Qué grato es saludarle amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando la Epístola de Pablo a los Romanos, en la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia mediante la fe en Cristo Jesús. Bajo la guía del Espíritu Santo, hoy vamos a introducirnos en los detalles del saludo de la carta a los Romanos.
En el estudio bíblico anterior hicimos una introducción a la Epístola de Pablo a los Romanos, en ella mencionamos que el tema general de la epístola es la justificación por la fe. Romanos se divide en tres secciones. La primera sección es doctrinal y abarca los capítulos del 1 al 8 en la cual se trata el tema de la justicia de Dios revelada en el evangelio. La segunda sección es dispensacional y abarca los capítulos del 9 a 11, en la cual se trata el tema de la justicia de Dios en bajo la perspectiva dispensacional de Dios. La tercera sección es práctica y abarca los capítulos 12 a 16, en la cual se trata el tema de la justicia divina produciendo justicia práctica en el creyente. Hoy vamos a la primera parte de la primera sección, la cual tiene que ver con el saludo de la epístola. Lo primero que notamos es la identidad de quien saluda. Romanos 1:1-6 dice: “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de Santidad, por la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre; entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo” El escritor de la epístola, Pablo, se describe a sí mismo de tres maneras. Primero, como siervo, o literalmente esclavo de Jesucristo. La palabra que se ha traducido como “siervo” es la palabra griega “doulos” que significa esclavo por amor. No se trata de un esclavo que sirve a su amo en contra de su voluntad, sino de un esclavo que sirve a su amo voluntariamente por el amor que le profesa. Pablo entendía muy bien lo que Cristo Jesús había hecho por él al morir en lugar de él en la cruz del calvario, y como respuesta a tan gran muestra de amor, se transformó voluntariamente en su esclavo. Segundo, Pablo se describe a sí mismo como un llamado a ser apóstol. Al ser esclavo de Jesucristo, Pablo se humilló ante Jesucristo, pero la humillación es el camino a la exaltación. Por eso Pablo fue llamado por Jesucristo para ser su apóstol. Es una posición exaltada. La palabra griega que se ha traducido como “apóstol” significa simplemente uno que es enviado. En el Nuevo Testamento, esta palabra se aplica primariamente a los 12 que Jesucristo escogió para que estén con él y a Matías, a quien los otros apóstoles escogieron como reemplazo de Judas Iscariote. Jesucristo les dio poderes especiales para confirmar su apostolado por medio de realizar señales, prodigios y milagros. Pablo cae dentro de otra categoría por cuanto él fue llamado personalmente por Cristo resucitado y llegó a ser apóstol a los gentiles. Tercero, Pablo se califica a sí mismo como apartado para el evangelio de Dios. Desde el mismo vientre de su madre, Pablo fue apartado para un propósito especial, según Gálatas 1:15. El propósito especial tiene que ver con ser un instrumento escogido para esparcir el evangelio de Dios, o las buenas nuevas de Dios para la salvación del hombre. El evangelio de Dios es también el evangelio de su Hijo, según Romanos 1:9. Al mencionar el evangelio de Dios, en la mente de Pablo se agolpan varias ideas que pugnan por plasmarse por escrito. El evangelio de Dios no es algo nuevo, puesto que había sido prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras. Este evangelio no es una nueva ley. No es un código de moral y ética. No es un credo que debe ser aceptado. No es un sistema religioso al cual se debe adherir. No es un buen consejo que se debe seguir. Es un mensaje divinamente entregado que tiene que ver con una Persona divina, la persona del Hijo de Dios, Jesucristo, nuestro Señor. Este personaje glorioso es absolutamente humano y a la vez absolutamente divino. El texto dice que era del linaje de David según la carne, y por tanto absolutamente humano. Pero además el texto afirma con absoluta claridad que él es el Hijo de Dios, quien nació de una virgen, quien no tuvo padre humano, y cuyas obras poderosas lo demuestran. Esta verdad es testificada por el Espíritu de santidad por medio de la resurrección de entre los muertos. La expresión “por la resurrección de entre los muertos” puede entenderse de dos maneras diferentes que apoyan la deidad de Jesucristo. Se puede entender en el sentido que está hablando de su propia resurrección de entre los muertos, lo cual es prueba suprema de su deidad. Pero también se puede entender en el sentido que está hablando de las varias ocasiones cuando Jesucristo levantó a personas de entre los muertos, como a la hija de Jairo, al hijo de la viuda y a Lázaro, lo cual también es una prueba de que Jesucristo es Dios. El que fue capaz de arrebatar a los muertos de sus garras es a la vez Dios y