La Biblia Dice le da una cordial bienvenida a un nuevo estudio bíblico sobre la oración. Se cuenta que una vez un humilde niño pastaba sus ovejas en el campo y a lo lejos oyó el repicar de las campanas llamando a la gente a orar. Esto hizo pensar al pequeño pastor cuan bueno sería si él también pudiera orar a Dios. Pero inmediatamente se dio cuenta de una dificultad. Nunca había aprendido a orar. De todas maneras, buscó un lugar tranquilo y allí se arrodilló y en voz alta empezó a recitar lo único que sabía bien. El alfabeto. Comenzó con la A y rápidamente llegó a la Z. Nuevamente empezó el ciclo, pero esta vez un caballero pasaba por el otro lado de los arbustos y escuchó al niño hablar. Se acercó a mirar lo que había y se encontró con el niño pastor de rodillas, sus manos entrecruzadas repitiendo A B C. . . ¿Qué estás haciendo varón? le dijo. En un tono ceremonioso el niño respondió. Por favor Señor, ¿no ve que estoy orando? Pero, ¿por qué estás recitando el alfabeto? Dijo el caballero. Pues porque es lo único que sé bien y cuando digo esto a Dios, espero que él entienda que estoy pidiéndole que cuide de mí y de mis ovejas. El caballero atónito lo miró y lo único que pudo articular es: Si hijo, él lo entenderá porque cuando el corazón dice lo correcto, los labios podrán equivocarse pero Dios lo entenderá y responderá. Esta historia me hizo pensar en que lo que a Dios le interesa mayormente en la oración es nuestra actitud del corazón. A veces las palabras no alcanzan a decir lo que sentimos, pero créamelo Dios las entenderá bien porque él puede leer el corazón no solamente los labios. Un corazón que se dirige a Dios en oración necesita saber cuál es el orden apropiado para acercarse a Dios en oración y este es justamente el tema de nuestro estudio bíblico de hoy.
En el libro de Efesios, capitulo 2, versículo 18 encontramos uno de los textos más claros para saber cómo dirigirnos correctamente a Dios en oración. Este texto dice así: «porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.» El autor de la Carta a los Efesios, había indicado que los que estamos en Cristo tenemos paz entre nosotros y con Dios. La prueba práctica de esto es que tenemos acceso a Dios en cualquier momento que queramos. Esta situación se manifiesta como un agudo contraste con la situación prevaleciente en el AT., en el cual solamente el Sumo Sacerdote podía entrar a la morada de Dios, o el Lugar Santísimo y eso solamente un día del año, el Día de la Expiación o Yom Kipur. Pero ahora, el más distante de los gentiles, que está en Cristo, puede participar continuamente de su Augusta Presencia. A través de la oración, todos los creyentes podemos entrar al trono mismo de la Gracia y arrodillarnos ante el Ser más excelso del universo y llamarlo Padre. En Efesios 2:18 encontramos el orden normal a seguirse en la oración. En primer lugar es por medio de él. Este pronombre se refiere al Señor Jesucristo. El es el único mediador entre Dios y el hombre. Su muerte, sepultura y resurrección quitó todo obstáculo legal para que nosotros los creyentes podamos acercarnos a Dios sin impedimento. Como mediador, él intercede por nosotros ante el Padre continuamente. Nos acercamos a Dios en Su Nombre porque en nosotros mismos no existe mérito alguno para entrar a la presencia de un Ser Santo como Dios. Al acercarnos a Dios en el Nombre de Cristo estamos confiando enteramente en sus méritos no en nuestros méritos. Cuando el texto dice que podemos acercarnos a Dios los unos como los otros, está refiriéndose a los judíos creyentes y los gentiles creyentes. Judíos y Gentiles somos uno en Cristo y ambos disfrutamos el privilegio de entrar a la presencia del Padre. Nuestra ayuda en la oración es el Espíritu Santo. Según Romanos 8:26 esta bendita persona de la Trinidad nos ayuda en nuestra debilidad. Este texto dice así: «Y de igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues que hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles» El Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. A