Bienvenidos hermanos y amigos a un nuevo estudio bíblico de la Biblia Dice… Continuamos tratando el fascinante tema de la oración. En nuestro último estudio bíblico sobre este tema, tratamos el cuanto y el cuando de la oración. Hoy veremos la relación existente entre la oración y la fe. Muchas han sido las ocasiones en las cuales Dios se ha manifestado con todo su poder como respuesta a la oración de fe. En los anales de la historia ha quedado perennizado el caso de la Legión Tronadora del ejército romano del segundo siglo. Las dos legiones más famosas del imperio romano eran la Décima Legión y la Legión Tronadora. La Décima Legión estaba compuesta por las tropas veteranas de choque del César. En cualquier gran emergencia se podía convocar a esta legión y nunca fallaba en conseguir su propósito. Legión Tronadora fue el nombre que recibió la Legión Militena en los días del Emperador y filósofo Marco Aurelio, quien además fue un acérrimo perseguidor del cristianismo. El historiador Tertuliano relata las circunstancias en las cuales esta legión ganó el nombre de la Legión Tronadora. En el año 176 DC el ejército del Emperador entró en campaña contra los Bárbaros. En algún momento de su marcha los romanos se encontraron rodeados de escarpadas montañas plagadas de sus salvajes enemigos. Como si esto fuera poco, la legión romana estaba literalmente muriéndose de sed a causa de una aguda sequía. Fue en estas circunstancias que el comandante de la guarda pretoriana informó al Emperador que la Legión Militena estaba formada de cristianos y que ellos creían en el poder de la oración. Entonces que oren tanto como puedan dijo el Emperador. Los soldados de la Legión se postraron en el piso y con devoción rogaron a Dios en el nombre de Cristo que librara al ejército romano. Apenas se levantaron de sus rodillas cuando se desató una feroz tormenta de truenos y granizo. La tormenta fue tan fuerte que sacó a los bárbaros de sus trincheras y descendiendo de las montañas suplicaban a los romanos por misericordia. El Emperador entonces, al ver que su ejército había sido liberado de caer en las manos de los bárbaros y de la sequía, decretó que esa Legión se iba a llamar en adelante La Tronadora. Este incidente sirvió también para que el Emperador en algo disminuya su persecución a los cristianos. Casi suena a fantasía, pero es una historia real. Ciertamente que esos soldados tenían fe cuando oraron pidiendo a Dios liberación. Veamos entonces como interviene la fe en nuestras oraciones.
Para empezar debemos creer que Dios existe y que recompensa a los que de veras le buscan. Hebreos 11:6 dice: «Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan» La oración que es contestada por Dios es aquella que es realizada con fe. En el Libro de Santiago, capitulo 1 versículo 6 y 7 hablando acerca de pedir a Dios sabiduría, dice: «Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor» La fe de la que estamos hablando es una certeza plena de que lo que pedimos es la voluntad de Dios, Cuando esta condición se cumple, Dios garantiza que responderá a nuestras oraciones. 1ª Juan 5:14-15 dice: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye, Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho». Oraciones hechas en la voluntad de Dios son las oraciones con fe y que indudablemente reciben la respuesta del Señor. Es algo erróneo asumir que si creemos algo lo suficientemente fuerte, ese algo ocurrirá. La fe necesaria para que Dios responda a la oración no es el concentrarse en lo que queremos y hacernos a la mentalidad que lo vamos a recibir. La fe es un discernimiento de lo que Dios quiere para pedir de acuerdo con su voluntad. Es por esta razón que la fe debe estar basada en la Palabra de Dios. Si Dios ha hecho una promesa en su Palabra podemos reclamar esa promesa para nosotros con la seguridad absoluta que llegará a cumplirse. La oración de fe puede hacerse en base a dos distintas premisas. Primero en base a claras y manifiestas promesa que Dios ha hecho en