Es muy grato para nosotros saber que usted nos está escuchando. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. El tema de nuestros últimos estudios bíblicos ha sido el libro de Hebreos, en la serie que lleva por título: La preeminencia de Jesucristo. En instante más estará con nosotros David Logacho para hablarnos acerca de la invitación que hace a sus lectores el autor del libro de Hebreos, en el sentido que se acerquen a Dios por medio de Jesucristo.
En cierta ocasión, un predicador estaba viajando en el vagón de un tren y mientras contemplaba el paisaje a través de la ventanilla, se puso a cantar un himno cristiano titulado “Redimido soy”. Junto a él viajaba otro hombre, quien al oír al predicador cantando, con entusiasmo se unió en el cántico. Una vez que el improvisado dúo terminó de cantar, el predicado preguntó a su desconocido acompañante: ¿Ha sido usted redimido? Por supuesto, respondió el extraño.
¿Puedo preguntarle hace cuánto tiempo? Inquirió el predicador. Claro, dijo el hombre. Hace 1957 años. Esta respuesta dejó aturdido al predicador, quien por un momento pensó que su interlocutor le estaba tomando el pelo. ¿Así que hace 1957 años? Dijo en tono de incredulidad. Así es señor, respondió el hombre, pero desafortunadamente, no será sino como hace un año que llegué a saberlo.
Así es, amigo oyente, Cristo completó su obra de redención cuando murió en la cruz del calvario, hace casi como dos mil años atrás, y esa obra todavía se mantiene fresca, viva y eficaz para todo aquel que quiera acercarse a Dios por medio de él. En el estudio bíblico de hoy, veremos al autor de Hebreos haciendo una invitación a sus lectores a acercarse a Dios por medio de Jesucristo.
La palabra de Dios siempre demanda una decisión de parte del hombre. En el libro de Hebreos, capítulo 10, versículos 19 a 25 encontramos una solemne invitación a acercarse a Dios por medio de Jesucristo. Este pasaje bíblico puede ser dividido en dos partes para su análisis. La preparación de la invitación en los versículos 19 a 21 y la invitación propiamente dicha en los versículos 22 a 25.
Veamos entonces la preparación de la invitación. Hebreos 10:19-21 dice: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, eso es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios.” El “así que” del versículo 19 significa: Sobre la base de todo lo dicho hasta aquí. Fundamentado en la preeminencia de Jesucristo y su sacrificio sin igual por el pecado, el autor de Hebreos va a pronunciar sus motivos para hacer la invitación. Luego identifica a quienes está invitando.
Les llama “hermanos” Esta palabra debe entenderse en el sentido de conciudadanos o paisanos, pero no en el sentido de hermanos en la fe, porque sencillamente los sujetos de la invitación son incrédulos, aunque quizá estaban intelectualmente convencidos de la verdad, pero no se habían comprometido con esa verdad. Luego les dice: Teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por la sangre de Cristo. El sacrificio de Cristo y su sangre derramada abrió el camino para entrar en la presencia de Dios.
En el antiguo Pacto, por más sacrificios que se hicieron, seguía en pie el impedimento para entrar a la presencia de Dios. El pesado velo que dividía el Lugar Santo del Lugar Santísimo en el templo de Jerusalén era el mudo testigo que indicaba que el camino al Padre estaba todavía bloqueado. Pero cuando Cristo murió en la cruz, este velo se partió de arriba abajo dando a entender así, que a partir de ese momento el camino estaba libre para entrar a la presencia de Dios.
El camino abierto por el sacrifico de Cristo es nuevo, esto significa en realidad que está fresco. Es un camino que fue abierto así casi dos mil años atrás, pero hoy en día sigue siendo fresco, porque jamás pierde su eficacia de llevar al cielo a cualquier persona que camina sobre él. El camino también es vivo, esto significa que conduce a la vida eterna y a la condenación eterna como el camino del antiguo pacto. En Juan 14:6, el Señor Jesucristo dijo: Yo soy el camino. Cristo es el único camino fresco y vivo que conduce a la presencia del Padre. Es interesante notar que el velo del templo es comparado con la carne de Cristo. Aquí yace un pensamiento hermoso.