hombre en una sola, gloriosa y bendita persona, digna de toda adoración y alabanza ahora y por la eternidad. Fue por medio de Jesucristo, el Hijo de Dios, que Pablo recibió la gracia. Gracia significa un favor no merecido. Pero en el caso de Pablo y ciertamente también en nuestro caso, gracia significa un favor a pesar de merecer todo lo contrario. Pablo fue un perseguidor de la iglesia de Cristo y al hacerlo atentó contra la misma persona de Cristo, pero cuando tuvo su encuentro personal con Cristo, recibió gracia, recibió algo que no solamente no merecía sino que era lo opuesto a lo que merecía. Usted y yo también hemos fallado a Dios. También hemos atentado contra su santidad, y a pesar de ello, por medio de Jesucristo hemos hallado gracia de parte de Dios. La gracia de Dios, en el caso de Pablo, trajo algo más que la salvación eterna de su alma. Trajo el apostolado. Pablo fue enviado personalmente por Jesucristo resucitado a anunciar el evangelio en el mundo. A pesar de todo lo que Pablo fue antes de recibir a Cristo como su Salvador, fue llamado a ser apóstol de Jesucristo. Maravilloso ejemplo de la gracia y la misericordia de Dios. Tal vez ha ofendido a Dios gravemente antes de recibir a Cristo como su Salvador y el peso de la culpa le ha hecho pensar que ya no tiene oportunidad de ser utilizado por Dios en su obra. Pero no es así. El momento que recibió a Cristo como Salvador fue hecho nueva criatura. Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas. De modo que Dios está más que dispuesto a utilizarle poderosamente en su obra, pero Dios no lo hará hasta que usted esté dispuesto a ser utilizado por Dios. Como apóstol, Pablo tenía el privilegio y la responsabilidad de proclamar el evangelio de Dios a todas las naciones por amor del nombre de Cristo, incentivando la obediencia a la fe. Esto de la obediencia a la fe, puede entenderse de dos maneras igualmente válidas. La una en el sentido de recibir a Cristo como Salvador, una vez que se ha oído y se ha entendido el mensaje del evangelio. Cuando una persona oye el mensaje del evangelio, lo entiende y da el paso de recibir a Cristo como Salvador, se dice que ha obedecido a la fe. Pero la otra manera de entender esto de obedecer a la fe tiene que ver con que la genuina fe, la fe que salva, es aquella que se manifiesta en obediencia y sumisión al señorío de Cristo. Una fe que no se manifiesta en obediencia a lo que Cristo Jesús demanda, es una fe muerta y una fe muerta no tiene poder para producir salvación en el pecador. Pablo prosigue diciendo que entre las naciones en las cuales tenía que proclamar el evangelio, estaban aquellos a quienes dirige su carta, es decir los Romanos, quienes han sido llamados a ser de Jesucristo. Hasta el momento que escribió la carta a los Romanos, Pablo no había podido visitarles personalmente, pero en su corazón había un profundo interés por ellos por el solo hecho que eran llamados a ser de Jesucristo. Todo creyente es llamado a ser de Jesucristo. Esto tiene que ver con la soberana voluntad de Dios de tomar la iniciativa para salvar al pecador. Acto seguido encontramos las personas a quines se saluda y el saludo en sí mismo. Romanos 1:7 dice: “a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.” El saludo entonces va dirigido a un grupo especial de personas que habitaban en Roma. Lo que les hacía especiales es que eran amados de Dios y llamados a ser santos. Se trata de creyentes. Todo creyente es amado de Dios, es el objeto del amor de Dios. Todo creyente es llamado a ser santo. Esto tiene que ver con el hecho de que Dios lo ha escogido del mundo para ponerlo aparte para él. En cuanto al saludo en sí mismo, combina la gracia con la paz. Gracia era el saludo típico gentil. Paz era el saludo típico judío. La combinación de estos saludos ilustra que en Cristo tanto el judío con el gentil, pueden disfrutar de los beneficios que proclama el evangelio de Dios. El orden reviste especial importancia. Se necesita primero de la gracia de Dios para que el hombre pueda disfrutar de la paz con Dios y la paz de Dios. Esto nos debe hacer reflexionar sobre la imposibilidad de obtener verdadera paz aparte de la intervención directa de Dios en gracia. La fuente de la gracia y la paz es también doble. Proviene de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Al estar en el mismo plano Dios el Padre y el Señor Jesucristo, se confirma el hecho que ambos tienen la misma esencia divina. Terminando ya, de entrada percibimos que desde el mismo saludo Pablo va plantando verdades profundas relativas a la salvación por gracia mediante la fe en Cristo Jesús. Mi oración es que a medida que vayamos introduciéndonos más profundamente en el contenido de la carta a los Romanos, vayamos descubriendo muchas más verdades espirituales que nos motiven a apreciar más el evangelio de Dios.
Leave a comment