Saludos cordiales amable oyente. Es un gozo saber que usted me está escuchando. Bienvenida, o bienvenido al estudio bíblico de hoy. El tema de estudio es la mayordomía cristiana y dentro de esto, la mayordomía del tiempo. Utilizar bien el tiempo tiene más bien que ver con hacer las cosas conforme a un orden de prioridades. La primera prioridad le pertenece a Dios. Mateo 6:33 dice: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
En esta ocasión vamos a tratar acerca de cómo establecer metas en nuestra vida, lo cual resultará en una buena mayordomía del tiempo.
Hace no mucho tiempo atrás, fui invitado a predicar en una iglesia que quedaba a no mucha distancia de Quito, la capital de Ecuador. Antes del mensaje hubo alabanzas al Señor, anuncios, ofrenda y una lectura bíblica. La porción Bíblica que se leyó fue el Salmo 90. Lo que más me impactó de este precioso Salmo fue el versículo 12 donde dice: Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,
Que traigamos al corazón sabiduría.
Esto me vino como anillo al dedo para el tema de mi mensaje aquel Domingo. Cada día que se nos presenta es la oportunidad que Dios nos da para utilizar bien el tiempo con la finalidad de crecer en sabiduría. Eso es lo que dice el texto. Al final de cada día deberíamos hacernos la pregunta: ¿He crecido en sabiduría el día de hoy? Si la respuesta es afirmativa, entonces ese día ha sido bien utilizado. Si la respuesta es negativa, entonces ese día ha sido desperdiciado, por más ocupados que hayamos estado. ¿Cómo podemos hacer que nuestros días verdaderamente cuenten con el propósito de traer al corazón sabiduría? Una de las maneras es por medio de establecer metras en nuestra vida. Las metas a la vida de una persona son como los puertos a una embarcación que navega en alta mar. Imagine lo que sería un barco en alta mar sin saber hacia qué puerto se dirige. Navegaría sin rumbo cierto. Navegaría por navegar. Así es la vida de toda persona que no tiene metas. Vive por vivir, no sabe ni de dónde viene ni a dónde va. Una vida sin metas es lo mismo que un barco a la deriva. Las metas nos permiten dar dirección a la vida. Las metas nos motivan a seguir adelante. Una vez leí una historia de una nadadora que intentaba cruzar a nado un estrecho de unos 30 KM en las costas de California. El día señalado para esta hazaña, la nadadora se sumergió en las frías aguas del Océano Pacífico. Mientras estaba nadando se levantó una espesa neblina que ocultó totalmente a la costa de California donde estaba la meta a la cual quería llegar la nadadora. Con su cuerpo al borde de la hipotermia, la nadadora se esforzaba hasta lo sumo dando enérgicas brazadas. Después de más de 15 horas de frenética lucha contra la distancia y el frío, la nadadora ya no soportó más y pidió que la saquen del agua. La madre de la nadadora y el entrenador le animaban para que siguiera nadando porque la costa de California no debería estar muy lejos. La nadadora miró hacia el horizonte y lo único que veía era una espesa neblina. Ya no puedo más, se decía a sí misma y a la gente que estaba en el bote que le acompañaba, así que no tuvieron otra alternativa sino sacarla del agua. Cuando el bote llegó al puerto en medio de la densa neblina, la nadadora casi sufre un infarto. Había sido sacada del agua a menos de 1 KM de la meta. Un periodista que le entrevistó le preguntó: ¿Qué fue lo que le hizo salir del agua estando a menos de 1 KM de la meta? La respuesta de la nadadora fue: La neblina. Si hubiera sabido lo cerca que estaba de la meta, hubiera sacado fuerza de flaqueza para nadar hasta el final. Luego añadió: Cuando uno está en medio del mar y no puede ver la meta, comienza a perder el sentido de progreso y comienza a rendirse. Así es amable oyente, sin metas en la vida no se puede saber si uno va hacia delante o hacia atrás e inevitablemente llegará el momento cuando tengamos que optar por la rendición. El Señor Jesucristo tenía metas en su vida, eso lo sabemos por cuanto en el ocaso de su permanencia física en este mundo, en su oración al Padre dijo: Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. Jesús sabía lo que debía hacer. Jesús se esforzó por llegar a la meta y llegó. El apóstol Pablo también tenía metas y cuando estaba cerca el tiempo de su partida de este mundo dijo: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Ahora bien, sabiendo que es imperativo el tener metas en la vida para no andar a la deriva sino aprovechar bien el tiempo, es necesario señalar que en la vida de Jesús encontramos un hermoso ejemplo de las áreas de nuestra vida donde tenemos que fijarnos metas. Lucas 2:52 dice: Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.
