Damos gracias a Dios por la oportunidad que nos brinda al estar junto a Usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Proseguimos estudiando el libro de Gálatas, dentro de la serie que lleva por título: Gálatas, la Carta Magna de Emancipación de la Iglesia. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca de que la Biblia enseña que el hombre es declarado justo por Dios por la sola fe en la persona y obra del Señor Jesucristo.
Si tiene una Biblia a la mano, le invito a abrirla en el libro de Gálatas capítulo 3. A modo de introducción para nuestro estudio de hoy, diremos que Pablo ha sido muy enfático con los creyentes de Galacia mostrándoles que el Espíritu Santo que les fue dado el momento de recibir a Cristo como Salvador no fue el resultado de cumplir con la ley de Moisés sino el resultado de tener fe en la persona y obra de Cristo. Lo último que vimos fue un contraste entre el ministerio de los judaizantes y el ministerio de Pablo. Los judaizantes predicaron su evangelio torcido y aparte de arrastrar en el error a algunos creyentes, no pasó nada más. En cambio cuando Pablo predicó el verdadero evangelio de la gracia de Dios, se manifestaron maravillas, o milagros de parte de Dios. Era Dios mismo aprobando el mensaje que predicó Pablo. Muchos hoy en día se preguntan: ¿Y por qué Dios no hace las mismas maravillas hoy en día cuando se predica el verdadero evangelio de la gracia de Dios? Bueno, Dios en realidad está haciendo maravillas. No olvide, que la mayor maravilla, el milagro sin igual es que como resultado de la predicación del evangelio de la gracia de Dios, millones de hombres y mujeres que reciben ese mensaje y creen el contenido de ese mensaje están siendo transformados totalmente por el poder de Dios mediante el Espíritu Santo. El borracho está dejando atrás su vida de esclavitud al alcohol. Esto es un milagro. El hombre infiel a su esposa está abandonando la infidelidad y restaurando la relación con su esposa. Esto es un milagro. El hombre que ha estado muerto espiritualmente, resucita espiritualmente. Esto es un milagro. No nos confundamos amigo oyente. Cada vez que se predica el verdadero evangelio de la gracia de Dios ocurren este tipo de milagros y es la forma de Dios de poner su sello de aprobación en el mensaje predicado. En cambio cuando alguien predica un evangelio falsificado, un evangelio que habla de salvación por obras o que habla de salvación por fe más obras, no ocurren estas maravillas y la persona que escucha este mensaje y lo recibe sigue en el estado en que siempre ha estado. El borracho seguirá emborrachándose. El adúltero seguirá adulterando. El que está muerto espiritualmente seguirá estando muerto espiritualmente. El único mensaje que puede transformar la vida y el destino de una persona es el evangelio de la gracia de Dios. Así que, amable oyente, la clave está en la fe, pero no en la fe en cualquier cosa sino la fe en la persona y obra de Cristo Jesús. Es hablando de la fe en la palabra de Dios, que Pablo toma como ejemplo el caso de Abraham. El pasaje bíblico en cuestión está entre los versículos 6 y 9 del capítulo 3. En este pasaje bíblico Pablo afirma primeramente que Abraham fue justificado por la fe. Gálatas 3:6-7 dice: “Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.” La justificación, o el acto de Dios de declarar justo al pecador que recibe a Cristo como Salvador, es por fe, aparte totalmente de cualquier obra por mínima que sea por parte del pecador. Un buen ejemplo de esto es el caso de Abraham. Abraham cuyo nombre original fue Abram, era un gentil cuando fue llamado por Dios a salir de su tierra y de su parentela y de la casa de su padre, a la tierra que Dios le iba a mostrar. La promesa de Dios a Abraham fue hacer de él una nación grande y bendecirle y engrandecer su nombre y que él sea de bendición a todas las familias de la tierra. Abraham obedeció la palabra de Dios, aunque en forma parcial, porque llevó consigo a su sobrino Lot. Pasaron varios años y no había señal de que Dios estaba por cumplir su promesa. Abraham estaba viejo y también su esposa, y además ella era estéril. Pero un día, Abraham tuvo una visión. En visión Dios le dijo: No temas, yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. Abraham abrió su corazón y dijo a Dios: Señor Jehová ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? En aquella época, cuando una pareja acomodada no tenía hijos, el heredero de la pareja era un esclavo nacido en su casa. Pero Dios dijo a Abraham: No te heredará el esclavo, sino un hijo tuyo será el que heredará. Luego Dios pidió a Abraham que mire a los cielos y cuente