Qué gozo saludarle amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. El tema de esta serie es la mayordomía cristiana y dentro de ello, estamos tratando acerca de la mayordomía del dinero y los bienes materiales. Hemos mencionado que el dinero y los bienes materiales pueden ser una fuente de maldición o una fuente de bendición. Todo depende de la actitud que tengamos hacia ello y las acciones que tomemos conforme a esa actitud. Una buena manera de hacer del dinero y los bienes materiales una fuente de bendición es honrando al Señor con ellos. De esto justamente trata el estudio bíblico de hoy.
La Biblia dice: Honra a Jehová con tus bienes y con las primicias de tus frutos. Este mandamiento de la Biblia presenta más interrogantes de lo que podríamos imaginar y quizá sea por eso que frecuentemente es pasado por alto por muchos creyentes. Con la finalidad de apreciar mejor el privilegio de honrar al Señor con nuestros bienes me gustaría compartir con usted algunos principios extraídos de la palabra de Dios. En primer lugar, el honrar a Jehová con los bienes, es una muestra de sinceridad de nuestro amor, tanto al Señor como a los que son amados por el Señor. Durante el primer siglo, sobrevino una hambruna a la región de Judea y como consecuencia de ello, tanto creyentes como incrédulos atravesaron por momentos de extrema necesidad. Ante esta situación, algunas iglesias, entre las que estaban las de Macedonia, decidieron levantar una colecta para aliviar la difícil situación económica de los hermanos en Judea. A pesar de ser muy pobres, dice el Nuevo Testamento que estos creyentes abundaron en riquezas de su generosidad. Pablo el apóstol observó esto con mucho detenimiento, y mire lo que dijo a los creyentes de Corinto, y también a nosotros, en 2 Corintios 8:8 No hablo como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la sinceridad del amor vuestro.
Pablo sabía que no es prudente ordenar a los creyentes de Corinto que ofrenden al Señor y a los hermanos necesitados de Judea. Por eso, por medio del ejemplo de los creyentes de las iglesias de Macedonia, más bien quiere poner a prueba la sinceridad del amor de ellos. Los creyentes de Corinto seguramente decían: Nosotros amamos al Señor y también amamos a los hermanos. Pablo les dice: Muy bien, demuestren la sinceridad de esa declaración. Aquí está la prueba. Si ustedes son sinceros en esto del amor al Señor y a los hermanos, entonces deben hacer lo mismo que hicieron los creyentes de Macedonia, quienes dieron conforme a sus fuerzas y aun más allá de sus fuerzas. Qué importante que es esto, amable oyente. Nosotros también afirmamos que amamos al Señor y a los hermanos, pero cuando pasa ante nosotros el plato o la bolsa donde se recoge la ofrenda, buscamos el billete o la moneda de menor valor para dar al Señor. Esta es una prueba de que nuestro amor al Señor y a los hermanos no es más que un mero enunciado vacío de realidad práctica. Que no seamos como aquel creyente que cada domingo llegaba al culto justo cuando comenzaba la predicación. Cansado de este comportamiento, un día, un hermano en la fe con quien había una relación de mutua confianza le dijo: ¿Por qué siempre llegas solamente para el sermón? La respuesta fue: Porque así me libro de tener que dar la ofrenda. Honrar al Señor con los bienes es una forma de mostrar la sinceridad de nuestro amor al Señor y a los hermanos. En segundo lugar, amable oyente, honrar al Señor con los bienes es una muestra de nuestro compromiso con los que están en necesidad. Cuando Dios nos conduce a mirar alguna necesidad de alguien en la familia de la fe, debemos responder dando al Señor para satisfacer esa necesidad. Eso fue lo que pasó en los albores de la iglesia cristiana. En cierto momento se abatió una hambruna sobre la región de Judea, donde estaba la iglesia de Jerusalén. Hechos 11:28 lo relata de esta manera: Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio.
