Cordiales saludos amiga, amigo oyente. Gracias por su sintonía. Estamos estudiando el libro de Daniel. En nuestro último estudio bíblico hicimos una breve introducción al libro. Hoy comenzamos a analizar su contenido. Le invito a examinar lo que Dios quiere comunicarnos por medio de su palabra.
El libro de Daniel tiene dos partes. La primera es principalmente histórica, aunque la profecía no está ausente y comprende los capítulos 1 al 6. La segunda es principalmente profética y comprende los capítulos 7 al 12. Al entrar al capítulo primero de Daniel estamos entrando a la parte histórica del libro. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Daniel 1 versículos 1 y 2. La Biblia dice: En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió.
Dan 1:2 Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios.
En este corto pasaje bíblico, se condensa una cantidad de eventos que desembocaron en la manera como Daniel comienza el relato en su libro. Tal vez un buen punto de partida sea lo que constituye la esencia de lo que se conoce como el pacto palestino de Deuteronomio 28-30 en el cual se promete bendición si Israel se somete a la ley de Moisés y maldición si Israel no se somete a la ley de Moisés. Parte de las maldiciones de este pacto aparecen en Deuteronomio 28:36-37 donde dice: Jehová te llevará a ti, y al rey que hubieres puesto sobre ti, a nación que no conociste ni tú ni tus padres; y allá servirás a dioses ajenos, al palo y a la piedra.
Deu 28:37 Y serás motivo de horror, y servirás de refrán y de burla a todos los pueblos a los cuales te llevará Jehová.
Sabiendo perfectamente esto que Dios había anunciado, obstinadamente el pueblo de Israel desobedeció la palabra de Dios dada por medio de Moisés y fue así como el reino de Israel se dividió después del reinado de Salomón. Diez de las doce tribus formaron lo que se llamó Israel y escogieron a Samaria como capital. Dos de las doce tribus formaron lo que se llamó Judá y mantuvieron a Jerusalén como capital. Las diez tribus del Norte persistieron en su rebeldía contra Dios, y recibieron lo que Dios había prometido en el pacto palestino. En el año 722, las diez tribus del Norte fueron conquistadas por el imperio Asirio, y los pocos que conservaron la vida fueron obligados a mezclarse con los pueblos que los conquistaron. Pero a pesar de tener espejo en donde mirarse, como dice el refrán, las dos tribus del Sur, Judá, no abandonaron su mal camino y también persistieron en su desobediencia a la palabra de Dios. Por este motivo, Dios cumplió con lo que prometió en el pacto palestino. En esa época reinaba sobre Judá un rey que se llama Joacim, hijo de uno de los pocos relativamente buenos reyes de Judá que se llamaba Josías. Joacim no imitó en absoluto a su padre y esto fue la última gota que colmó el vaso de la paciencia de Dios. Note lo que dice 2 Crónicas 36:5-7 Cuando comenzó a reinar Joacim era de veinticinco años, y reinó once años en Jerusalén; e hizo lo malo ante los ojos de Jehová su Dios.
2Ch 36:6 Y subió contra él Nabucodonosor rey de Babilonia, y lo llevó a Babilonia atado con cadenas.
2Ch 36:7 También llevó Nabucodonosor a Babilonia de los utensilios de la casa de Jehová, y los puso en su templo en Babilonia.
Nabucodonosor llegó a ser el rey del imperio más poderoso de su época. Dios usó a este hombre para que se cumpla su palabra de llevar al cautiverio a las desobediente Judá. Este triste episodio para Judá aconteció el año 605 AC. Además del rey de Judá y algunos príncipes, dentro de los cuales se encontraba Daniel, Nabucodonosor se llevó parte de los utensilios del templo de Jerusalén y los puso como ofrenda en el templo del dios pagano en Babilonia. Nabucodonosor pensaba que el triunfo de Babilonia contra Judá se debía a la obra del dios pagano de Babilonia, quien se llamaba Marduk. Note amigo oyente como el pecado del pueblo de Dios, no sólo afecta a quien lo comete sino que también hace que el nombre de Dios sea blasfemado. Con Joacim en el exilio, el reinado de Judá fue otorgado a su hijo de apenas ocho años, quien se llamaba Joaquín. En pocas palabras 2 Crónicas 36:9-10 resume el gobierno de este rey de Judá. Dice así: De ocho años era Joaquín cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén; e hizo lo malo ante los ojos de Jehová.
2Ch 36:10 A la vuelta del año el rey Nabucodonosor envió y lo hizo llevar a Babilonia, juntamente con los objetos preciosos de la casa de Jehová, y constituyó a Sedequías su hermano por rey sobre Judá y Jerusalén.
