Saludos cordiales, amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le extiende una cálida bienvenida al estudio bíblico de hoy en el libro de Hebreos. Estos estudios bíblicos son parte de la serie que lleva por título: La preeminencia de Jesucristo. En esta ocasión, David Logacho nos mostrará cómo se manifiesta la fe viva en el manejo del dinero.
En cierta ocasión se preguntó a un multimillonario: ¿Cuánto dinero necesita una persona para sentirse feliz? La respuesta del multimillonario fue: Solamente un millón más de lo que ya tiene. Esta respuesta ilustra el hecho que el dinero jamás puede proveer felicidad duradera. Benjamín Franklin solía decir: El dinero no ha hecho feliz a nadie todavía. No hay nada en la naturaleza del dinero que pueda traer felicidad plena. Mientras más se tiene, más se quiere. En lugar de llenar un vacío, crea un vacío. Bien dijo el sabio: Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación.
Interesante ¿No le parece? Estamos hablando de dinero porque en el estudio bíblico de hoy en el libro de Hebreos trataremos este asunto. Abramos nuestras Biblias en el libro de Hebreos capítulo 13. En nuestro último estudio bíblico, vimos que el autor de Hebreos estaba exhortando a sus lectores a vivir la vida cristiana de tal manera que el incrédulo se sienta atraído hacia la persona de Cristo. Vimos cuan nefasto puede llegar a ser el mal testimonio de los creyentes para que los incrédulos se acerquen por la fe a Dios por medio de Cristo. El testimonio de un creyente es un arma de doble filo, puede hacer que una persona incrédula se acerque o se aleje de Cristo.
En los cuatro primeros versículos del capítulo 13 de Hebreos vimos que Dios demanda de los creyentes una permanencia en el amor fraternal, una práctica de la hospitalidad, un preocuparse de los presos y maltratados y una búsqueda de pureza sexual. En estos días cuando la impureza sexual es catalogada como una diversión en la prensa, el cine, la televisión, etc., los creyentes necesitamos pararnos firme en defensa de la pureza sexual y de la santidad del matrimonio.
Un hogar verdaderamente cristiano es lo que más se parece al cielo aquí en la tierra, y esto depende en mucho de la condición espiritual de los esposos. Por eso la palabra de Dios se pronuncia en términos elevados al hablar del matrimonio. Jugar con la santidad del matrimonio es algo extremadamente serio.
Hebreos 13:4 dice que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios. ¿Cómo juzga Dios a los fornicarios y adúlteros? A veces son juzgados en sus propios cuerpos, el mal del siglo, el SIDA parece ser, aunque no en todos los casos, una manifestación de la ira de Dios contra los pecados sexuales. Otra manera de juzgar este pecado es en el juicio final.
Apocalipsis 21:8 dice: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” Los creyentes que cometen este pecado serán ciertamente perdonados, pero perderán sus recompensas en el cielo, y en la tierra perderán el gozo de sentirse salvos y mientras vivan acarrearán las consecuencias de su equivocación.
El rey David es un típico ejemplo de esta situación. Cayó en adulterio con Betsabé y este pecado le llevó al asesinato del esposo de Betsabé, a una enfermedad terrible y lo que es quizá peor al padecimiento de ver morir a un ser inocente como su tierno hijo. Así es amable oyente, Dios demanda normas de vida elevadas para sus hijos, y dentro de estas normas también está una correcta perspectiva de los bienes materiales, como el dinero.
Hebreos 13:5-6 dice: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni de dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador, no temeré lo que me pueda hacer el hombre.” En este pasaje bíblico podemos distinguir cuatro aspectos de una equilibrada perspectiva sobre los bienes materiales. La primera perspectiva viene en forma de un mandato. Dice el texto: Sean vuestras costumbres sin avaricia.
La palabra avaricia significa literalmente un amador del dinero. El amor al dinero es un pecado condenado severamente por Dios en su palabra. El apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo le dice lo siguiente en 1 Timoteo 6:6-10: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.
Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” Notemos que el amor a la riqueza lleva al codicioso a caer en tentación que cual trampa mortal atrapa a su víctima hasta hundirla en destrucción y perdición.
