Cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Doy gracias a Dios por la oportunidad de estudiar el libro de Efesios, en la serie titulada: Las Maravillas de la Gracia de Dios. En el estudio bíblico anterior, tratamos acerca del propósito de los hombres dotados que fueron dados como dones o regalos por el Señor Jesucristo a Su iglesia. Este propósito tiene que ver con equipar a los creyentes para que hagan su parte en la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo que es su iglesia. Al final de nuestro último estudio bíblico se hizo una pregunta: ¿Está usted edificando el cuerpo de Cristo? Tal vez algunos de los amigos oyentes no sabían como responder honestamente esta pregunta, sencillamente porque no sabían como se manifiesta esto de estar edificando el cuerpo de Cristo. Así que, ¿Qué tal si dejamos que la palabra de Dios nos muestre como se manifiesta esto de estar edificando el cuerpo de Cristo?
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Efesios capítulo 4, versículos 13 a 16. En este pasaje bíblico vamos a ver cuatro evidencias de alguien que está edificando el cuerpo de Cristo. ¿Cómo saber si usted está edificando el cuerpo de Cristo? Pues, por las evidencias que deben manifestarse en su vida. La primera evidencia es una semejanza a Cristo. Efesios 4:13 dice: hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
En este versículo se presenta la meta que todo creyente debe tratar de lograr. La evidencia de que está edificando el cuerpo de Cristo, es su anhelo por alcanzar esa elevada meta. La meta ha sido expresada en términos de llegar a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios. La unidad en cuestión es en la fe en Cristo. Esto implica una confianza plena en Él aparte de cualquier otra cosa. La unidad implica también un conocimiento profundo, experimental, de Jesucristo. A continuación, el texto pasa a ampliar el mismo concepto. Un creyente que ha llegado a la unidad de la fe y conocimiento del Hijo de Dios es un varón perfecto, esto significa que es una persona que ha crecido espiritualmente hasta llegar a su madurez plena. Este crecimiento es hasta la estatura de la plenitud de Cristo. ¿Qué significa esto? Significa que el creyente ha tomado posesión de todas las gracias que Jesucristo tiene para impartir, o dicho en otras palabras, está disfrutando de toda riqueza espiritual que posee en Cristo. La segunda evidencia de alguien que está edificando el cuerpo de Cristo es una solidez en su doctrina. Efesios 4:14 dice: para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,
Un creyente que ha llegado a la madurez espiritual manifiesta solidez en lo que cree. Por el contrario, un creyente que no ha madurado espiritualmente manifiesta incertidumbre en su fe. El creyente maduro no es como un niño fluctuante llevado de aquí para allá de toda novelería religiosa que aparece, por las prácticas religiosas que están de moda. Hoy en día somos testigos de una cantidad impresionante de charlatanes religiosos que están prestos para devorar a los creyentes inmaduros y hacerlos parte de sus filas con protervos fines. Me quedé asombrado de la enseñanza de un falso maestro que entre sus postulados está que la culpa por el pecado ya fue pagada por Cristo en la cruz, de manera que el creyente puede pecar lo que quiera y nada le va a pasar. Se cuentan por miles la cantidad de creyentes inmaduros que sin pensarlo dos veces siguen con entusiasmo a este falso maestro. Son niños fluctuantes llevados por doquiera de todo viento de doctrina, pero el creyente maduro manifiesta solidez en lo que cree porque se fundamenta en lo que la Biblia dice y fácilmente reconoce la falsa doctrina y se aparte de ella. El apóstol Pablo indica además el método que utilizan los falsos maestros para arrastrar en el error a los creyentes inmaduros. Sus métodos no son nada dignos, por eso el apóstol Pablo los calificó como lobos rapaces en Hechos 20:29 donde se lee lo siguiente: Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
Estos lobos rapaces usan estratagemas de hombres para engañar. La palabra griega que se ha traducido como estratagema se podría también traducir como truco. Los falsos maestros engañan por medio de trucos y ¿quiénes son los que caen en el engaño? Pues los niños fluctuantes, o los creyentes inmaduros. Cuando era niño me fascinaba ver las cosas que realizaban los magos para divertir a los niños. Es tan fácil engañar a un niño. Pero cuando crecí, aprendí que sacar conejos de un sombrero no es magia sino un truco del mago. La madurez hace posible reconocer los trucos para no caer en el engaño. Los falsos maestros realizan sus trucos y muchos creyentes inmaduros van embelesados detrás de ellos. Estos lobos rapaces realizan su trabajo con astucia. La palabra que se ha traducido como astucia, significa literalmente: carecer de escrúpulos para lograr sus fines. Cuando los falsos maestros atacan, siempre ejecutan una táctica cuidadosamente planificada, pues esto es lo que significa la frase “artimañas del error” Pero el creyente maduro detecta fácilmente estos métodos de los falsos maestros por cuanto aquel que edifica el cuerpo de Cristo manifiesta solidez en lo que cree. La tercer evidencia de alguien que está edificando el cuerpo de Cristo es un seguimiento de la verdad. Efesios 4:15 dice: sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,
Lejos de seguir el engaño de los falsos maestros, el creyente maduro sigue la verdad en amor. Verdad y amor van siempre juntos. Verdad sin amor es crueldad y amor sin verdad es hipocresía. El seguir la verdad en amor produce crecimiento. Este crecimiento es en Cristo quien es la cabeza. Esto significa que Cristo es la fuente de la cual proviene la gracia o el poder que hace posible que el creyente crezca. Cristo también es el objeto o la meta hacia donde debe apuntar el crecimiento del creyente. La cuarta y última evidencia de alguien que está edificando el cuerpo de Cristo es un servicio a los demás. Efesios 4:16 dice: de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
Cristo es la cabeza del cuerpo que es la iglesia. Este cuerpo está formado por todas las coyunturas, esto es, por cada uno de los creyentes. Estas coyunturas se ayudan mutuamente, cada uno de los creyentes ayuda al otro y recibe ayuda de otros. Esta ayuda es según la actividad propia de cada miembro, esto es, según el don de cada uno. Un funcionamiento así, produce un cuerpo bien concertado y unido entre sí. Esta frase, unido entre sí, literalmente significa “entretejido” Los miembros del cuerpo, esto es los creyentes, estamos entretejidos para formar un solo cuerpo armónico, bien concertado. Cada miembro del cuerpo recibe así su crecimiento para ir edificándose en amor. Qué importante es pensar que cada creyente es un medio para que otros creyentes reciban su crecimiento proveniente de la cabeza del cuerpo, que es Cristo. Cuando un creyente deja de crecer no solamente sufre él mismo sino también afecta negativamente a muchos otros creyentes, con quienes tiene contacto, los cuales, debido a la debilidad de ese creyente, no reciben el crecimiento que podría recibir si ese creyente también estuviera creciendo. El servir a los demás se torna entonces en un ir edificándose en amor. Hemos visto las evidencias de alguien que está edificando el cuerpo de Cristo. ¿Está su vida mostrando estas evidencias? Si no, le invito a evaluar su compromiso con el Señor y hacer los cambios que sean necesarios. Que el Señor le bendiga.
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