Cordiales saludos amigo oyente. Es un privilegio compartir con Ud. estos pocos minutos junto a la palabra de Dios. Estamos estudiando la epístola de Pablo a los Filipenses. En nuestro último estudio bíblico, el Apóstol nos dejó con una orden: Nada hagáis por contienda o por vanagloria. La manera de cumplir con esta orden contiene tres pasos. Primero, revestirse de humildad, segundo replantear nuestro concepto de los demás y tercero rescatar el privilegio de servir a otros. Al pensar en todo lo que esto implica, es válida la pregunta: ¿Puede un creyente cumplir con algo así? O de pronto, Dios está pidiendo algo imposible de ser aplicado en la práctica. Justamente este asunto será el tema de nuestro estudio bíblico de hoy.
Luego de exhortarnos a revestirnos de humildad, replantear nuestro concepto de los demás, estimándolos como superiores a nosotros mismos y rescatar el privilegio de servir a otros, no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Pablo nos va a dejar un gran ejemplo de cómo funciona todo esto en la practica. El caso de estudio es Cristo Jesús, El es la máxima expresión de este principio en funcionamiento. Filipenses 2:5 dice: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús»
La exhortación de Pablo va dirigida a que en cada uno de nosotros haya el sentir que hubo en Cristo Jesús. Cuando Pablo habla del sentir, está hablando de pensamientos que crean actitudes. En otras palabras. Pablo está diciendo que en cada uno de nosotros debe haber el pensamiento de Cristo Jesús, lo cual formará las actitudes que manifestó Cristo Jesús y posteriormente las acciones que manifestó Cristo Jesús.
Pensamientos forman actitudes, actitudes forman acciones. Mas adelante, el apóstol nos mostrara en detalle cuales son esos pensamientos, esas actitudes y esas, acciones.
Pero por lo pronto, para nosotros será de mucha utilidad reconocer un hecho importante. Esto de revestirse de humildad, replantear nuestro concepto de los demás y rescatar el privilegio de servir a los demás, lo cual es básicamente el sentir que hubo en Cristo Jesús, no depende de nuestro esfuerzo por conseguirlo, o de un esfuerzo de nuestra carne.
En el puro esfuerzo de la carne, jamás lograremos formar en nosotros el sentir que hubo en Cristo Jesús. El esfuerzo en nuestra carne, lo máximo que puede hacer por nosotros es llevarnos a sentirnos superiores a los demás, a pensar que los demás deben servirnos y a buscar siempre nuestro propio interés.
Para que en nosotros haya el sentir que hubo en Cristo Jesús, debemos permitir que Cristo Jesús actúe en nosotros. La mente de Cristo actuando en nosotros permitirá que tengamos el sentir que hubo en Cristo Jesús.
Muy bien, pasemos ahora a examinar cuál es el sentir que hubo en Cristo Jesús. Lo primero que notamos es Sumisión. Filipenses 2:6 dice: «el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse»
Este texto nos transporta a la eternidad pasada. Cristo Jesús tiene la forma de Dios. La expresión, forma de Dios, no se refiere a tamaño o a figura, porque Dios es Espíritu, según lo que dice Juan 4:24. El Espíritu no tiene tamaño ni figura. La palabra forma, significa la expresión externa de la naturaleza interna. Esto significa que en la eternidad pasada, Jesucristo existía como Dios.
Esto queda confirmado por lo que Pablo dice a continuación cuando afirma que Jesucristo es igual a Dios. Esta verdad no aparece solamente en este texto sino en varios otros pasajes de la Biblia. Cristo Jesús es Dios y como tal existe desde siempre y es dueño de toda la honra y la gloria que su esencia merece. Pero lo grandioso de su persona es su sumisión.
Su sumisión parte del hecho que él no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Jesucristo no pensó en si mismo sino que pensó en otros. Sometió su grandeza a la necesidad de otros. Su actitud fue de profunda, preocupación por el bienestar de los demás. Este es el sentir que hubo en Cristo Jesús. Un sentir que dice: No puedo guardar mis privilegios para mí mismo, debo someter lo que soy a las necesidades de otros.
En segundo lugar, el sentir de Cristo Jesús además de sumisión es servicio. Filipenses 2:7 dice: «sino que se despojó a si mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres»
Qué increíble, el Dios del universo, se despojó a si mismo tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Fue un acto voluntario de dejar a un lado toda la gloria que por ser Dios tenia para cubrirse con un manto de carne.
