Saludos cordiales amigo oyente. Bienvenido al estudio bíblico de hoy, el cual es el último de esta serie sobre los dones espirituales. A lo largo de unas cuantas semanas hemos enfocado nuestros pensamientos sobre los dones espirituales. Hemos visto la definición de los dones espirituales, la distribución de los dones espirituales, la descripción de los dones espirituales, el descubrimiento de los dones espirituales, y el desarrollo de los dones espirituales. En el estudio bíblico de hoy, David Logacho nos hablará del destino de los dones espirituales. Le invitamos pues a seguir en nuestra sintonía.
Al hablar del destino de los dones espirituales, queremos enfocar nuestros pensamientos en el propósito final de los dones espirituales. ¿Para qué nos han sido dados los dones? Para responder esta pregunta será necesario mirar a la iglesia de Cristo como Dios la ve Efesios 1:22 dice al respecto: “y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”. Dios es el sujeto de esta declaración. Es Dios quien ha sometido todas las cosas bajo los pies de Cristo. Es Dios quien ha dado como cabeza de la iglesia a Cristo, la iglesia, amigo oyente, es vista por Dios como un cuerpo, cuya cabeza es su Redentor Cristo Jesús. Note lo que dice el apóstol Pablo, acerca de lo mismo, en Efesios 5:23 “porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador”. Nuevamente aquí la iglesia es vista como un cuerpo, pero un cuerpo sin cabeza es un fenómeno condenado a destrucción, pero ese no es el caso de la iglesia, porque la iglesia como cuerpo tiene una cabeza excelente, Cristo Jesús. Bueno, con esto en mente, es natural pensar que la cabeza hará todo lo posible por el bien del cuerpo, y ciertamente Cristo ha hecho eso. Considere por ejemplo, que como cabeza, Cristo Jesús se ofreció a sí mismo como sacrificio por el pecado. Efesios 5:25-27 dice que Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificaría, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin manchas. Vaya, esto es bastante. Pero no es todo lo que ha hecho Cristo como cabeza por su cuerpo que es la iglesia. ¿Qué más ha hecho? Muchas cosas más, amigo oyente. Entre ellas, algo que tiene que ver con los dones espirituales. Observe lo que dice Efesios 4:11: “Y el mismo constituyó a unos, apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros”. Esta es otra obra de Cristo, la cabeza de la iglesia. Ha sido él quien se ha encargado de poner, por así decirlo, hombres con dones espirituales en la iglesia. Ha sido él quien ha puesto apóstoles en la iglesia, y cuando los apóstoles dejaron de existir, ha sido él quien ha puesto evangelistas en la iglesia para continuar la obra. Ha sido Cristo quien ha puesto profetas en la iglesia, y cuando los profetas dejaron de existir, ha sido él quien ha puesto pastores-maestros para continuar con la obra. ¿No le parece una obra importante de la cabeza, en beneficio del cuerpo? Claro que sí. Tanto apóstoles, como profetas, evangelistas, pastores-maestros y en general todo creyente con dones espirituales son una prueba del interés de Cristo como cabeza por su iglesia como su cuerpo. ¿Pero cuál ha sido el deseo de Cristo al dar a la iglesia hombres con dones espirituales? Pues, leamos la primera parte de Efesios 4:12. Dice así: «a fin de perfeccionar a los santos» A que está el propósito de Cristo al dar personas con dones espirituales a la iglesia. Es para perfeccionar a lo que Pablo llama los santos. Perfeccionar es la traducción de un verbo griego que significa hacer apropiado o completo tiene la idea de equipar a alguien para que pueda hacer cierto trabajo. ¿Y ahora, de qué santos nos está hablando Pablo? Bueno, no son los que están en el cielo, tampoco los que están en imágenes. Los santos que son equipados para hacer cierto trabajo somos todos los creyentes. Nosotros somos los santos de quienes habla Pablo. El mismo lo dijo esto en Efesios 1:4 «según nos escogió en el antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos, sin mancha delante de él” Qué interesante, Cristo, quien es la cabeza del cuerpo que es la iglesia ha puesto en iglesia personas con dones espirituales para que equipen o capaciten a los creyentes. ¿Y con que propósito somos equipados o capacitados? Pues leamos la segunda parte de Efesios 4:12 “para la obra del ministerio» Se podría parafrasear este texto diciendo: Para el trabajo en la obra del Señor. Ahora tenemos el cuadro casi completo Cristo como cabeza del cuerpo que es la iglesia, ha puesto en la iglesia personas dotadas o personas con dones espirituales para que capaciten o equipen a todos los creyentes, para que sean los creyentes quienes trabajen en la obra del Señor. Esta es la voluntad de Dios para cada uno de nosotros amigo oyente. Quizá sea algo nuevo para nosotros, porque a lo mejor hemos estado acostumbrados o nos han enseñado que la obra de Señor tiene que ser hecha por los pastores o los obispos o los ancianos, o en general por el clero, o los estudiados en los seminarios, los que ostentan algún título en teología. Los que no tienen títulos teológicos, o los mal llamados laicos no tienen derecho de trabajar en la obra del Señor. Lo máximo que pueden llegar a hacer es limpiar el templo o cualquier otra tarea sencilla, pero cuidado pretendan enseñar o predicar o bautizar o servir los elementos en la Cena del Señor, porque esas son tareas sagradas, que son propias del clero, la distinción entre clero y laico no tiene fundamento bíblico amigo oyente, porque todos los creyentes somos sacerdotes de Dios. Hablando de los creyentes en general, note lo que dice 1ª Pedro 2:9 «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a la su luz admirable» Si todos somos sacerdotes, entonces, está por demás hacer distinción de personas dividiendo al pueblo de Dios en clero y laico. Así que, Cristo ha puesto personas con dones espirituales en la iglesia para que capaciten a los creyentes para que sean los creyentes quienes hagan el trabajo en la obra del Señor. Muy bien. ¿A dónde conduce todo esto? Pues a lo que dice la tercera parte de Efesios 4:12: “para la edificación del cuerpo de Cristo» El cuerpo de Cristo, que es la iglesia, es un organismo viviente que debe ir creciendo y desarrollándose. Pablo lo mira con un edificio que está; en constante crecimiento. ¿Cómo se produce ese crecimiento? Pues por medio del trabajo de cada uno de los creyentes, quienes han sido previamente equipados o capacitados por los creyentes con dones que Cristo ha puesto en la iglesia. Así que, amigo oyente, su responsabilidad delante de Cristo, la cabeza de la iglesia, es realizar la obra del ministerio, pero pasa ello Ud. necesita ser capacitado o ser equipado o ser perfeccionado. Quienes deben capacitar o equipar o perfeccionar a los creyentes son aquellos que Cristo ha puesto en la iglesia con dones espirituales, tales como los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores-maestros. Todo este proceso conduce a un punto clave y ese es en realidad el destino final de los dones espirituales. Veamos cuál es, Efesios 4:13 dice: «hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. La meta de todo esto es la madurez, amigo oyente. El trabajo de los creyentes dotados hace que otros creyentes identifiquen y desarrollen sus dones, quienes en su oportunidad trabajarán para que otros creyentes también identifiquen y desarrollen sus dones. Se produce entonces un efecto multiplicador que inevitablemente conduce a la madurez del cuerpo de Cristo. Cuando esté totalmente maduro vendrá el Señor y recogerá a su iglesia para estar siempre con el Señor. Ve Ud. la obra del Señor en todo esto. Todo comenzó en él y termina para el. De esa manera su nombre es glorificado.
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