Hola mi amiga, mi amigo. Soy David Araya dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Seguimos estudiando el Evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca de ese famoso dicho de Jesús: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
Es muy grato para mí saber que usted me está escuchando. Que Dios en su gracia nos colme de sabiduría para entender su palabra y sobre todo para vivirla. En nuestro último estudio bíblico en el Evangelio de Mateo, vimos como al rechazar a Jesús como el Cristo, el Mesías de Israel, la nación de Israel también rechazó al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo, el famoso Sanedrín, lo entendieron muy bien y por eso estaban rebosando de odio a muerte en contra de Jesús. Así comenzó el tercer día de la semana de la pasión. En este día, los enemigos de Jesús trataron de encontrar alguna falta en Jesús, de modo que puedan tener una razón válida para condenarlo a muerte. Pero en el proceso, lo único que quedó en claro es que no había absolutamente nada en la vida de Jesús que le haga merecedor de ser condenado a muerte. Jesús estaba pronto a ser sacrificado como el Cordero de Dios, en la fiesta de la Pascua, y la ley de Moisés demandaba que el cordero que se sacrificaba en la fiesta de la pascua sea escogido el 10 de Nisan y sacrificado el 14 de Nisán. Durante ese intervalo de cuatro días se examinaba al cordero para ver si tenía algún defecto. Si el cordero tenía algún defecto, no podía ser sacrificado en la fiesta de la pascua. Así que Jesús fue examinado públicamente por sus enemigos, y no pudieron encontrar ninguna falta en él. Jesús por tanto cumple el requisito de ser un Cordero sin mancha y sin contaminación, adecuado para ser sacrificado en la fiesta de la Pascua como el Cordero pascual. En esta oportunidad vamos a ver como Jesús maneja una pregunta muy compleja de un grupo especial de judíos, conocidos como los herodianos. Dicho esto, si tiene una Biblia, ábrala en Mateo 22:15 a 22. Lo que primero vamos a notar es la confabulación de los enemigos de Jesús para poder atraparlo. Leo en Mateo 22:15. La Biblia dice: Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra.
Cuando los enemigos de Jesús, entre ellos los fariseos, fallaron en encontrar algo en Jesús para poder acusarle, buscaron ayuda para conseguir su objetivo. Por eso es que en este versículo vemos a los fariseos en consultas con otras facciones de la sociedad judía, con el propósito de diseñar alguna manera para sorprender a Jesús en alguna palabra. Sabían que no podían atrapar a Jesús en alguna acción, y ahora estaban buscando atrapar a Jesús en alguna palabra. Las consultas dieron buen fruto. Los primeros en intentar atrapar a Jesús en alguna palabra fueron los Herodianos. Permítame leer el texto en Mateo 22:16-17. La Biblia dice: Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?
Aquí tenemos a dos grupos o sectas dentro del judaísmo, los fariseos y los herodianos. Estas dos sectas eran antagónicas entre ellas, pero unieron esfuerzos para atrapar a Jesús. En cuanto a los tributos que exigía el imperio romano, los fariseos y herodianos tenían diferencias irreconciliables. Los fariseos se oponían a los tributos que demandaba el imperio romano por al menos estas tres razones. Número uno, porque no querían someterse a un poder gentil. Número dos, el emperador romano, el César, se consideraba a sí mismo como dios, y esto les ofendía grandemente. Número tres, porque sencillamente no querían poner dinero en las arcas de quienes ellos consideraban como enemigos. Pero por su lado, los herodianos, quienes también eran judíos al igual que los fariseos, formaban parte del partido político que apoyaba a Herodes, y como Herodes estaba en el poder por mandato del imperio romano, los herodianos aceptaban de buena gana el que se pague tributo al imperio romano. Así que, los fariseos armaron una jugada genial, cuando metieron a los herodianos en la empresa de encontrar algo para acusar a Jesús y matarlo. Cualquiera que sea la respuesta de Jesús se hubiera puesto la soga al cuello. Si se oponía a dar tributo al César o al imperio romano, podía ser acusado de rebelión contra el imperio que gobernaba a la Palestina en ese tiempo. Si apoyaba dar tributo al César, o al imperio romano, podía ser acusado de estar en contra de los judíos, especialmente de los fariseos. Note como antes de concretar la pregunta, de labios para afuera, los herodianos pretendieron halagar a Jesús para congraciarse con él. Los herodianos eran