Es un gran privilegio para nosotros contar con su sintonía. Bienvenida o bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos en la serie de la familia auténticamente cristiana y dentro de ello estamos estudiando las funciones de cada uno de los miembros que forman la familia. En esta ocasión David Logacho nos dará algunos consejos prácticos para las esposas.
La familia auténticamente cristiana marcha bien, única y exclusivamente cuando los miembros de la familia voluntariamente someten sus vidas a los principios divinos que se encuentran en la palabra de Dios. Hemos considerado ya las responsabilidades de los esposos cristianos. En parte también hemos considerado las responsabilidades de las esposas cristianas. Llegamos a la conclusión que las esposas cristianas deben amar a sus esposos y a sus hijos, deben ser prudentes, deben ser castas, deben ser cuidadosas de su casa, deben ser buenas y deben estar sujetas a sus maridos. Gran responsabilidad de las esposas cristianas. La palabra de Dios brinda ejemplos que ilustran como funciona todo esto en la práctica. Un caso sobresaliente es el de Sara, la esposa de Abraham. 1 Pedro 3:16 dice: “como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien sin temer ninguna amenaza” Siempre me ha llamado la atención porqué Sara ha llegado a ser un ejemplo de sumisión. La razón para ello es rica en aplicaciones para nuestro mundo de hoy. Existen esposas que dicen: Si mi marido fuera bueno, si fuera cariñoso, si no se enojara fácilmente, si me diere todo lo que mis hijos y yo necesitamos, entonces con gusto me sometería a él. Pero como no hace nada de esto, no quiero ni verle, peor someterme a él. Existe la idea errónea que la sumisión de la mujer depende del comportamiento del esposo. Pero, ¿es en realidad así? Consideremos justamente el caso de Sara para saberlo a ciencia cierta. La mayoría de la gente piensa que Abraham fue un varón perfecto, quien nunca pecó, quien siempre hizo lo que es correcto. Perdón por desilusionarle si Usted pensaba así. La realidad es que Abraham fue un ser humano como Usted y yo, con muchas fallas pero también con muchas virtudes. Una de las horas más negras que vivió Abraham tuvo lugar en una región llamada Gerar. Génesis 20:1-13 nos lo relata así: “De allí partió Abraham a la tierra del Neguev, y acampó entre Cades y Sur, y habitó como forastero en Gerar. Y dijo Abraham de Sara su mujer: Es mi hermana. Y Abimelec rey de Gerar envió y tomó a Sara. Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche, y le dijo: He aquí muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido. Mas Abimelec no se había llegado a ella, y dijo: Señor, ¿matarás también al inocente? ¿No me dijo él: Mi hermana es; y ella también dijo: Es mi hermano? Con sencillez de mi corazón y con limpieza de mis manos he hecho esto. Y le dijo Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases. Ahora, pues, devuelve la mujer a su marido; porque es profeta, y orará por ti, y vivirás. Y si no la devolvieres, sabe que de cierto morirás tú, y todos los tuyos. Entonces Abimelec se levantó de mañana y llamó a todos sus siervos, y dijo todas estas palabras en los oídos de ellos; y temieron los hombres en gran manera. Después llamó Abimelec a Abraham, y le dijo: ¿Qué nos has hecho? ¿En qué pequé yo contra ti, que has atraído sobre mí y sobre mi reino tan grande pecado? Lo que no debiste hacer has hecho conmigo. Dijo también Abimelec a Abraham: ¿Qué pensabas, para que hicieses esto? Y Abraham respondió: Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer. Y a la verdad también es mi hermana, hija de mi padre, mas no hija de mi madre, y la tomé por mujer. Y cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, yo le dije: Esta es la merced que tú harás conmigo, que en todos los lugares adonde lleguemos, digas de mí: Mi hermano es.” Qué interesante historia. Quien hubiera pensado que Abraham sería capaz de esto. Pero lo hizo. Lo único que le interesaba era proteger su propio pellejo, aún si para eso era necesario entregar a su esposa en los brazos de un desconocido. De ninguna manera Abraham buscó en este caso el bienestar de su esposa. Abraham escondió su cobardía detrás de una mentira. Solo la intervención divina evitó que el rey de Gerar posea a Sara, la esposa del gran patriarca Abraham. Como vemos, no siempre Abraham actuó correctamente. Abraham tuvo sus fallas y la Biblia no las ha escondido como lo han hecho las biografías de muchos personajes importantes. Esto en lo que tiene que ver con