Reciba saludos cordiales amigo oyente, al inicio de un nuevo estudio bíblico sobre los eventos futuros. Últimamente nos hemos estado ocupando del tribunal de Cristo, hemos visto su significado, el momento en el cual ocurrirá, el sitio donde tendrá lugar, el Juez quien lo presidirá, los que participaran en él, el criterio que se utilizara y finalmente las recompensas que se otorgaran. En esta ocasión David Logacho tratara el tema del destino final de las recompensas obtenidas en el tribunal de Cristo, con lo cual terminaremos el estudio de este fascinante asunto.
No hay nada mejor que dar el debido crédito a quien honestamente le pertenece. Aun siendo humanos nos incomoda recibir crédito por algo que no merecemos tanto como no recibir crédito por algo que sí lo merecemos. Cuanto más Dios. Por eso debemos procurar darle el crédito que legalmente le corresponde.
En nuestro estudio bíblico último vimos que en el tribunal de Cristo se entregaran premios o recompensas a aquellos creyentes que lo merezcan. Vimos que el Nuevo Testamento nos habla de cinco tipos de recompensas, también llamadas coronas.
La corona incorruptible para los que ceden sus derechos par a servir al Señor. La corona de gozo para los ganadores de almas para Cristo, la corona de justicia para los que aman la venida de Cristo, la corona de gloria para los pastores o ancianos que pastorean la grey con fidelidad y humildad y la corona de vida para los que soportan las tentaciones y las pruebas por causa de la fe en la persona de Cristo.
La pregunta que debería estar dando vuelta en nuestras mentes es esta: ¿Quién merece el crédito por estas recompensas ganadas por los creyentes en el tribunal de Cristo? ¿Qué piensa Ud.? ¿Serán acaso los mismos creyentes porque fueron ellos quienes con su denodado esfuerzo las ganaron?
Parecería que si mirando a simple vista, pero si miramos con mayor detenimiento notaremos que el éxito del creyente no se debe a su propia capacidad sino a lo que Dios ha hecho por medio de él. Filipenses 2:13 dice al respecto: “porque Dios Es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”
Es Dios quien pone en el creyente un deseo de hacer el bien y el mismo hace que ese creyente logre su deseo. En último término entonces es Dios quien debe tener el crédito por todo el éxito del creyente. Es Dios quien debe tener el crédito por las recompensas recibidas por el creyente. El creyente es solamente un instrumento a disposición de Dios. El instrumento no recibe gloria, la gloria es para el maestro que opera el instrumento. Un cincel no tiene de que gloriarse si un hábil escultor hizo con él una obra maestra. La gloria será para ese connotado escultor. Igual es con el creyente. No merece ninguna gloria por lo bueno que haga para el Señor, la caloría es para el Señor.
Viene a mi mente una fábula que alguna vez oí. El pollino de asna sobre el cual montó Jesús para entrar a Jerusalén, en lo que se conoce corno la entrada triunfal, llegó al borde de la histeria al establo, al final del día. Tan pronto entro al establo, hablo con el burro que tenia más cerca. No te imaginas, le dijo, la experiencia que acabo de tener. Nunca me ha acontecido algo igual. Mira, venia de camino a Jerusalén con un hombre encima y tan pronto atravesó el umbral de la puerta, la gente de Jerusalén simplemente se volvió loca ante mi presencia. Me tendieron sus mantos por el camino para que yo los pisara, otros cortaban ramas de árboles y las tendían por el camino, otros gritaban cosas que a decir verdad ni las encendí. Me hicieron sentir como un rey, hasta pensé que en algún momento me iban a llevar en hombros. El burro que le escuchaba, meneando la cabeza le dijo: que burro tan burro, la aclamación no era para ti, sino para el que iba montado sobre ti porque él es el rey de los judíos. El pollino de asna agachó su cabeza, y pensativo se alejó del establo.
Así es amigo oyente, si algo de bueno hacemos los creyentes, no tenemos de que gloriarnos, la gloria pertenece al Señor porque él es quien produce en nosotros así el querer como el hacer por su buena voluntad. De modo que, cuando los creyentes recibamos nuestros galardones en el tribunal de Cristo, esos galardones no serán para nuestra gloria sino para la gloria de aquel por quien logramos ganar esos galardones.
Esto es justamente lo que encontramos en el libro de Apocalipsis capitulo 4. Lo primero que encontramos es un llamado.
Apocalipsis 4:1 dice: “Después de esto mire, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo dijo: Sube acá, y yo te mostrare las cosas que sucederán después de estas»
Juan por tanto subió, y es así como en el versículo 2 dice: “Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado”
Juan se encuentra bajo el control del Espíritu Santo en el cielo. Allí mira un trono y en el trono estaba sentado Dios el Padre. Luego Juan nos hace una descripción de aquel que estaba sentado en el trono.
Apocalipsis 4:3 dice: “Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda»
Pero ahora notemos lo que Juan vio alrededor del trono.
Apocalipsis 4:4 dice: “Y alrededor del trono habla veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos. Vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas”
Estos veinticuatro ancianos sentados en veinticuatro tronos vestidos de ropas blancas representan a la iglesia de Cristo en su estado de glorificación. Observemos que estos ancianos tienen coronas de oro en sus cabezas, lo cual es un símbolo de las recompensas que han recibido en el tribunal de Cristo. Juan continúa describiendo lo que allí habría.
Apocalipsis 4:6-8 dice: “Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro, el tercero tenia rostro como de hombre y el cuarto era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir”
Pero no solamente estos cuatro seres vivientes adoraban a Dios, note lo que dice Apocalipsis 4:9-11: “Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que esta sentado en el trono, al que vive por los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que esta sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tu creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”
En la adoración de los ancianos, vemos que echan sus coronas delante del trono, simbolizando que los galardones ganados por los creyentes en el tribunal, de Cristo serán dados en ofrenda de adoración a aquel a quien legítimamente pertenecen.
Así, el crédito será otorgado al que realmente le corresponde. Cuan importante es amigo oyente, que vivamos vidas que nos permitan ganar el mayor numero de galardones, para que en ese momento tan solemne de adoración a Dios tengamos algo para echar delante de su trono.
Cuan triste será tener las manos vacías en ese instante crucial. Imagine. Él dio todo para salvarnos y nosotros no tendremos nada para él, a causa de nuestra negligencia, a causa de haber vivido para nosotros mismos y no para él mientras estábamos en este mundo. Que con la ayuda del Señor vivamos de tal forma que en el tribunal de Cristo tengamos manos llenas de galardones para dar mucho a aquel que dio todo por nosotros.
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