La necesidad era muy obvia. Los creyentes de Jerusalén estaban al borde mismo de la inanición. Dios mostró esta necesidad a una naciente iglesia en Antioquía. Quizá ellos pudieron haber dicho: Bueno, nosotros somos pobres, y la necesidad de los hermanos en Judea es tan grande, que no podemos hacer nada a favor de ellos. Vamos a orar para que Dios les provea para satisfacer su necesidad. Si hubieran hecho esto, no hubieran estado actuando maduramente. Veamos qué es lo que hicieron. Hechos 11:29-30 dice: Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea;
Act 11:30 lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.
Note amable oyente. Todos los creyentes de esa naciente iglesia sintieron el compromiso hacia sus hermanos necesitados de Judea y conforme a lo que tenían, es decir, unos más porque tenían más y otros menos porque tenían menos, dieron al Señor de sus bienes para aliviar la angustiosa situación de esos hermanos de Judea. La ofrenda se entregó a los ancianos de la iglesia en Jerusalén para que sean ellos quienes la repartan entre los necesitados de la iglesia. Honrar al Señor con los bienes es una manera de identificarnos con las necesidades de los demás. Qué triste que con muchos de nosotros no acontece así. Actuamos como los creyentes a quienes reprendió Santiago en Santiago 2:15-16 donde leemos: Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,
Jas 2:16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
Gran pregunta, ¿verdad? ¿De qué sirve a una persona necesitada de lo más básico, que le digamos: Que el Señor te bendiga, yo voy a orar por ti, cuando pudiendo ayudar con nuestros bienes no lo hacemos? Juan fue muy severo criticando esto y escribió lo siguiente en 1 Juan 3:17-18 donde dice: Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?
1Jn 3:18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
En tercer lugar, honrar al Señor con nuestros bienes es una muestra de que tenemos nuestras prioridades en orden. El dinero y los bienes materiales tienen una rara habilidad para erigirse como lo más importante en nuestras vidas y así se tornan en nuestro ídolo. Este fue el problema del joven rico de Mateo 19. Un día, este joven se acercó a Jesús y le hizo una pregunta crucial: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? La respuesta de Jesús básicamente se orientó a mostrar a este joven rico que si alguien quiere tener la vida eterna debe ser tan perfecto como Dios. El joven rico, al menos en su opinión, estaba muy cerca de esto, quizá le faltaba sólo un poquito, tal vez pensaba. ¿Qué más me falta? Preguntó a Jesús. Jesús entonces le respondió: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven y sígueme. Oyendo el joven rico esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Jesús no estaba enseñando a este joven que para tener la vida eterna es necesario hacer buenas obras, como vender lo que uno tiene y darlo a los pobres. La Biblia es clara al mostrar que la vida eterna es un regalo de gracia que se recibe por fe en la persona y obra de Cristo. Lo que Jesús hizo fue mostrar a este joven rico que tenía sus prioridades invertidas. Para el joven rico, sus riquezas eran lo más importante, más importante que Dios mismo y definitivamente no tenía la más mínima disposición a renunciar a ellas. Su dios eran las riquezas y en esas condiciones no podía tener la vida eterna. Pero cuando honramos al Señor con nuestros bienes, estamos mostrando que el dinero y los bienes en general no son lo más importante en nuestras vidas, porque lo estamos dando a quien ciertamente es lo más importante en nuestras vidas, es decir la persona de Dios. ¿Qué es lo más importante en su vida, amable oyente? ¿Le gustaría saberlo? Es muy sencillo. Mire lo que ha dado al Señor el mes pasado. Si fue lo que el Señor merece, entonces tiene sus prioridades correctas, pero si no fue lo que el Señor merece, entonces a lo mejor usted, al igual que el joven rico, tiene sus prioridades invertidas. El honrar al Señor con nuestros bienes muestra que tenemos nuestras prioridades correctas. En nuestro próximo estudio bíblico continuaremos con este tema.
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