Este episodio ocurrió en el año 597 AC. Una vez más la ciudad de Jerusalén fue destruida, y Nabucodonosor se llevó a la madre del rey, los utensilios del templo de Jerusalén y un segundo grupo de cautivos. Nabucodonosor constituyó a Sedequías, hermano de Joaquín, como el nuevo rey de Judá. La vida de Sedequías y la gente de confianza que estaba en el gobierno fue de continua maldad. Inclusive Sedequías se rebeló contra Nabucodonosor quien le había constituido como rey. En su ira, Dios castigó terriblemente a Sedequías y en el año 586 la ciudad de Jerusalén fue puesta en ruinas, se destruyó el templo, se derribó el muro de la ciudad, se mató a mucha gente, se llevó el resto al cautiverio y se tomó lo poco que quedaba de los utensilios del templo de Jerusalén. 2 Crónicas 36:17-20 dice: Por lo cual trajo contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en la casa de su santuario, sin perdonar joven ni doncella, anciano ni decrépito; todos los entregó en sus manos.
2Ch 36:18 Asimismo todos los utensilios de la casa de Dios, grandes y chicos, los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa del rey y de sus príncipes, todo lo llevó a Babilonia.
2Ch 36:19 Y quemaron la casa de Dios, y rompieron el muro de Jerusalén, y consumieron a fuego todos sus palacios, y destruyeron todos sus objetos deseables.
2Ch 36:20 Los que escaparon de la espada fueron llevados cautivos a Babilonia; y fueron siervos de él y de sus hijos, hasta que vino el reino de los Persas;
Así fue como se cumplió la palabra que Dios había dado a su pueblo. El pueblo de Israel tuvo que pasar setenta años en el exilio. De esta triste historia del pueblo escogido de Dios podemos aprender lecciones útiles para nuestra vida. La primera es que el pecado parece muy atractivo a primera vista, pero cuando se lo comete, produce una secuela de angustia, dolor y destrucción. Dios sabe sobre esto y por eso de diversas maneras nos exhorta a no cometer pecado. La segunda lección que podemos aprender es que el pecado en algún momento nos alcanzará. A veces cometemos algo que sabemos que no debemos hacer y no vemos ninguna consecuencia inmediata. Esto nos suele llevar a pensar que podemos pecar todo lo que queramos y no va a haber ninguna consecuencia. Pero esto es un engaño, porque en algún momento vamos a ver las consecuencias de nuestro pecado. No podemos burlarnos de Dios. Gálatas 6:7 dice al respecto: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
La tercera lección que podemos aprender es que el pecado que cometemos no sólo nos afecta a nosotros sino que hace que el nombre de Dios sea blasfemado por sus enemigos. Si tuviéramos más conciencia sobre esto, pensaríamos no sólo dos veces antes de pecar sino millón veces, porque no hay nada más santo y majestuoso que la persona de Dios y ¡Ay! De aquel que sea la causa para que su nombre sea blasfemado. Volviendo al texto en Daniel, tiene sentido lo que allí leemos. Fue en el año 605 AC en el tercer año del reinado de Joacim, rey de Judá, cuando vino Nabucodonosor, futuro rey de Babilonia, a Jerusalén y la sitió. Nabucodonosor fue el instrumento en la mano de Dios para castigar a Judá. Fue en realidad Jehová, el Señor, quien entregó en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, a Joacim, rey de Judá, juntamente con un grupo de jóvenes príncipes, dentro de los cuales se encontraba Daniel. Nabucodonosor tomó también parte de los utensilios que se usaban en el templo de Jerusalén para realizar los ritos establecidos en la ley de Moisés. Como si fueran trofeos de guerra, Nabucodonosor puso estos utensilios en la casa del tesoro del dios pagano en Sinar o Babilonia. A partir de este momento se va desenvolviendo una maravillosa historia de fidelidad a Dios y la obra magistral de Dios por medio de Daniel, lo cual será tema de nuestros próximos estudios bíblicos. Al cerrar este estudio bíblico, no olvide amable oyente el resultado catastrófico del pecado. No ceda a la tentación a pecar. Si Usted ya es un hijo de Dios, Usted tiene todo lo que necesita para decir: No, a cualquier tentación a pecar no importa cuán fuerte sea. Si este momento está siendo tentado insistentemente por alguna tentación que es especialmente poderosa en su vida, resístala sabiendo que si cede, tendrá que pagar toda una vida de sufrimiento por solo un instante de placer prohibido.
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