Reciba cordiales saludos, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido a un nuevo estudio bíblico en el evangelio según Juan. En esta ocasión vamos a estudiar el milagro realizado por el Señor Jesús que fastidió mucho a los líderes judíos.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Juan capítulo 5. Como antecedente de lo que vamos a estudiar, es necesario reconocer que prácticamente desde el mismo momento que el Señor Jesús comenzó su ministerio público en este mundo, experimentó rechazo de parte de los judíos, entendiéndose el término judíos, como los fariseos, escribas y principales sacerdotes. Este rechazo se acrecentó a raíz de un notable milagro que realizó el Señor Jesús en un día de reposo. Con esto en mente vayamos directamente al pasaje bíblico que vamos a estudiar el día de hoy. Se encuentra en Juan 5:1-9. Lo primero que tenemos es la llegada del Señor Jesús al lugar del milagro. Juan 5:1 dice: Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
Cuando Juan habla de “estas cosas” se refiere a todo lo que sucedió mientras el Señor Jesús estuvo en Galilea, dentro de esto, el milagro de sanidad a distancia, operado en el hijo de un oficial del rey. Después de esto, el Señor Jesús subió a Jerusalén con ocasión de una fiesta judía. Juan no especifica que fiesta era, así que no vale la pena hacer ninguna elucubración. En segundo lugar, tenemos lo que el Señor Jesús encontró cuando llegó al lugar del milagro. Juan 5: 2-5 dice: Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.
Joh 5:3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.
Joh 5:4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.
Joh 5:5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
Jerusalén era una ciudad rodeada de altos muros. Hoy en día también, la Jerusalén antigua está rodeada de altos muros. A prudencial distancia alrededor del muro, había algunas puertas por las cuales la gente podía entrar o salir. Una de esas puertas se llamaba la puerta de las ovejas. Muy cerca de esta puerta, por el lado de adentro del muro había un estanque se llamaba Betesda, nombre hebreo que podría tener varios significados, como casa de misericordia, o casa de gracia, o lugar de las dos vertientes. En la actualidad existe evidencia histórica y arqueológica que confirmaría que en la antigüedad, existían en ese lugar dos vertientes de agua. Como testigo presencial, Juan dice que el estanque tenía cinco pórticos, o amplios espacios cubiertos que podían albergar a un buen número de personas. Es en estos pórticos en donde yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. Lo que pasaba es que de tiempo en tiempo un ángel descendía al estanque y agitaba el agua; y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Entre la multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, había uno que por treinta y ocho años padecía de alguna enfermedad que le impedía caminar. Tal vez era un paralítico. En tercer lugar tenemos al Señor Jesús realizando al milagro. Juan 5: 6-9 dice: Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?
Joh 5:7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.
Joh 5:8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.
Joh 5:9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo[a] aquel día.
Todos los enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que pacientemente esperaban que se agiten las aguas para descender al estanque, necesitaban ser sanados, pero el Señor Jesús se fijó en uno solo de ellos, en el que menos oportunidad tenía para ser sanado de la manera que todos los que allí estaban esperaban ser sanados. A causa de su enfermedad, este hombre estaba acostado. El Señor Jesús vio a este hombre e inmediatamente supo que llevaba mucho tiempo así. Mirándole le dijo: ¿Quieres ser sano? Por supuesto que el enfermo quería ser sanado, por eso estaba en aquel lugar, pero tenía pocas o ningunas posibilidades para descender primero al estanque cuando se agitaba el agua. No tenía quien le meta en el estanque y cuando él mismo trataba de hacerlo, alguien más ágil que él llegaba primero. Cuántas veces este pobre desdichado habrá tenido que volver a su lecho con su corazón destrozado. Obviamente, hasta este punto, el enfermo no sabía que quien le preguntaba tenía todo el poder para sanarlo. Entonces el Señor Jesús dijo al enfermo: Levántate, toma tu lecho y anda. Al instante, la enfermedad soltó al hombre que por treinta y ocho años le había tenido dominado. El hombre ya sano se incorporó, tomó su lecho, una especie de colchón ligero hecho de paja, y se marchó. Juan pone especial atención al hecho