Abraham. Pero ahora fijémonos en Sara. Lo que ella hizo fue formidable y es un gran ejemplo para cualquier esposa en cualquier época de la humanidad y en cualquier cultura. La sumisión de Sara fue de tal magnitud que le motivó a obedecer a Abraham aun a pesar de saber que Abraham estaba equivocado. El texto en 1 Pedro 3:6 dice: “como Sara obedecía a Abraham llamándole señor”. La palabra señor indica el respeto y admiración que Sara tenía hacia su esposo Abraham. Esto es sumisión amigo oyente. Sara confió en Dios y obedeció al líder que Dios había puesto sobre ella. No tuvo temor de lo que resultaría si obedecía a Abraham, simplemente obedeció. Dejó a Dios las consecuencias de su obediencia a Abraham. Hablando sobre esto, el apóstol Pedro luego hace el siguiente comentario: “De la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien” Toda esposa que tiene la misma actitud de Sara para someterse voluntariamente a su marido, a pesar de las circunstancias y las consecuencias es una hija de Sara, en el sentido de imitar el ejemplo de Sara. La voluntad de Dios es que Usted, imite a Sara en esto de la sumisión. De modo que mi querida amiga oyente, los esposos no somos perfectos, no siempre tomamos decisiones correctas. Muchas veces actuamos totalmente controlados por un afán de satisfacer nuestros propios intereses egoístas. Buscamos más lo nuestro que lo de los demás. Pero aún así, su responsabilidad delante de Dios, amiga oyente, es someterse a la cabeza que Dios ha puesto sobre Usted, a su propio marido. Deje a Dios las consecuencias de obedecer a su marido. Así como a Sara, Dios honrará su actitud de sumisión a su esposo. Cuan importante es enfatizar esto hoy en día. Cuántas peleas y disgustos surgen en la familia porque la esposa se resiste a someterse a su esposo. Cuando el esposo toma alguna decisión, la esposa básicamente tiene tres alternativas. La primera, rebelarse contra su esposo: No, cómo vas a creer que yo haga eso. Si quieres hacerlo, hazlo tú, es tu problema. No cuentes conmigo para nada que tenga que ver con eso. La segunda, obedecer pero no de corazón. Está bien, lo haré. Pero te advierto que estás mal. Lo hago solamente para no hacerme ningún problema contigo. Y si por desgracia el resultado de lo que se hizo no es bueno, allí viene la dulce venganza. Apuntando con el dedo índice dirá: Te lo dije… Eso te pasa por no hacerme caso… La tercera alternativa es obedecer de corazón como Sara, dejando a Dios lo que resulte de la obediencia al esposo. Esposas, no teman someterse a sus esposos. Es posible que surjan dudas. Voy a perder mis derechos. El me va a pisotear. Mis amigas se van a burlar de mí. Me voy a sentir miserable. Pero Sara obedeció a Abraham sin temer ninguna amenaza, como dice al final de 1 Pedro 3:6. Como apreciamos en la lectura. Dios protegió sobrenaturalmente a Sara de caer en manos del rey de Gerar. Así debería ser también con Usted, amiga oyente. Puede ser que a su esposo se le ocurra una de esas brillantes ideas, que de vez en cuando le vienen a la mente, y que Usted sabe que no existe la más mínima garantía de éxito. Después de hablar con él sobre el asunto y no lograr que él cambie de opinión, su tendencia natural será rebelarse contra él, pero no se deje guiar por su tendencia natural. Sométala bajo el poder del Espíritu Santo y sométase a su marido. Deje que él se equivoque de vez en cuando. Si él es sabio aprenderá de sus errores para no volver a equivocarse en lo futuro. Así es como debe actuar una esposa sumisa. La sumisión es incondicional amiga oyente. Sin importar cuan bueno o cuan malo es su marido, su deber es someterse a él. La única ocasión cuando una esposa está en libertad de no someterse a su esposo es cuando el esposo trata que la esposa haga algo expresamente prohibido por Dios en su palabra. Si por ejemplo un esposo pide que su esposa robe o mate, la esposa no está obligada a someterse en casos así. Esta esposa debería imitar a Pedro, quien cuando fue impedido de predicar en el nombre de Cristo, dijo: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. La sumisión no es una medida para denigrar a una esposa en la familia auténticamente cristiana. La sumisión es una medida para honrar a una esposa en la familia auténticamente cristiana. No la desprecie, amiga oyente. Sométase y verá como su vida es bendecida por el Señor, como lo fue la vida de Sara quien permanece como ejemplo de mujer virtuosa en las sagradas páginas de la Biblia.
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