Es motivo de mucho gozo saludarle amable oyente. Le habla David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando la epístola de Pablo a Tito, en la serie titulada: Rasgos de una iglesia saludable. Uno de los rasgos de una iglesia saludable es tener un liderazgo bíblicamente diseñado. A los líderes en una iglesia se les conoce como obispos o como ancianos o como pastores. Todos términos sinónimos. Los obispos, pastores o ancianos llegan a esa posición dentro de la iglesia sobre la base de sus cualidades de carácter. Hemos considerado ya, dos de estas cualidades de carácter. Los obispos, pastores o ancianos deben ser irreprensibles y deben ser maridos de una sola mujer. En el estudio bíblico de hoy vamos a considerar otra cualidad de carácter.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Tito 1:6. Al final de este versículo se lee lo siguiente: y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.
El hogar es el ambiente donde se prueba si un creyente está o no calificado para ejercer el oficio de obispo, anciano o pastor en una iglesia local. Si el hogar funciona bien, esto prueba que el creyente está apto para ejercer el oficio de obispo, anciano o pastor en una iglesia local, pero, por contraste, si el hogar no funciona bien, esto prueba que el creyente no está apto para ejercer el oficio de obispo, anciano o pastor en una iglesia local. Note lo que dice Pablo en 1 Timoteo 3: 4-5 que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
1Ti 3:5 (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);
El hogar es el laboratorio donde se prueba el obispo, anciano o pastor. Escribiendo a Tito, Pablo dice que otra de las cualidades de carácter de los obispos, ancianos o pastores es que tengan hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. De entrada, esto no significa que los obispos, ancianos o pastores tienen que ser casados. Tampoco significa que si son casados, los obispos, ancianos o pastores tienen que tener hijos. La idea es que si el obispo, anciano o pastor es casado y si tiene hijos, los hijos deben ser creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. En cuanto a la palabra hijos, no se refiere sólo a niños de corta edad. Es una palabra que en su idioma original denota simplemente descendencia, sin referencia a la edad. Pueden ser niños o adolescentes, o jóvenes o adultos, siempre y cuando estén viviendo bajo el mismo techo de sus padres, porque de otra manera, los padres no tendrían oportunidad de supervisarlos. Por otro lado, en cuanto a la palabra creyentes, existe división de opiniones en cuanto a su interpretación. Algunos intérpretes lo entienden en el sentido que los hijos de los obispos, ancianos o pastores deben ser salvos. Otros, dentro de los cuales me incluyo yo, lo entendemos en el sentido que los hijos de los obispos, ancianos o pastores deben someterse a sus padres en obediencia, independientemente de la edad que tengan siempre y cuando vivan con sus padres. Esto descansa en dos razonamientos importantes. El primer razonamiento, en el hecho que no depende de los padres que sus hijos se salven. La salvación es un asunto entre Dios y el pecador exclusivamente. Por supuesto que padres piadosos crean un ambiente propicio para que sus hijos lleguen a ser salvos, pero no es una fórmula fija, porque la salvación en último término es algo personal entre Dios y cada pecador. Usted y yo conocemos padres piadosos que a pesar de su buen testimonio, sin embargo, algunos de sus hijos no han recibido a Cristo como Salvador. Igualmente, usted y yo conocemos padres impíos, que a pesar de su mal testimonio, sin embargo, algunos de sus hijos han recibido a Cristo como Salvador. El segundo razonamiento, en el hecho que esta misma cualidad de carácter, pero en el 1 Timoteo 3:4, no hace referencia a que los hijos de los obispos, ancianos o pastores tienen que ser salvos sino que deben estar sujetos con toda honestidad. Note lo que dice: que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
Muy bien, la cualidad de carácter que se requiere de los obispos, ancianos o pastores es que tengan la capacidad de gobernar bien su hogar, de tal manera que sus hijos no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Esto tiene serias implicaciones en la vida de los obispos, ancianos o pastores. Jamás deben olvidar que después de su comunión con Dios, la segunda prioridad en sus vidas debe ser su familia. Menciono esto porque no son pocos los casos en los cuales obispos o ancianos o pastores sacrifican a su familia en el altar del servicio al Señor. ¿A qué me refiero? Pues a obispos, ancianos o pastores que están tan entregados al servicio al Señor en la iglesia donde están ejerciendo su oficio, que prácticamente han abandonado a sus esposas y a sus hijos. Como resultado, terminan con una esposa resentida y rebelde y con hijos descarriados, o como dice Pablo, entregados a la disolución y a la rebeldía. Después de Dios, lo más importante para usted, amado obispo, anciano o pastor, es su familia, no la iglesia. Si su familia está mal, usted no está calificado para ejercer el oficio de obispo, anciano o pastor en una iglesia local. Además, los obispos, ancianos o pastores deben tomar conciencia de que su estilo de vida en el hogar va a afectar positivamente o negativamente a sus esposas o a sus hijos. Menciono esto porque los obispos, ancianos o pastores, suelen manifestar una imagen de integridad a toda prueba a la gente que no vive con ellos, digamos a la congregación. Pero son todo lo contrario con la gente que vive con ellos, con sus esposas y sus hijos. Cuando esto sucede, no es extraño que la esposa se sienta defraudada y los hijos, por obligación o por temor se sometan en obediencia por un tiempo, pero tan pronto logran un poco más de libertad, se entregan a una vida de disipación y de rebeldía. La gran pregunta sería: ¿Cómo puede un creyente lograr que sus hijos sean creyentes y no estén acusados de disolución ni de rebeldía? Pues todo comienza en una vida entregada al Señor en oración y en estudio de la palabra de Dios. Luego prosigue con la aplicación de la palabra del Señor a la vida diaria. Si un creyente aspira a ejercer el oficio de obispo, anciano o pastor, necesitará vivir en la práctica cosas como Efesios 5: 23-33 Maridos, amad a vuestras mujeres,(E) así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
Eph 5:26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,
Eph 5:27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
Eph 5:28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
Eph 5:29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,
Eph 5:30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
Eph 5:31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.(F)
Eph 5:32 Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.
Eph 5:33 Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.
Poner en práctica lo que dice este pasaje bíblico garantizará que el obispo, anciano o pastor, tenga una excelente relación con su esposa. En cuanto a los hijos, los obispos, ancianos o pastores, debe poner especial atención en poner en práctica lo que dice Efesios 6:4. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos,(C) sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
En lugar de provocar a ira a los hijos, de la manera que lo hacemos con tanta frecuencia, los padres debemos criar a nuestros hijos en disciplina y amonestación del Señor, esto significa poniendo en claro las reglas del juego para nuestros hijos, y recompensando cuando ellos cumplen con esas reglas y castigando cuando ellos incumplen con esas reglas. Cuando los hijos son tiernos, es necesario usar la vara con mucho amor y firmeza. Proverbios 23:13 dice: No rehúses corregir al muchacho;
Porque si lo castigas con vara, no morirá.
Cuando los hijos llegan a la adolescencia y a la juventud, deben ser castigados de una manera diferente cuando incumplen con las reglas del juego. El castigo tal vez tome forma de privar de algunos privilegios que suelen tener los hijos en el hogar. En todo caso, los padres son responsables de la crianza de los hijos, no las iglesias ni las escuelas o colegios o universidades, peor los amigos, o la televisión o el Internet. Uno de los rasgos de una iglesia saludable es que el liderazgo es bíblicamente diseñado. Los obispos, ancianos o pastores deben cumplir con elevadas normas de carácter. Una de estas normas es que los hijos sean creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.
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