Es una bendición para nosotros compartir este tiempo con Usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy con David Logacho. Estamos estudiando el libro de Malaquías en la serie titulada: Malaquías, un llamado a vivir piadosamente en medio de un mundo de impiedad. El tema de hoy es el divorcio.
El divorcio es uno de los síntomas más notorios de una sociedad sumida en su propio pecado.
Existen lugares en el mundo donde el índice de divorcios iguala y hasta supera el índice de matrimonios.
El divorcio es catalogado como la manera más fácil de resolver un conflicto matrimonial. Esta forma de pensar no es en absoluto nueva. Ha estado presente prácticamente desde que el pecado hizo su entrada en el mundo.
Durante el tiempo que Jesús estuvo en este mundo, el divorcio era lo más normal de la vida en el mundo griego, en el mundo romano y en el mundo judío.
Entre los judíos había connotados maestros, digamos rabinos, que estaban convencidos y así enseñaban, de que cualquier motivo es buen motivo para poner una carta de divorcio en manos de una esposa y despedirla de la casa.
Entre los motivos legítimos para el divorcio, según estos rabinos, estaba el que la esposa haya echado a perder la cena del esposo al poner demasiada sal en la sopa, o que la esposa salió a la calle sin compañía, o que la esposa sonrió a un extraño, o que al esposo no le gusta la suegra, o que simplemente el esposo se fijó en una mujer más atractiva que su esposa.
En otras palabras, cualquier cosa, era motivo válido para un divorcio. No es extraño entonces que en la época de Malaquías el divorcio también haya estado a la orden del día. Dios por tanto nos dará su opinión autorizada acerca del divorcio.
El hombre podrá tener su opinión propia sobre el divorcio, y esto normalmente será motivo para ardientes polémicas, pero en fin de cuentas, lo que interesa no es lo que el hombre dice sobre este tema, sino lo que Dios dice sobre este tema.
De modo que dejemos que sea Dios, por medio de su palabra, quien nos hable sobre este asunto. Para ello, vamos a buscar en nuestras Biblias el libro de Malaquías, capítulo 2 versículos 13 a 16.
En este pasaje bíblico, Dios por medio de Malaquías nos hablará acerca de una realidad, un reclamo y una recomendación. Vayamos a lo primero. Una realidad. Malaquías 2:13 dice: “Y esta otra vez haréis cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano.”
Dios está confrontando al pueblo por su pecado. En el pasaje inmediatamente anterior, Dios confrontó el pecado de unirse en yugo desigual con los incrédulos. Ahora va a confrontar otro pecado del pueblo. Este pecado se llama divorcio. Los israelitas estaban divorciándose de sus esposas judías, para volver a casarse quizá con otras mujeres judías, pero preferentemente con mujeres paganas.
Como el divorcio estaba de moda y todos lo hacían, les parecía que no hay ningún problema con eso. Tal vez inclusive pensaban que Dios aprobaba y bendecía el divorcio, como muchos piensan hoy en día. Por eso es que, como si nada hubiera pasado, seguían yendo al templo, seguían cumpliendo con los ritos religiosos y seguían ofreciendo sacrificios a Dios.
Los sacerdotes que ofrecían los sacrificios sobre el altar, no solo sabían lo que estaba aconteciendo con el pueblo, sino que ellos mismos estaban cometiendo la misma falta.
Sin embargo, la realidad era que Dios se resistía a aceptar con gusto las ofrendas de esas manos manchadas con el pecado de divorcio. Al saber que Dios no estaba recibiendo con agrado los sacrificios que estaban ofreciendo a Dios, el pueblo y más directamente los sacerdotes, porque sólo ellos podían acercarse al altar del sacrificio, estaban inundando el altar con sus lloros y lamentos.
Pero a pesar de los lloros y los lamentos, Dios no estaba aceptando con agrado sus sacrificios. Eran lágrimas y lamentos hipócritas que pretendían esconder la maldad de sus corazones.
Lo mismo pasa hoy en día. La gente guarda en su corazón pecado y pretende que Dios oiga y conteste sus oraciones. Pero Dios no se agrada de este tipo de oraciones. El salmista lo entendió muy bien cuando en Salmo 66:18 dijo: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado.”
Así que la realidad con el pueblo de Israel en los días de Malaquías era que Dios no estaba aceptando sus ofrendas, a pesar que las presentaban con llanto y clamor, por cuanto el pueblo estaba en pecado. El pecado de divorcio.
