Saludos cordiales amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el tema de la mayordomía cristiana y dentro de ello, la mayordomía del dinero y las posesiones. Ya hemos visto que todo se sustenta en las actitudes que tengamos hacia el dinero y las posesiones. Las actitudes bíblicas sobre el dinero y las posesiones tienen que ver con que la riqueza pertenece a Dios, que la riqueza es un don de Dios, que ser rico no es pecado y que ser pobre no es pecado. La Biblia también nos habla de la forma ilegítima de acumular riqueza y de la forma legítima de acumular riqueza. Esto último fue el tema de nuestro estudio bíblico anterior. En esta ocasión, vamos a tratar el asunto del efecto de la riqueza en el ser humano.
El Dr. Woodrow Kroll, en su libro titulado: Un Enfoque Bíblico sobre el Dinero, afirma que el dinero cambia de manos, pero también cambia a las personas, puede ser una bendición o una maldición, dependiendo de nuestra actitud hacia él, o de la forma como lo usamos. Sin lugar a dudas, amable oyente, que esta penetrante declaración tiene mucho sentido. El dinero, como tantas otras cosas en la vida, tiene la facultad de edificar o construir. Centremos nuestra atención en como el dinero afecta negativamente a la persona. En primer lugar, el dinero puede volver orgullosa a una persona. Mucha gente que ha recibido el regalo inmerecido de Dios llamado riqueza, piensa que todo lo que tiene ha sido resultado de su brillante intelecto o de su extraordinaria habilidad para los negocios y en consecuencia se torna orgullosa. Este orgullo hace que el rico se aísle de los menos afortunados y mire con desdén a los que no están a la altura de sus logros. Esta actitud va en contra de lo que ya hemos mencionado en alguno de nuestros estudios bíblicos pasados sobre este tema, porque, como hemos dicho, la riqueza no pertenece al hombre sino a Dios y quien es rico no es porque merece ser rico sino porque Dios en su soberanía ha decidido hacerle rico. Vistas así las cosas, no debería haber razón alguna para que el rico se sienta orgulloso de sí mismo o jactancioso por ser rico y mire por debajo del hombro a los que no han recibido lo mismo que él. El padre de todo orgullo es el diablo, amable oyente, y fue justamente el orgullo por lo que había recibido, lo cual arrastró a Satanás a su propia ruina. Mire usted por ejemplo la actitud de un poderoso del pasado, a quien la Biblia llama el príncipe de Tiro, quien no debe confundirse con el rey de Tiro, lo cual se refiere a Satanás. Observe lo que dice Ezequiel 28:4-5 sobre el príncipe de Tiro. Con tu sabiduría y con tu prudencia has acumulado riquezas, y has adquirido oro y plata en tus tesoros.
Eze 28:5 Con la grandeza de tu sabiduría en tus contrataciones has multiplicado tus riquezas; y a causa de tus riquezas se ha enaltecido tu corazón.
He aquí, un hombre muy rico, quien no reconoció que su riqueza fue un don inmerecido de Dios y por tanto se volvió orgulloso. Quizá usted dirá: ¿Y qué? Bueno, el problema es que Dios resiste al orgulloso y da gracia al humilde. Esto fue lo que sucedió con el príncipe de Tiro y con todo orgulloso sobre la tierra. Ezequiel 28:6-8 dice: Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto pusiste tu corazón como corazón de Dios,
Eze 28:7 por tanto, he aquí yo traigo sobre ti extranjeros, los fuertes de las naciones, que desenvainarán sus espadas contra la hermosura de tu sabiduría, y mancharán tu esplendor.
Eze 28:8 Al sepulcro te harán descender, y morirás con la muerte de los que mueren en medio de los mares.
Así fue el final de este rico personaje que se enorgulleció de su riqueza y algo semejante espera también a todo rico que se jacte de su riqueza y no reconozca que la riqueza es un don de Dios. Por esto Pablo hace una exhortación muy apropiada a los ricos de cualquier época. Se encuentra en 1 Timoteo 6:17. La Biblia dice: A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
El dinero, amable oyente, puede ser una maldición si nos hace volver orgullosos porque lo tenemos en abundancia y olvidamos que todo es un regalo de la buena mano de Dios. En segundo lugar, el dinero puede hacer naufragar espiritualmente a una persona. En ocasiones, la riqueza en general puede conducir a una persona a olvidar completamente a Dios. Como tiene tanto, ¿para qué pensar en Dios? Moisés reconoció este peligro en los israelitas que estaban por entrar a la tierra que fluye leche y miel y por eso les dijo cosas como las que tenemos en Deuteronomio 8:11-20 donde leemos: Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy;
Deu 8:12 no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites,
Deu 8:13 y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente;
Deu 8:14 y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre;
Deu 8:15 que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed, donde no había agua, y él te sacó agua de la roca del pedernal;
Deu 8:16 que te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien;
Deu 8:17 y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza.
