Qué gozo es estar nuevamente junto a Usted a través de esta emisora amiga. A partir de hoy estaremos estudiando los principios bíblicos para el matrimonio y la familia. En instantes más estará con nosotros David Logacho para guiarnos en el primer estudio bíblico de esta serie.
Días atrás me quedé alarmado por algunos datos estadísticos con los que me encontré. La oficina de Censos de los Estados Unidos publicó la siguiente información acerca de la tasa de divorcios. En 1920, se produjo un divorcio por cada siete matrimonios. En 1940 se produjo un divorcio por cada seis matrimonios. En 1960 se produjo un divorcio por cada cuatro matrimonios. En 1972 se produjo un divorcio por cada tres matrimonios. En 1977 los Estados Unidos concedieron 2,176.000 licencias de matrimonio, y en el mismo año concedieron 1,090.000 divorcios. Casi un divorcio por cada dos matrimonios. Para 1990, el número de matrimonios era igual al número de divorcios. De seguro que para hoy en día, el número de divorcios será superior al número de matrimonios. Cuando uno se encuentra con estadísticas así es inevitable la pregunta: ¿Adónde va a parar todo esto? ¿En qué callejón sin salida ha entrado la humanidad para que constatemos absortos el desconcertante número de hogares destrozados con la inevitable consecuencia de hijos lastimados de por vida por haber sido testigos de la ruptura del vínculo matrimonial de sus padres? Un país escandinavo se jacta de tener la ley de divorcio más dinámica del mundo. En este país se puede obtener un divorcio en el tiempo record de un día. ¿En qué mundo estamos viviendo? ¿Habrá alguna solución para este estado de cosas? Pues la única solución posible es volver a poner en práctica los principios establecidos por Dios para el matrimonio y para la familia en general. La humanidad ya ha comprobado que ignorar los principios de Dios para el matrimonio y la familia ha resultado en algo degradante. ¿Qué más pruebas se busca? ¿Acaso no es suficiente ver la alta tasa de divorcios en el mundo? ¿Acaso no es suficiente ver los millones de niños afectados espiritualmente, emocionalmente y físicamente por los desatinos de sus padres? ¿Acaso no es suficiente ver como va creciendo el aborto, el homosexualismo, la drogadicción, el crimen, el sida? ¿Qué más hace falta saber para concluir que una sociedad alejada de Dios es un desastre completo? ¿Qué mas pruebas necesitamos para saber que es tiempo de volverse a Dios y encontrar en él la única salida que existe a este conflicto? En medio de tanta confusión es tiempo de reiterar el patrón divino para la vida del matrimonio y la familia. Solo el modelo de Dios garantiza matrimonios estables y familias estables. La familia es la unidad básica de la sociedad humana. Cuando esta se desmorona, todo se derrumba con ella. La razón es porque el hombre habrá perdido la posibilidad de transmitir principios divinos para el matrimonio y la familia, de una generación a otra. Sin los principios divinos para el matrimonio y la familia, los hijos repetirán los mismos errores que los padres y la sociedad entera se irá cuesta abajo. Comenzando hoy, y por varias semanas, estaremos compartiendo con Usted el modelo bíblico para el matrimonio y la familia, con la esperanza que Usted se sienta desafiado a adoptar este modelo para su matrimonio y su familia. Solo así se garantizará que su matrimonio no llegue a ser parte de las escalofriantes estadísticas de divorcios y que su familia goce de la estabilidad tan importante para todos sus miembros. Ya sabemos que el modelo propuesto por el mundo para el matrimonio y la familia ha traído solamente destrucción, angustia y soledad. Lo que hace falta para que el matrimonio y la familia marchen como Dios desea es un nuevo modelo, el modelo propuesto por Dios en la Biblia. Este modelo divino tiene tres pilares fundamentales: Un nuevo nacimiento, un nuevo control y un nuevo conjunto de normas para el funcionamiento del matrimonio y la familia. Consideremos cada elemento en forma detallada: Primero, un nuevo nacimiento. El nuevo nacimiento tiene que ver con un cambio radical en el estado espiritual de una persona. El ser humano viene a este mundo en el estado de muerte espiritual. Romanos 3:23 dice: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” En este estado de separación de Dios o muerte espiritual, el hombre no puede experimentar la guía de Dios en ningún asunto. Lo que necesita el hombre es nacer a una nueva vida de relación con Dios. Esto ocurre cuando el hombre recibe a Cristo como su único y personal Salvador. Juan 