El cuerpo de Cristo fue atravesado por una lanza, esto abrió el velo para que todos podamos caminar a través de él para entrar en la presencia de Dios. Mientras viva Cristo, estará abierto el camino al Padre. Como Cristo nunca muere, el camino al Padre por medio de él está abierto para siempre. Además de ser un camino nuevo y vivo, Jesús es un gran sacerdote sobre la casa de Dios. El sacerdote intercede delante de Dios, a favor del hombre. Jesús como el gran sacerdote intercede eternamente a favor del hombre. Así que, hay libertad para entrar en la presencia del Padre, porque hay un camino nuevo y vivo a su presencia y además de eso hay un sacerdote delante del Padre, dispuesto a interceder a nuestro favor. ¿Qué hacer, entonces? Es aquí donde viene la invitación propiamente dicha. La invitación gira en torno a tres elementos claves de la salvación. Fe, Esperanza y Amor.
La salvación es por fe, los salvos se mantienen en la esperanza y la salvación se manifiesta en amor. Hebreos 10:22, hablando de la fe dice: “acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” La invitación es a acercarse con corazón sincero, esto habla de un genuino acercamiento a Dios, no como Israel que se acercó a Dios de labios solamente, pero su corazón estaba lejos de él. Nuestro acercamiento debe ser con sinceridad, sin fingimiento. El acercarse a Dios, es también en plena certidumbre de fe. No sobre la base de nuestras buenas obras, sino en total confianza en las promesas de Dios y con la firme convicción de que tendremos una segura entrada al Padre. Luego dice: Purificados los corazones de mala conciencia.
Esto es lo que produce Dios en todos los que se acercan a él por fe. Sus corazones son limpiados de la culpa del pecado por la sangre de Cristo. A continuación dice: Y lavados los cuerpos con agua pura. En una forma simbólica, el autor se refiere a otra obra de Dios en todo aquel que se acerca a él por fe. Nuestros cuerpos representan nuestras vidas. El agua pura podría representar la palabra de Dios como en Efesios 5:25-26, o el Espíritu Santo, según Juan 7:37-39. Por la muerte de Cristo, tenemos limpieza de toda nuestra culpa por el pecado, pero por la obra del Espíritu Santo y la palabra de Dios somos constantemente limpiados de la contaminación del pecado. Una persona que genuinamente se ha acercado a Dios por fe, demostrará la sinceridad de su decisión por medio de aferrarse a la esperanza.
Hebreos 10:23 dice al respecto: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.” El creyente genuino no dejará que nada ni nadie le haga dar la espalda a su confesión de que su única esperanza es Cristo. La característica de todo creyente verdadero es la permanencia en la fe. Hay muchos que dicen: Sí, yo creo en Cristo, yo he recibido a Cristo como mi Salvador, pero ante el menor indicio de tiempos difíciles, niegan su esperanza en Cristo, con lo cual están afirmando que en verdad nunca fueron sinceros cuando dijeron que recibieron a Cristo como Salvador.
Juan 2:23-25 relata un incidente donde había justamente personas no sinceras en su creencia. Dice así: “Estando en Jerusalén la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.” Muchos creyeron, entre comillas, pero Jesús no se fiaba de ellos, ¿por qué? Porque no eran sinceros en su creencia, seguían siendo incrédulos. En cambio el verdadero creyente mantiene firme, sin fluctuar su decisión de recibir a Cristo. El mantener firme la esperanza no es sinónimo de fe ciega.
La esperanza está basada en el hecho sin igual que Dios, quien lo prometió es fiel a lo que ha prometido. Así que, para acercarnos a Dios, necesitamos una plena certidumbre de fe. Una persona que sinceramente ha confiado en Cristo como su Salvador, mostrará la sinceridad de su decisión permaneciendo aferrado a su fe, aun cuando todo se le venga encima. Hay otra manifestación de una fe sincera. Es el amor. El creyente verdadero manifestará la sinceridad de su decisión amando a los hermanos.
Hebreos 10:24-25 dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” El creyente verdadero debe buscar maneras de animar a otros creyente a manifestar amor y buenas obras, las cuales son el fruto de la verdadera fe. El verdadero creyente buscará maneras para congregarse con otros creyentes, y así animarse mutuamente, exhortarse mutuamente ante la inminencia de la destrucción de Jerusalén para los judíos del primer siglo, y la segunda venida del Señor para nosotros hoy en día.
Siempre me preocupa encontrarme con creyentes renuentes a congregarse. El congregarse con otros creyentes es un mandato y también una manifestación de la sinceridad de la decisión de recibir a Cristo como Salvador. El autor de Hebreos hizo una invitación a sus lectores a recibir a Cristo como Salvador. El Espíritu Santo extiende esta invitación a usted, amigo oyente. ¿Dará la espalda a Dios rechazando esta invitación? O en un acto de fe sincera recibirá a Cristo como su Salvador personal. Mi oración es que muchos, en este preciso momento, reciban a Cristo como su Salvador. ¿Será usted uno de ellos?
Leave a comment