Deu 8:18 Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.
Deu 8:19 Mas si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios y anduvieres en pos de dioses ajenos, y les sirvieres y a ellos te inclinares, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis.
Deu 8:20 Como las naciones que Jehová destruirá delante de vosotros, así pereceréis, por cuanto no habréis atendido a la voz de Jehová vuestro Dios.
¡Cuán fácil es olvidar a Dios cuando hay abundancia de bienes materiales! ¿Verdad? Al mirar así las cosas, tiene mucho sentido lo que dice Proverbios 30:8-9 donde leemos: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí;
No me des pobreza ni riquezas;
Manténme del pan necesario;
Pro 30:9 No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová?
O que siendo pobre, hurte,
Y blasfeme el nombre de mi Dios.
El tener abundancia de bienes materiales muchas veces hace que las personas se vuelvan autosuficientes y como dice este texto nieguen a Jehová. Esto por supuesto no significa que todos los ricos son o se vuelven ateos. Lo que significa es que muchos ricos, en su autosuficiencia, tienen a Dios guardado en algún rincón de sus vidas y lo sacan de vez en cuando, tal vez cuando muere un amigo o se casa un pariente o se celebra alguna fiesta religiosa. Para personas así, Dios no pasa de ser un invitado de piedra o una cábala para obtener más dinero. ¿No será por esto, que el mismo Señor Jesucristo dijo lo siguiente en Mateo 19:23 De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.
Si el Señor le ha bendecido con riqueza, cuidado con olvidar a Dios, no sea que Dios diga de usted como dijo de la iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3:17 donde leemos: Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
En tercer lugar, el dinero puede rodearnos de amigos por interés. Una de las grandes tragedias de llegar a tener algo de dinero es la lluvia de amigos, entre comillas, que de pronto aparecen. Estos amigos, entre comillas, no son amigos sinceros sino que son amigos por interés. El dinero atrae a este tipo de amigos, así como la miel atrae a las moscas. Este es un hecho ampliamente conocido en las Escrituras. Observe lo que dice Proverbios 14:20 El pobre es odioso aun a su amigo;
Pero muchos son los que aman al rico.
Estos muchos son los amigos por interés. No estaban interesados en tener una amistad sincera con el rico sino que estaban interesados en sacar provecho de su fortuna. Lo mismo tenemos en Proverbios 19:4 y 6 donde leemos: Las riquezas traen muchos amigos;
Mas el pobre es apartado de su amigo.
Muchos buscan el favor del generoso,
Y cada uno es amigo del hombre que da.
Así es amable oyente, cuando la riqueza está de por medio se corre el riesgo de rodearse de amigos por interés, el tipo de amigos que están cerca cuando abunda el dinero pero que se alejan cuando escasea el dinero. Eso fue lo que pasó con el hijo pródigo. Cuando el hijo pródigo llegó a la provincia apartada, tenía sus alforjas llenas de dinero y ciertamente le sobraban los amigos, entre comillas. Pero cuando el hijo pródigo malgastó todo su dinero, los amigos se le hicieron humo. No le quedó ni un solo amigo para el tiempo de escasez. Al hijo pródigo no le quedó otro recurso sino arrimarse a uno de los ciudadanos de esa provincia apartada quien le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Esta historia se repite vez tras vez porque el dinero, cuando es mal utilizado, puede comprar amistades superficiales, amistades por interés. El dinero puede ser una bendición o una maldición. Hoy hemos visto que el dinero es una maldición cuando quien lo posee se enorgullece, cuando quien lo posee se olvida de Dios y cuando quien lo posee se rodea de amigos por interés. Pero lo bueno es que el dinero puede ser también una bendición para quien saben utilizarlo adecuadamente y eso será el tema de nuestro próximo estudio bíblico.
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