Pero además de una realidad, tenemos también un reclamo. Aquí es donde Dios va a poner nuevamente el dedo en la llaga. Malaquías 2: 14 hasta la primera parte del versículo 16 dice: “Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos.”
En su reclamo, Dios desnuda la hipocresía de los israelitas. Por afuera aparentaban que todo estaba bien con Dios. Seguían ofreciendo sacrificios como siempre lo habían hecho, a pesar que su corazón estaba totalmente alejado de Dios a causa de haber adoptado el divorcio como algo normal.
En su ceguera espiritual, con un aire de mofa e insolencia, los judíos preguntan a Dios: ¿Por qué? Como recriminando a Dios por no aceptar sus sacrificios. Eran como cuando un niño hace algo malo y viendo que su padre se dispone a la disciplina correctiva, dice: ¿Por qué? ¿Qué derecho tienes de hacerlo? Dios por tanto va a sacar a la luz la grave falta que los israelitas estaban cometiendo.
Dios se pone como testigo ante un tribunal, donde está siendo procesado un israelita quien se había divorciado de su esposa. A esto se refiere la frase que dice: Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud. Como testigo veraz, Dios afirma que ese israelita ha sido desleal con la mujer de su juventud, a pesar que ella fue su compañera y la mujer con quien ese Israelita hizo un pacto.
Desleal es la traducción de un verbo hebreo cuya raíz viene de la acción de cubrirse con un manto y de allí significa actuar encubiertamente, traicioneramente, infielmente. Qué manera más precisa de describir lo que es un divorcio a los ojos de Dios.
Es deslealtad, es traición, es infidelidad. Cuando un Israelita se casaba hacía un pacto ante Dios por el cual se comprometía a estar junto a su esposa en salud o enfermedad, en dicha o en tristeza, en riqueza o en pobreza.
Pero cuando ese israelita escribía una carta de divorcio y la ponía en manos de su esposa estaba traicionando el pacto que había hecho ante Dios. A su modo de ver, ese israelita a lo mejor pensaba que tenía buenas razones para divorciarse de su esposa, pero eso no tiene ningún peso ante Dios, a los ojos de Dios ese israelita había sido infiel a los votos expresados en el pacto matrimonial.
Haciendo referencia a la institución del matrimonio, por el cual Dios hace de dos uno, Malaquías hace notar al pueblo de Israel que Dios creó una mujer para un hombre. A pesar que Dios tenía el poder de otorgar vida y crear más de una mujer para un hombre, no lo hizo. Creó una mujer para un hombre.
Todo esto para que sirva de modelo para las generaciones futuras. La poligamia, el divorcio y el matrimonio con mujeres paganas van en contra de lo que Dios ha establecido como modelo para el matrimonio. Por eso es que Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio o el divorcio. Dios aborrece tanto que un israelita se divorcie, que lo compara con un hombre que cubre de iniquidad su vestido.
El cuadro es muy descriptivo. Hace pensar en un asesino que es atrapado porque la sangre de su víctima ha manchado su vestido.
Por último, en este pasaje bíblico encontramos una recomendación. Por dos ocasiones, Dios llama al pueblo de Israel a un arrepentimiento. La última parte de Malaquías 2:15 dice: “Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer e vuestra juventud”
También en la última parte de Malaquías 2:16 dice: “Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.”
Es otra forma de decir: Tengan cuidado. Con todo su corazón comprométanse a no ser desleales o traidores, o infieles con la esposa con quien se casaron siendo jóvenes. Esta recomendación debe grabarse en nuestro corazón amable oyente.
El divorcio atenta contra el modelo de Dios para el matrimonio. El divorcio es una manifestación extrema de deslealtad, de infidelidad, de engaño. Siempre habrá quienes lo defiendan y para quienes, es la única salida a un conflicto matrimonial. Pero sobre el criterio de la gente se levanta imponente el criterio de Dios cuando dice: Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio.
Si está considerando la posibilidad de divorciarse y si tiene temor de Dios, por favor no lo haga. Busque la dirección de Dios para encontrar alguna otra salida al conflicto matrimonial. No agrave las cosas con el divorcio. El divorcio no resuelve nada pero complica todo.
Si ya se ha divorciado, reconozca que ha cometido algo que Dios aborrece, confiéselo al Señor y reciba su perdón. Quizá es lo máximo que puede hacer, por cuanto el divorcio ha acabado ya con su matrimonio. Dios por medio de Malaquías, hace un fuerte llamado a rechazar el divorcio, aun cuando el mundo ve al divorcio como algo deseable.
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