las estrellas, si las podía contar. Me imagino que Abraham habrá dicho algo como: Señor, es imposible contarlas. Son tantas. Luego Dios dijo a Abraham. Así de numerosa será tu descendencia. Cuando Abraham oyó esta palabra de Dios, simplemente creyó a Dios. Génesis 15:6 dice: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” Note que el texto dice que Abraham creyó a Jehová. No que creyó en Jehová. Mucha gente cree en Dios, pero poca gente cree a Dios. Creer a Dios significa actuar conforme a lo que Dios dice. Dice por tanto el texto que la fe le fue contado por justicia. La palabra “contado” en este texto significa poner a favor de uno algo que uno no lo tenía. Abraham era tan pecador como Usted y yo. Sin embargo, cuando creyó a Dios, le fue puesta a su favor la justicia de Dios. Es decir que Abraham fue justificado. Fue declarado justo por Dios. Sobre esta base, Pablo dice que podemos saber que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Abraham no hizo nada para ser declarado justo por Dios. Solamente creyó a Dios. A estas alturas de la historia, ni siquiera existía la ley de Moisés. Mal podía entonces Abraham haber sido declarado justo por cumplir con la ley de Moisés, así como pretendían los judaizantes. La justificación es por la sola fe, y los que así lo entienden y por la fe reciben a Cristo como Salvador, son hijos de Abraham. Pero no nos confundamos amable oyente. Abraham tuvo descendencia por la carne. Ellos son los judíos. Pero existe también otra descendencia de Abraham, en el sentido de imitar su ejemplo de creer a Dios para ser declarado justo por Dios. Si Usted ha recibido a Cristo como Salvador por la sola fe, entonces Usted ha creído a Dios y en ese sentido, Usted es un hijo de Abraham. En segundo lugar, Pablo afirma que a Abraham se le anunció de antemano que los gentiles también son justificados por fe. Gálatas 3:8-9 dice: “Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.” Cuando Pablo habla de la Escritura, se refiere al Antiguo Testamento, específicamente al libro de Génesis capítulo 12 en donde Dios llama a Abraham y le hace importantes promesas. Una de esas promesas aparece en Génesis 12:3 donde dice: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” Estas son buenas nuevas no solamente para Abraham sino también para los gentiles, o para todas las familias de la tierra. De antemano, Dios está anunciando promesas grandiosas para los gentiles. Dios dijo a Abraham: En ti serán benditas todas las naciones. Esta promesa se cristalizó cuando Jesucristo, uno de los descendientes de Abraham por el lado humano, se dio a sí mismo en la cruz por nuestros pecados para que tanto judíos como gentiles puedan llegar a ser declarados justos por Dios mediante la fe en Cristo. Por eso es que Pablo llega a la conclusión que tanto los judíos como los gentiles que por la fe reciben a Cristo como Salvador son bendecidos con o en el también creyente Abraham. Finalizando ya, amable oyente, nunca olvide que la justificación o el ser declarados justos por Dios o el ser salvos es resultado exclusivo de la fe en la persona y obra de Cristo en la cruz, aparte totalmente de las obras. Se cuenta que una vez estaban tres hombres en un bote en medio de un lago. Uno de ellos estaba remando mientras los otros dos discutían acerca de si la salvación es por fe o por obras. Ambos expusieron sus razonamientos y ninguno cedió ni un milímetro en su posición. Cuando ya no tenían nada más que decir, preguntaron al hombre que remaba que opinaba sobre lo que ellos habían estado hablando. El hombre que remaba dijo: Para mí es un asunto muy sencillo. Miren: Yo tengo dos remos. El uno se llama fe y el otro se llama obras. Si yo remo solo con el remo de la fe, el bote solo da vueltas y no va a ningún lado. Si yo remo solo con el remo de las obras, el bote solo da vueltas y tampoco va a ningún lado. Pero si yo remo con el remo de la fe y el remo de las obras, el bote me conducirá al muelle. Mucha gente piensa así y de esa manera aceptan que la salvación es por fe más obras. Esto sería así si la forma de llegar al cielo fuera por medio de navegar en un bote de remos. Pero no hay tal. La única forma de llegar al cielo es mediante la infinita gracia de nuestro Señor Jesucristo. Por algo dice la palabra de Dios lo siguiente en Efesios 2:8-9 “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Abraham fue justificado por la sola fe. Dios anunció de antemano que los gentiles serían justificados por la sola fe. El Nuevo Testamento dice que la justificación es por la sola fe. ¿Por qué pensar entonces que la justificación es por la fe más obras?
Leave a comment