Cuando Pablo dice que Jesucristo se despojó a sí mismo no esta hablando de que dejó de ser Dios mientras estuvo en este mundo forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Cristo Jesús, Dios antes de su encarnación, durante su encarnación y después su encarnación.
El no ha dejado de ser Dios ni un solo instante su existencia. Lo único que pasó es que durante su encarnación, voluntariamente se despojó o cedió su derecho de manifestar su gloria como Dios. Ya no era en forma de Dios sino en forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Que durante su encarnación siguió siendo Dios lo sabemos porque él mismo lo dijo en varias ocasiones y porque hizo algunas obras que solamente Dios las puede hacer.
¿Quién puede convertir agua en vino? ¿Quién puede alimentar a cinco mil personas con solo cinco panes de cebada y dos pececillos? ¿Quién puede calmar el viento y el mar con solo una orden? ¿Quién puede resucitar a un muerto que estuvo 4 días en una tumba? Solamente Dios.
Jesucristo jamás dejó de ser Dios mientras estuvo en forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Pero note la grandeza de lo que hizo Jesucristo. No se aferró al hecho de ser igual a Dios, sino que voluntariamente se despojó de su gloria tomando forma de siervo, porque solo así podía ser útil a los demás. Como siervo vino a este mundo para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
En cierta ocasión, Jesús y sus discípulos se reunieron en el aposento alto para celebrar la pascua. En aquel tiempo, la costumbre era que un esclavo lavara, los pies cubiertos de polvo de las personas que llegaban a una casa. En el aposento alto no había un esclavo que lavara los pies de la gente que allí estaba reunida. Qué hizo Jesucristo, aquel que siendo en forma de Dios se despojó a si mismo tornando forma de siervo, hecho semejante a los hombres.
Dice el relato bíblico que se levanto, se despojó de su manto, tomo una toalla, se la ciño, puso agua en un lebrillo y de uno en uno procedió a lavar los pies a sus discípulos. Tomó el lugar del esclavo. Cristo Jesús es más que todos los que allí estaban, porque él es Dios, sin embargo de ello, se sometió a los discípulos y se humilló al punto de ser su esclavo.
Este es el sentir que hubo en Cristo Jesús. Así que el sentir que hubo en Cristo Jesús era sumisión, cuando no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, y también servicio cuando se despojo a si mismo, tornando forma de siervo, hecho semejante a los hombres para servir a los hombres y dar su vida en rescate por muchos.
En tercer y último lugar, el sentir que hubo en Cristo, además de sumisión y servicio es sacrificio, Filipenses 2:8 dice: «y estando en la condición de hombre, se humillo a si mismo, haciéndose; obediente hasta la muerte, y muerte de cruz»
Qué cuadro tan descriptivo del sentir de Cristo Jesús. Note el descenso. Siendo Dios, se hizo hombre. Siendo hombre se hizo siervo, siendo siervo fue a la cruz, la forma de muerte más despreciable que el mundo haya conocido. La Biblia mismo lo dice: Maldito todo el que es colgado en un madero. Si quisiéramos describir con una sola palabra todo esto, quizá la mejor palabra seria: Sacrificio.
Cristo Jesús se sacrificó a si mismo por el bien de otros. Solo así pudo pagar lo que Ud. y yo merecíamos como pecadores condenados. Por medio de su sacrificio logramos lo que él quiso para nosotros, la salvación de la condenación por nuestros pecados.
¿Cuál es el sentir que hubo en Cristo Jesús? En resumen: Sumisión, Servicio y Sacrificio.
Este el sentir que debe haber en nosotros. Jamás pensemos que somos superiores a los demás. Sometamos lo que somos al bienestar de los demás. Jamás pensemos que el servicio a los demás es algo despreciable. Si nos hemos sometido a los demás debemos estar dispuestos a servir. Jamás pensemos que el servicio no demanda sacrificio. Estemos dispuestos a sacrificarnos por los demás. Cristo Jesús vivió a la perfección todos estos principios y nos dejó un ejemplo para que nosotros también lo vivamos.
Si permitimos que Cristo actúe en nosotros podremos sométenos a los demás, servir a los demás y sacrificarnos por los demás.
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