que este milagro ocurrió en un día de reposo, día que según la tradición impuesta por los judíos, no era lícito que el hombre lleve su lecho a cuestas. El Señor va a usar esto para desenmascarar la hipocresía de los judíos, pero esto será tema de nuestro próximo estudio bíblico. La multitud de enfermos, cojos, ciegos y paralíticos debe haber estado asombrada por lo que acababan de ver. El milagro tuvo el propósito principal de mostrar que el Señor Jesús es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios y para que creyendo en él, la gente tenga vida en su nombre. Pero es innegable que este milagro es una especie de ilustración de otro milagro mucho más notable. El milagro de que un pecador llega a ser salvo. El hombre que por treinta y ocho años estaba enfermo, es un perfecto cuadro de toda persona en su estado natural como pecador. La Biblia dice que todos hemos pecado. Todo ser humano nace pecador. El pecador no se hace sino nace. Nadie se hace pecador porque peca, sino peca porque es pecador. La enfermedad hizo que el hombre de la historia viva en un estado de permanente postración física, no trabajaba, no tenía dinero, no podía caminar, no podía entrar al templo, no estaba con su familia sino con otros enfermos iguales o peores que él, no disfrutaba de vivir en este mundo. Igual es con el pecador en un sentido espiritual. El pecado ha arruinado la vida del pecador. El pecador está en un permanente estado de postración espiritual En este estado el pecador está separado de Dios. El pecador está muerto en delitos y pecados. Más aún, el pecador es enemigo de Dios. El pecador está impedido de hacer la voluntad de Dios. El pecador está a merced y a órdenes de Satanás. El pecador no puede disfrutar de la vida. Note también que fue el Señor Jesús quien se fijó en el hombre enfermo de la historia. Es el Señor Jesús quien también se fija en el pecador para ofrecer salvación. La enfermedad del hombre de la historia hacía imposible que pueda por sí mismo descender al agua del estanque para ser sanado. El pecado también hace imposible que el pecador pueda alcanzar la salvación por sí mismo. Así como todo intento del hombre enfermo terminaba en fracaso, porque no llegaba primero al agua del estanque, de igual manera, todo intento del pecador para obtener la salvación por su propio esfuerzo termina en fracaso. El hombre enfermo vivía engañado de que algún día iba a llegar primero al agua del estanque para ser sanado. Por eso pasaba tanto tiempo en los pórticos del estanque. Lo mismo hace el pecador. Vive engañado pensando que tal vez sus buenas obras le harán salvo, o que tal vez haciéndose miembro de alguna religión le hará salvo, o que tal vez algún rito religioso le hará salvo. El pecador sinceramente piensa que algunas de estas cosas le harán salvo, por eso se mantiene haciendo estas cosas, pero es imposible que mediante estas cosas el pecador pueda lograr la salvación. El hombre enfermo de la historia fue sanado únicamente por la intervención directa del Señor Jesús. De igual manera, la única manera que un pecador pueda lograr la salvación es mediante la intervención directa del Señor Jesús. Para esto vino el Señor Jesús, para buscar y salvar lo que se había perdido. Para esto el Señor Jesús murió, para que pecadores que creen en él y lo reciben como Salvador, sean librados de recibir el castigo por su pecado. Para esto el Señor Jesús resucitó de entre los muertos, para que los que lo reciben como Salvador, tengan una nueva vida. Cuando el enfermo de la historia fue sanado, se levantó, tomó su lecho, y se marchó. Igual es con el pecador que recibe al Señor Jesús como su Salvador. Por la gracia y el poder de Dios, se levanta de su postración espiritual y llega a ser una nueva criatura, con un nuevo corazón para amar a Dios, con una nueva mente para conocer a Dios y con una nueva voluntad para obedecer a Dios. Si usted, amable oyente, jamás ha recibido al Señor Jesús como su Salvador, su estado espiritual es semejante al enfermo de esta historia. No siga más postrado espiritualmente, confiando en su propio esfuerzo para ser salvo. No lo logrará jamás. Hoy mismo reconozca que es pecador, reconozca que el Señor Jesús murió en lugar suyo, para recibir el castigo que usted merece, reconozca que el Señor Jesús resucitó de entre los muertos y hoy vive para ofrecer perdón de pecado a todo aquel que en él cree y deposite su fe en él, recibiéndolo como su Salvador. Si lo hace llegará a ser una nueva criatura, libre de las garras del pecado. No tarde más en tomar esta decisión.
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