En la vida de Jesús vemos que había cuatro áreas en las cuales tenía metas y lo sabemos porque el texto dice que crecía en esas áreas, o sabía hacia donde quería llegar. Primera área es la intelectual. Jesús crecía en sabiduría. La segunda área es la física. Jesús crecía en estatura. La tercera área es la espiritual. Jesús crecía en gracia para con Dios y la cuarta área es la social, Jesús crecía en gracia para con los hombres. En cada una de estas áreas deberíamos nosotros también fijarnos metas. Las metas a fijarnos deben cumplir con tres características importantes. Primero, deben ser metas medibles. Una meta en el área espiritual por ejemplo, no puede ser simplemente algo como memorizar versículos de la Biblia. Para que sea verdaderamente una meta tenemos que ser concretos y especificar cuántos versículos, y en cuánto tiempo. Sólo así podremos saber si hemos o no llegado a la meta. Una meta medible por ejemplo, en esta misma área, sería: Memorizar 50 versículos de la Biblia en un año. Segundo, además de ser algo medible, debemos establecer el plazo o en cuánto tiempo queremos llega a esa meta. En el caso de la memorización de versículos, por ejemplo, la meta podría ser: Memorizar cincuenta versículos de la Biblia durante un año. Tercero, deben ser metas reales. Es decir que no sean ni muy bajas ni muy altas. El problema con metas muy bajas es que no representan ningún desafío para nuestra vida. Si alguien se pone como meta memorizar un versículo de la Biblia en un año, esta es una meta muy baja y no va a representar en absoluto ningún reto para el que se haya fijado esa meta. Por otro lado, si alguien se pone como meta memorizar toda la Biblia en un año, esta es una meta muy elevada y como de seguro no será alcanzada, conducirá al desánimo y a la frustración a quien se ha puesto esa meta. Las metas que vamos a trazarnos en la vida, entonces tienen que ser medibles, deben establecer un tiempo para alcanzarlas y deben ser reales. Se recomienda además que las metas sean escritas en algún lado. Es increíble, pero el escribir una meta contribuye grandemente a ser muy concretos y a fijar esa meta en la mente. Además de todo esto, las metas deben ser divididas en sub metas. Por ejemplo, digamos que en el área física alguien que pesa 180 libras se propone como meta a largo plazo mantener un buen estado físico con un peso de 160 libras. Esta meta se puede dividir en varias sub metas. Algo como esto. Una sub meta diaria sería evitar comer entre comidas y hacer ejercicio físico durante 30 minutos. Otra sub meta, esta vez semanal sería perder media libra de peso y hacer dos horas de deporte el fin de semana. Otra sub meta, ahora mensual, sería por ejemplo, perder 2 libras de peso. Luego podríamos hablar de la sub meta anual. Bien podría ser, perder 20 libras de peso y aumentar el ejercicio físico diario de 30 a 45 minutos. Lo que hemos conseguido con esto es ponernos varias sub metas para evaluar el progreso hacia la meta total. Si no logramos hacer algo así, a lo mejor nos encontraremos que estamos a un día que venza el plazo para cumplir con la meta y todavía nos falta perder 15 de las 20 libras que nos habíamos propuesto como meta. Aunque parezca extraño, las metas en la vida, amable oyente, nos ayudan a hacer buen uso de nuestro tiempo. Sin metas en la vida es como salir de la casa un buen día y caminar y caminar sin saber a dónde queremos llegar. Las metas contribuyen a contar nuestros días para que traigamos al corazón sabiduría.
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