su Palabra la Biblia. En ella encontramos una descripción de su voluntad. Entre más ajustadas estén nuestras oraciones a la Palabra de Dios, mas seguridad tendremos de que nuestras oraciones serán respondidas. La otra premisa es en base a nuestros deseos. Esto es más fácil experimentar que explicar. Hay ocasiones en las cuales como que el Señor pone en nuestro corazón cierto deseo y de alguna manera nos comunica una cierta seguridad que eso es lo que Dios quiere. Por ejemplo, él puede comunicarnos la certeza de que un ser querido sanará o que medios económicos serán provistos para ciertos proyectos específicos. Con esta seguridad podemos entonces orar con confianza de ser escuchados. En este punto es importante señalar que Dios jamás va a poner en nuestro corazón un deseo que sea contrario a algo que ha sido revelado en Su Palabra. Si tenemos un presentimiento o intuición, estos asuntos subjetivos deben ser demostrados o confirmados con las Escrituras, ya que es a través de ellas que Dios nos habla hoy en día. Debemos tener muchísimo cuidado en esta área de revelaciones subjetivas. Con mucha frecuencia muchos creyentes dicen que Dios les reveló esto o aquello, sin embargo, eventos subsiguientes demuestran que el Señor nunca dijo nada. Diríamos entonces, que orar con fe significa tener la certeza que lo que pedimos está de acuerdo con la voluntad de Dios expresada en Su Palabra o de una manera subjetiva transmitida por el Espíritu Santo y confirmada por las Escrituras. Pero supongamos que nosotros no sabemos por ningún medio cual es la voluntad de Dios sobre cierto asunto. En este caso, debemos orar que su voluntad sea hecha, sin importar lo que ésta sea. Este es el momento en el cual podemos estar especialmente agradecidos que tenemos al Señor Jesucristo y al Espíritu Santo intercediendo por nosotros y ayudándonos a pedir como conviene. Romanos 8:26-27 dice: «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”. Cuando con seguridad sabemos cuál es la voluntad de Dios en determinado asunto, obviamente es inapropiado agregar las palabras si esa es tu voluntad, sin embargo hay numerosas ocasiones cuando nos es imposible conocer la voluntad de Dios, En estas circunstancias no es falta de fe presentar nuestras peticiones condicionadas a Su voluntad. Después de pedir que de ser posible la copa pase de él, Jesús dijo: «pero no sea como yo quiero sino como tú» También el Apóstol Pablo, dijo alguna ocasión: “espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permite» Santiago escribió: «deberías decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello». En esencia diríamos entonces que cuando Dios da a un creyente una promesa clara, el creyente puede reclamar esta promesa con la garantía que lo va a recibir, porque por fe se apropió de una promesa Dios. Quizá tome algo de tiempo hasta que reciba lo prometido, pero ciertamente lo recibirá. Pero supongamos que Ud. desea algo que Dios no ha prometido darle, algo para lo cual Dios no ha revelado su voluntad, entonces lo único que puede hacer el creyente es pedir, no reclamar. En este caso, es posible que Dios atienda el pedido o que rechace el pedido porque Dios sabe que es mejor para su hijo no conceder lo que ha pedido. Es necesario por tanto aprender a diferenciar entre reclamar una promesa, claramente expresada en la Palabra de Dios y pedir algo que deseamos dejando que la respuesta venga si Dios así lo quiere. No podemos forzar a Dios para que nos de algo reclamándolo o insistiendo en ello o creyendo sinceramente que es nuestro. Quizá sea por esto que se ha dicho que la oración no es una lucha con Dios para conseguir lo que queremos sino un discernimiento de lo que Dios quiere y un pedido conforme a esa voluntad. Un creyente aconsejaba a un joven en estos términos: No trates de torcer el brazo de Dios con tu oración, trata que Dios tuerza tu voluntad para que pidas a Dios solamente lo que El quiere. Sabio consejo, ¿no le parece?
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