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” Habiendo nacido a una vida espiritual, el hombre está en capacidad de experimentar la guía de Dios para cualquier asunto de la vida. El nuevo nacimiento en las personas que conforman el matrimonio y la familia en general es clave para el buen funcionamiento del hogar. Si esta experiencia está ausente del hogar, no es extraño que el hogar marche a la deriva. Esto por supuesto no significa que las personas que no han nacido de nuevo no puedan tener relaciones significativas. Lo pueden, pero hasta cierto punto. Estas personas nunca llegarán a conocer la satisfacción completa en sus hogares, porque así como una persona solo encuentra plena satisfacción en una relación con Dios, la familia también solo encuentra plena satisfacción en él. Pero en muchos hogares, los padres y los hijos han experimentado este nuevo nacimiento, y aún así el hogar está al borde del abismo. Una probable causa es que está faltando un nuevo control y esto nos lleva a nuestro segundo pilar del nuevo modelo para el matrimonio y la familia. La palabra de Dios es clara en el sentido que uno que ha nacido de nuevo, o un creyente, es controlado ya sea por su propia carne o por el Espíritu Santo. Gálatas 6:16-17 dice: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.” La carne, o nuestros propios intereses egoístas, hará todo lo posible para tomar el control de nuestras vidas. Cuando lo logra, esto es, cuando la carne controla a los miembros de una familia, es el comienzo del caos. Santiago 4:1 dice: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” Así es amigo oyente, cuando la carne controla a los creyentes, el resultado es guerra abierta. Por contraste, cuando el Espíritu Santo controla a los creyentes, el resultado es armonía total, a pesar de las circunstancias externas difíciles de soportar. Una persona controlada por el Espíritu Santo, manifestará el fruto el Espíritu Santo, entre lo cual por ejemplo se encuentra el amor, no esa emoción mal llamada amor, sino aquel acto de la voluntad para sacrificarse por la persona amada. Gálatas 5:22-23 dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Tenemos entonces que el nuevo nacimiento, o el pasar de muerte espiritual a vida espiritual, y el nuevo control, o el ser controlados por el Espíritu Santo, son fuente de armonía y felicidad en el matrimonio y en la familia en general. Lo único que falta es el nuevo conjunto de normas para el funcionamiento del matrimonio y de la familia en general. El adoptar las normas del mundo para el funcionamiento del matrimonio y de la familia en general trae como resultado dolor, angustia, desesperación, todo ese cuadro de elevados índices de divorcio, homosexualidad, adulterio, enfermedades por transmisión sexual, hijos abandonados, abortos. Es hora de acabar con esas normas carentes de beneficio práctico y es hora de adoptar nuevas normas para el matrimonio y la familia. Las nuevas normas no son algo recientemente inventado por alguien. Las nuevas normas han estado a disposición de la humanidad desde el mismo momento que Dios creó al hombre y a la mujer en el huerto de Edén. Lo que pasa es que el hombre en su rebelión contra Dios ha desechado las normas de Dios para el matrimonio y la familia. Las consecuencias han sido funestas. Las nuevas normas están contenidas en la Biblia. Su mensaje es fresco e ideal para revertir la tendencia actual en los matrimonios y las familias. En nuestros estudios bíblicos futuros estaremos examinando los detalles de las normas de Dios para el matrimonio y la familia. De modo que, amigo oyente, si Usted comparte la carga de preocupación por la tendencia actual en los matrimonios y las familias, es hora de comenzar por Usted mismo, por su propio matrimonio, por su propia familia. Si todavía no tiene una relación personal con Dios, hoy mismo reconcíliese con Dios y reciba a Cristo como su Salvador personal. Esto será el comienzo de una nueva vida para Usted, para su esposo o esposa y para los demás miembros del hogar. Luego decida ceder el control de su vida a la dirección del Espíritu Santo. Esto se consigue en la medida que Usted obedezca lo que dice Dios en su palabra, la Biblia. De esta manera en Usted se apreciará el fruto del Espíritu Santo, ingrediente indispensable para la estabilidad del matrimonio y la familia. Por último, es necesario que Usted decida desechar las normas que el mundo ofrece para el matrimonio y la familia y decida adoptar las normas que Dios ha plasmado en su palabra, la Biblia.
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