí, mostrar la necesidad de salvación en Cristo. Hablar con gracia tiene mucho que ver con que dice Pablo a continuación: Nuestra palabra debe ser sazonada con sal. La sal tiene una variedad de usos y símbolos en la Biblia. La sal sirve para dar sabor, para transformar lo insípido en algo agradable. El hablar del creyente debe ser algo que agrada al oyente. No debe haber lugar para los chismes o los rumores o las exageraciones en las conversaciones con los creyentes. Recuerde que si una persona habla mal de otra persona con nosotros presentes, eso significa que esa persona también hablará mal de nosotros cuando no estemos presentes. No nos prestemos pues a conversaciones insípidas, sazonemos nuestra conversación con la sal de la verdad y para beneficio del oyente. La sal sirve también para preservar, evitando la putrefacción. Nuestra conversación debe evitar también que las cosas se corrompan. Cuando hablamos controlados por la ira, corrompemos los asuntos. Cuando usamos malas palabras o palabras obscenas, corrompemos los asuntos. Cuando de nuestra boca salen mentiras, chismes, rumores, engaño, bromas con doble sentido, corrompemos los asuntos. La sal sirve también para provocar sed. Nuestra conversación debe provocar sed por las cosas de Dios en la vida de los incrédulos. Cuando hablamos con gracia, sazonando nuestra conversación con sal, podremos responder bien a cada uno. Recordemos entonces que nuestro andar como creyentes, en medio de un mundo de incredulidad debe ser con sabiduría, redimiendo el tiempo, y hablando con gracia. Que Dios nos guíe a aplicar estos principios a nuestra propia vida.
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