lisonjeros consumados. Se cuidan de no llamar Señor a Jesús y lo llaman: Maestro, para no atribuirle deidad. Luego le dicen: Sabemos que eres amante de la verdad y que enseñas con verdad el camino de Dios. Mentirosos, porque si fuera verdad lo que estaban diciendo, hubieran reconocido que Jesús es el Cristo, el Mesías de Israel. También le dijeron: Sabemos que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. En esto tenían razón, pero lo único que estaban haciendo es lisonjear a Jesús. Luego de esta manifestación de hipocresía, hacen la pregunta: Dinos, pues, que te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no? Cuando hablaron de César, se referían al imperio romano que dominaba la Palestina en aquel tiempo. Jesús no era ingenuo para caer en la trampa de los herodianos, y mire como manejó el asunto. Se encuentra en Mateo 22:18-21. La Biblia dice: Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario. Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción? Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
Los herodianos sabían que Jesús había detectado la trampa que le estaban poniendo. Por eso tenían bien merecido que Jesús les llame hipócritas. Un hipócrita es el que muestra una faz que no corresponde a la realidad. Era inaudito que una banda de hipócritas esté poniendo a prueba, o tentando a Jesús. Para taparles la boca, Jesús pide que le muestren la moneda del tributo. Como buenos herodianos, le mostraron un denario. El denario era una moneda de plata, que valía un día de trabajo de un soldado romano. Estas monedas eran acuñadas por autoridad del emperador, porque él era el único autorizado para acuñar monedas de plata o de oro. El denario en el tiempo de Jesús fue acuñado por Tiberio. En una de las caras tenía la imagen de su rostro, y en la otra cara tenía la imagen de él sentado en su trono ataviado con vestiduras sacerdotales, porque él se consideraba a sí mismo como dios, con su nombre y los títulos que poseía inscritos alrededor. Esto era altamente ofensivo para los judíos, sin mencionar el hecho de entregar dinero al enemigo, al imperio romano. Cuando los herodianos le presentaron la moneda del tributo, Jesús les preguntó: ¿De quien es esta imagen y la inscripción? Los herodianos respondieron correctamente: De César. Sobre la base de esa declaración, Jesús dijo aquellas memorables palabras: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. ¿Cuál es el significado de esta declaración? Pues al menos tres cosas importantes. La primera, que los creyentes debemos honrar y obedecer a las autoridades civiles. Este principio aparece en varias partes del Nuevo Testamento. Los creyentes tenemos doble nacionalidad. Somos ciudadanos del reino de los cielos y somos ciudadanos de algún país en la tierra. Por tanto, así como estamos dispuestos a someternos a Dios, debemos estar dispuestos a someternos a las autoridades civiles, ya sean elegidas o nominadas. Así que debemos obedecer las leyes, pagar los impuestos y orar por los que están en autoridad. Segundo, los creyentes debemos honrar y obedecer a Dios. Cualquier momento que una orden de una autoridad terrena esté en conflicto con algo que Dios ha dicho en su palabra, debemos someternos a lo que dice Dios, no a lo que dice el hombre. Los discípulos de Jesús aplicaron este principio cuando los ancianos del pueblo de Israel, el sanedrín, querían que dejen de predicar el evangelio de Cristo. Ellos dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Tercero, el creyente lleva la imagen de Dios en su vida y se debe totalmente a Dios. El denario de los herodianos llevaba la imagen de César y por eso se debe a César, pero el creyente lleva la imagen de Dios en su vida, y por eso se debe a Dios. Esto significa que el creyente debe darse a Dios en adoración, en obediencia total, en servicio. ¿Se está dando usted totalmente a Dios, amable oyente, asumiendo que ya es creyente? ¿A quien se debe? Yo me debo a Dios y por eso debo darme a Dios. Lo que Jesús dijo, acabó con el intento de los herodianos por atraparlo. El pasaje concluye de la siguiente manera, según Mateo 22:22. La Biblia dice: Oyendo esto, se maravillaron, y dejándole, se fueron.
A pesar de ser enemigos acérrimos de Jesús, los herodianos se maravillaron por lo que Jesús dijo. Cuando hablamos en el poder del Espíritu Santo, hasta los enemigos se maravillan. Los herodianos salieron de la presencia de Jesús, como perros con la cola entre las piernas.
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