menudo nos hallamos, perplejos en nuestra vida de oración. No sabemos pedir como conviene. A veces oramos egoístamente, ignorantemente, estrechamente, pero allí es cuando entra en acción la persona del Espíritu Santo ayudándonos en nuestra debilidad e Intercediendo por nosotros con gemidos indecibles, o sonidos que no pueden ser expresados. Notemos que según este texto, es el Espíritu quien gime no los creyentes aunque nosotros también podemos gemir con palabras ante Dios. Volviendo a Efesios 2:18, tenemos a continuación la persona a quien se dirige nuestra oración. Como repetidas veces lo hemos señalado, es el Padre. En el AT, ninguno de los santos podía llamar a Dios Padre. Antes de la resurrección de Cristo, el hombre estaba ante Dios como su criatura ante el Creador. Fue a raíz de la resurrección que encontramos las preciosas palabras de Juan 20:17 «Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios» Como resultado de su obra redentora, los creyentes pudieron por primera vez llamar a Dios, Padre. Así que, en Efesios 2:18 encontramos una manera apropiada de dirigirnos a Dios en oración. La oración es dirigida al Padre, por medio del Hijo, el Señor Jesucristo, y en el poder del Espíritu Santo. Notemos que en la oración está involucrada toda la deidad. Esta el Padre, ante quien se dirigen las oraciones, está el Hijo por medio de quien se elevan las oraciones al Padre, y está el Espíritu Santo, quien nos ayuda a pedir como conviene. Para mí, en lo personal, es un gran privilegio saber que la Trinidad completa está en acción cuando oro. Ante esto, surge normalmente una inquietud en muchos creyentes. Si debemos orar al Padre en el nombre del Hijo y en el poder del Espíritu Santo, entonces ¿Por qué es que en el Nuevo Testamento existen algunos casos en los cuales parecería que no se aplicó esta fórmula, sino que se dirigió la oración al Hijo? Se cita a manera de ejemplo lo que aparece en Hechos 1:24. La Biblia dice: “Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido”. Se trata de una oración, pero no necesariamente está dirigida al Hijo. No olvide que la palabra «Señor» se utiliza tanto para el Padre como para el Hijo. Por la evidencia que hemos mencionado se deduce que la oración está dirigida al Padre utilizando el nombre Señor. También se menciona la cita en Hechos 7:58-59. La Biblia dice: “Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Antes de llegar a la conclusión que Esteban estaba orando al Hijo, debemos considerar un hecho importante. El relato dice que Esteban, lleno del Espíritu Santo, puso sus ojos en el cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios. Esteban inclusive testificó sobre esto y dijo: He aquí veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Esteban estaba viendo al Señor Jesús, por eso dirigió su clamor a él. Cuando nosotros oramos no estamos viendo con nuestros ojos físicos a Jesús. También se menciona el episodio de Ananías, que se encuentra en Hechos 9:10-17. La Biblia dice: “Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Se dice que Ananías está orando al Hijo, el Señor Jesús, pero no es así. Ananías estaba teniendo una visión, y en realidad se trató de una conversación o una plática que Ananías tuvo con el Señor Jesús. Finalmente, se suele mencionar el caso de Pablo con respecto a su aguijón en su carne, como ejemplo de una oración dirigida al Hijo, pero nuevamente veamos lo que pasó. La cita es 2 Corintios 12:8-9. La Biblia dice: “respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Portento, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” Cuando Pablo dice que ha rogado al Señor, no necesariamente se está refiriendo al Hijo, porque el nombre Señor se aplica también al Padre. De manera que, amable oyente, el modelo que debemos seguir al orar es dirigir la oración al Padre, en el nombre del Hijo, y en el poder del Espíritu Santo. La Biblia no menciona casos de oraciones dirigidas al Espíritu Santo.
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