Se dice que una de las personas más ricas de Estados Unidos dijo lo siguiente a uno de sus amigos poco antes de morir. No puedo ver nada de bueno en todo ese dinero que me dices poseo. No puedo comerlo, no puedo gastarlo, ni siquiera lo he visto, en verdad nunca lo he tenido en mi mano ni por un instante siquiera. No me visto mejor que mi secretaria, ni como mejor que mi chofer. Vivo en una mansión que los únicos que la disfrutan son los sirvientes, estoy enfermo, no puedo tomar champagne y la mayor parte de mi dinero está en manos otros quienes lo usan para su propio provecho personal. Aunque le sea difícil creer, este es el triste final de una vida caracterizada por el amor al dinero.
Notemos cuidadosamente que lo que condena la Biblia no es el dinero, sino el amor al dinero, porque cuando una persona ama el dinero habrá desplazado a Dios del primer lugar de su vida. Ya no será Dios el objeto principal de su devoción sino otro dios llamado dinero. Miremos lo que dijo Job sobre esto en Job 31:24-28 “Si puse en el oro mi esperanza, y dije al oro: Mi confianza eres tú; si me alegré de que mis riquezas se multiplicasen, y de que mi mano hallase mucho; si he mirado al sol cuando resplandecía, o a la luna cuando iba hermosa, y mi corazón se engañó en secreto, y mi boca besó mi mano; esto también sería maldad juzgada; porque habría negado al Dios soberano” Este es el problema de la avaricia o el amor al dinero, desplaza a Dios del primer lugar de nuestra vida y como dice Job, esto sería maldad juzgada.
El primer aspecto de una vida equilibrada en cuanto a lo material es que nuestras costumbres sean sin avaricia. El segundo aspecto de una vida equilibrada en cuanto a lo material es la actitud hacia los bienes que ya poseemos. Hebreos 13:5 continúa diciendo: Contentos con lo que tenéis ahora. El contentamiento no proviene de las cosas materiales porque las cosas materiales no pueden satisfacer la necesidad más profunda del corazón. Sólo Dios puede hacerlo.
Lucas 12:15 dice: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” Cuando tenemos a Dios en nosotros, tenemos todo lo que necesitamos. Las cosas materiales de la vida o se gastan o son robadas, pero Dios no se gasta jamás y jamás nos puede ser quitado. El saber que tenemos a Dios debe ser nuestra única fuente de contentamiento. Él se encargará de todo lo que necesitamos, no tenemos que depender de lo que tenemos o no tenemos para estar contentos o estar tristes. El tercer aspecto de una vida equilibrada en cuanto a lo material es una confianza plena en las promesas de Dios.
Para mostrar esto, el autor de Hebreos cita de Deuteronomio 31:6, las palabras que Moisés dirigió al pueblo de Israel antes de morir. Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará. El pueblo de Israel estaba por enfrentar a un enemigo muy poderoso. En su propia fuerza era imposible una victoria, pero podían contar con la promesa de la presencia de Jehová quien había dicho: no te dejaré ni te desampararé.
Usted y yo, amigo oyente, estamos enfrentando un enemigo muy poderoso, la carne, el mundo y el diablo. En nuestra propia fuerza es imposible una victoria, pero al igual que el pueblo de Israel, nosotros también podemos aferrarnos a la promesa de la presencia de Jehová quien ha dicho: No te desampararé ni te dejaré. La cuarta y última perspectiva de una vida equilibrada en cuanto a lo material es una seguridad de contar con el cuidado y la protección de Dios.
Las cosas materiales no pueden dar al hombre la seguridad absoluta que éste necesita para encarar con confianza el futuro. La abundancia de lo material más bien acarrea inseguridad. Un famoso millonario gastaba millones de dólares en un sofisticado sistema de seguridad. Si la riqueza garantizara seguridad, ¿no le parece que los ricos deberían ser los que más seguros se sienten? Pero no hay tal. En cambio el creyente puede dormir con tranquilidad, porque descansa sobre una roca inamovible.
Hebreos 13:6 afirma que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. El creyente es el único que puede vivir sin temor de lo que pueda pasar en este mundo o fuera de él. Para demostrar esto, el autor de Hebreos cita Salmo 118:6 donde dice: “Jehová está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” En la lápida de un gran hombre de Dios se escribió esta leyenda: Aquí yacen los restos de una persona que temió tanto a Dios que no temió a ningún hombre. Este es el tipo de confianza que sólo Dios puede dar. Lo material es incapaz de otorgar esta confianza.
De modo que, una perspectiva equilibrada de lo material dice que no debemos codiciar los bienes materiales sino estar contentos con lo que tenemos ahora, que debemos descansar en las promesas de Dios y depender de él para nuestra seguridad. Que con la ayuda del Señor, los que ya somos sus hijos lo estemos haciendo.
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