El Ministerio Internacional de Radio La Biblia Dice…se complace en saludarles y darles la bienvenida a su estudio bíblico del día de hoy. Es un verdadero gozo pasar este tiempo con usted. Confiamos en el Señor que su vida sea edificada por medio de la exposición de la palabra de Dios. La obediencia es hacer lo que se nos pide hacer, sin variación, sin demora y sin reclamo. Cuando uno de estos elementos está ausente, ya no podemos hablar de obediencia sino de desobediencia. La obediencia a medias es en realidad desobediencia. La obediencia con retraso es también desobediencia y la obediencia con una actitud incorrecta en el corazón, es igualmente desobediencia. ¿Qué pasa si desobedecemos a Dios? Bueno, si no obedecemos a Dios en lo que respecta a la salvación en Jesucristo, tendremos que atenernos a la consecuencia de estar eternamente separados de Dios en el infierno. Si a pesar de ser hijos de Dios por haber aceptado a Cristo desobedecemos a Dios, se presentarán consecuencias muy dolorosas. No perderemos nuestra salvación pero sí perderemos nuestros galardones y haremos miserable nuestra vida mientras vivamos en este mundo. En nuestro último estudio bíblico sobre el tema de la obediencia, vimos que la desobediencia acarrea el desánimo. El desánimo es como una celda de máxima seguridad que nos mantiene cautivos, neutralizando nuestra energía e impidiendo que seamos útiles para Dios. Elías, el profeta, estuvo en cierta ocasión desanimado a causa de desobediencia y en esa prisión de desánimo pidió a Dios que le quitara la vida. Jonás, otro profeta, obedeció a Dios luego de haber desobedecido anteriormente, pero lo hizo no con la actitud correcta en el corazón, lo cual es en realidad desobediencia, como consecuencia de esto, a la sombra de una calabacera marchita se desmayaba y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida. Así, es mi hermano y amigo, no siempre el desánimo es consecuencia de desobediencia, pero mucho del desánimo es consecuencia directa de ella. En el estudio bíblico de hoy, veremos otra consecuencia de la desobediencia.
Cuando sometemos a Dios nuestra voluntad en obediencia y actuamos conforme a lo que él ha establecido en su Palabra, la Biblia, tenemos a nuestra disposición una serie de atractivas ventajas. Pero cuando dejamos que nuestra propia voluntad nos gobierne y nos revelamos a la voluntad de Dios en desobediencia, no solo que perdemos las atractivas ventajas, sino que recibimos las consecuencias de la desobediencia. Una consecuencia es el desánimo, de lo cual hablamos en nuestro último estudio. Otra consecuencia es la enfermedad. No estoy diciendo que si obedecemos a Dios nunca vamos a enfermar, tampoco estoy diciendo que toda enfermedad es producto de la desobediencia a Dios, pero escuchemos atentamente lo que dice Dios en su Palabra, en Éxodo 15:26: «Y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador» Vemos en este texto que existe un vínculo directo entre la desobediencia a Dios y la enfermedad. Nuevamente, insisto, que no es correcto afirmar que toda enfermedad es producto de la desobediencia a Dios, pero tampoco es correcto afirmar que ninguna enfermedad es producto de la desobediencia a Dios. Para muestra basta un botón reza el dicho. Piense usted en el Sida, la enfermedad del siglo. Ciertamente que algunos enfermos con este mal, son víctimas inocentes, diría yo, de la enfermedad de sus padres o de haber recibido una transfusión sanguínea contaminada por el mal, pero quien puede negar que la gran mayoría de los afectados con este mal son personas que dieron rienda suelta a sus instintos sexuales, o personas que encontraron en las drogas un desahogo para sus frustraciones, o personas que pensaron que el homosexualismo o el lesbianismo es divertido e inofensivo, todo esto en clara y abierta desobediencia a lo que Dios ha establecido en su Palabra por supuesto. En un fútil intento por controlar el mal, los gobiernos de las naciones del mundo han emprendido la tarea de saturar el mundo con preservativos o condones, vanamente pensando que estos dispositivos son la solución para este terrible mal Las estadísticas sin embargo prueban lo contrario. El mal va a aumentar en progresión geométrica. Algunos estudios han demostrado que la falla de los condones en evitar el contagio del virus que produce el sida es tan alto como de 1 en 6. Sin embargo de esto, la gente ha sido llevada a pensar que la manera de controlar un problema moral es por medio de un dispositivo. Esta no es la manera de Dios mis hermanos y amigos. La rápida propagación del sida tiene su explicación en la promiscuidad, no en la falta de usar condones. Un homosexual infectado con el virus que produce el sida admitió que él solo habrá contagiado a no más de cien jóvenes con el terrible mal. Nuestro corazón se deshace de dolor por todos los que son portadores del virus que produce el sida, pero tampoco podemos cerrar nuestros ojos al hecho irrefutable que la desobediencia a Dios es el factor que más contribuye a la propagación de cualquier enfermedad sexualmente transmisible. Dios condena severamente en su palabra la práctica del sexo fuera del matrimonio. Proverbios 6:32-33 dice: «Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace. Heridas y vergüenza hallará, Y su afrenta nunca será borrada» Quien puede decir que el sexo fuera del matrimonio no causa enfermedades, cuando Dios ha dicho en este texto y en muchos otros más que el adúltero corrompe o destruye su propia alma, que el adúltero hallará heridas, que el adúltero hallará vergüenza, que la afrenta del adúltero nunca será borrada. Oh mis hermanos, cuan celosos debemos ser de nuestra pureza moral, de la santidad del matrimonio. La desobediencia a Dios en la vida íntima y en cualquier otra área puede perfectamente acarrear una terrible enfermedad al desobediente. El apóstol Pablo estaba consciente de esta realidad y en su primera carta a los corintios, al instruir sobre la cena del Señor dijo lo siguiente, 1ª Corintios 11:28-30: «Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen» La desobediencia a Dios al participar de la cena del Señor a pesar de tener conciencia de haber ofendido o pecado contra Dios al no discernir el cuerpo del Señor, produce tres cosas según este pasaje: Primero: Enfermedad. Segundo: debilitamiento o desánimo y Tercero: muerte. Oh cuanto temor deberíamos tener de desobedecer a Dios. Pero en medio de todo este cuadro de dolor, permítame terminar con una nota de esperanza. La sangre de Jesucristo, puede borrar todo tipo de pecado. Sí, aun aquel pecado vil y bajo que produce contagio de enfermedades sexuales. Después de advertir a los corintios acerca de los pecados que evitan que una persona entre al reino de los cielos, muchos de ellos pecados sexuales, Pablo dijo las siguientes palabras a los creyentes corintios. 1ª Corintios 6:11: «Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios» No importa en qué medida Ud. ha desobedecido a Dios hasta este instante. Todavía hay oportunidad para Ud. Por qué no reconoce su necesidad de salvación, su necesidad de pureza moral y en un acto de fe acepte a Cristo como su Salvador personal. Pocos son los que lo admiten, pero el único medio idóneo para evitar el avance de las enfermedades transmisibles sexualmente es obedecer a Dios en cuanto a la santidad, a la decencia del matrimonio, a la pureza moral, Dios ha diseñado que el sexo lo practique un hombre con una mujer en la intimidad del matrimonio para toda la vida. La fórmula de Dios sonará anticuada para algunos, pero es la única que funciona.
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