Gracias al Señor por esta nueva oportunidad de compartir este tiempo junto a usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es el Evangelio según Mateo, en la serie titulada: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca del poder de Jesucristo sobre la naturaleza y sobre el reino de Satanás.
Es muy grato saludarle amable oyente. Estamos listos para continuar con nuestro estudio del Evangelio según Mateo. Estamos mirando las credenciales que presentó Jesús para demostrar que él es el Cristo, o el Mesías de Israel. Hoy vamos a estudiar acerca del poder de Jesús sobre la naturaleza y del poder de Jesús sobre el reino de Satanás. Qué tal si vamos a lo primero. Para eso, si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo 8:23-27. Permítame que lea este pasaje bíblico para aquellos que no tienen una Biblia cerca. La Biblia dice: Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?
El episodio ocurrió en el Mar de Galilea, el cual está como unos 200 metros por debajo del nivel del mar. Al norte se levanta el Monte Hermón de unos 2800 metros de altura y desde Mayo a Octubre a menudo soplan fuertes vientos que se abalanzan por una especie de angosto cañón hacia este valle produciendo sorpresivas y violentas tempestades. Jesús tomó la iniciativa y entró en una barca, los discípulos le siguieron. Una vez a bordo Jesús buscó un lugar donde recostarse y se quedó profundamente dormido. En eso se levanta sobre el mar de Galilea una tempestad tan fuerte que parecía que las olas cubrían la barca. Pero a pesar del fuerte oleaje, Jesús seguía profundamente dormido. Esto es digno de mención. Jesús debe haber estado tan cansado. Era una manifestación de su naturaleza humana. Poco antes había manifestado su naturaleza divina cuando sanó a cuanto enfermo le fue traído y cuando echó fuera demonios de mucha gente. En Jesús se confunden las dos naturalezas, la humana y la divina. Jesús es 100% hombre y a la vez 100% Dios. Presas del pánico, los discípulos se acercan a Jesús y le despiertan con un angustioso clamor: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Los discípulos se aferraron al único que podría ayudarlos en esos momentos de desesperación. Al dirigirse a él con en nombre de “Señor” estaban reconociendo su autoridad divina. Despertándose Jesús, increpa a sus discípulos por su falta de fe. Les dice: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? La poca fe de los discípulos quedó en evidencia, cuando se dejaron llevar por la desesperación a pesar que Jesús estaba allí presente para protegerlos. Acto seguido, Jesús se dirige verbalmente a los vientos y al mar y los reprende con firmeza. Sumisamente, los vientos y el mar se aquietan y el texto dice que se hizo grande bonanza. Esto significa que en un instante, la tormenta se transformó en calma. Asombrados por lo que veían, los discípulos se maravillaron y a una se preguntaron: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen? La respuesta es que ese hombre no era otro sino Dios en forma humana, el Cristo, el Mesías de Israel. La naturaleza toda está sometida a él por cuanto él es su creador y su sustentador. La Biblia es clara al manifestar que usted y yo, si somos creyentes, tenemos a Jesús en nuestra vida. Siendo así, no deberíamos dejarnos arrastrar por el pánico cuando enfrentamos las tormentas de la vida, así como lo hicieron los discípulos que estaban con Jesús en la barca. Si entramos en pánico lo único que estamos demostrando es que somos hombres o mujeres de poca fe. Confíe en Cristo Jesús, amable oyente, así como él transformó la terrible tormenta en dulce y apacible calma, así también él puede transformar en sosegada calma la tormenta en la cual usted se encuentra este momento. Después Mateo nos muestra a Jesús manifestando otra de sus credenciales que le acreditan como el Cristo o el Mesías de Israel. Es su poder sobre el reino de Satanás. Voy a leer el pasaje bíblico que se encuentra en Mateo 8:28-34. La Biblia dice: Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos. Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos. El les dijo: Id. Y ellos salieron, y se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí, todo el hato de cerdos se precipitó en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas. Y los que los apacentaban huyeron, y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados. Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos.
Ahora Jesús está en la orilla Este del Mar de Galilea, en la región de Gadara, tierra de los gadarenos. En esta región, Jesús va a tener un encuentro frontal con el tenebroso reino de Satanás. Dice el texto en Mateo que vinieron al encuentro de Jesús dos endemoniados. En el Evangelio de Marcos se nos muestra como era uno de ellos. En nuestro estudio bíblico anterior dijimos que un endemoniado es una persona en quien uno o más demonios han hecho morada para ejercer control sobre esa persona afectándola espiritualmente, intelectualmente, emocionalmente y físicamente. En este caso en particular, estas dos personas endemoniadas estaban poseídas por una legión de demonios, según el relato paralelo en el Evangelio según Marcos. Una legión es la mayor unidad del ejército romano, compuesto de entre 3000 a 6000 hombres, lo cual nos muestra la cantidad de demonios que moraban y controlaban a esas personas. El efecto que producían los demonios en estas personas era catastrófico. Dice el texto que los endemoniados salían de los sepulcros, dando a entender que moraban en cuevas cavadas en la roca donde se acostumbraba sepultar a los muertos o que moraban en los cementerios donde se sepulta a los muertos. En todo caso, parece que estos endemoniados tenían especial atracción hacia la muerte. Marcos informa que los endemoniados siempre, de día y de noche, andaban dando voces en los montes y en los sepulcros e hiriéndose con piedras. Además, los endemoniados eran feroces en gran manera, tanto que nadie se animaba a caminar cerca de ellos. Marcos dice que nadie podía atar a los endemoniados ni con cadenas, porque muchas veces habían sido atados con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por ellos, y desmenuzados los grillos; y nadie les podía dominar. Al ver a Jesús los endemoniados clamaban a gran voz diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? Marcos dice que los dos endemoniados estaban de rodillas ante Jesús mientras clamaban de esta manera y el clamor se debía a que Jesús ordenó a los demonios que salgan de aquellos hombres. Los demonios sabían quien era Jesús y no sólo eso sino también sabían que algún día Jesús iba a arrojarlos al tormento eterno. Fue entonces cuando los demonios hicieron un ruego a Jesús. Sabiendo que cerca de ellos estaba apacentando un hato de cerdos, rogaron a Jesús que al salir de esas dos personas les permita ir al hato de cerdos. Jesús accedió al ruego. De alguna manera tal vez incomprensible para nosotros, era conveniente que esa legión de demonios posea a los cerdos. De modo que los demonios salieron de los dos hombres y se fueron a aquel hato de cerdos, y sucedió que todo el hato de cerdos, como dos mil, según Marcos, se precipitó en el mar por un despeñadero y todos los cerdos perecieron en las aguas. Esto ilustra varias cosas. La posibilidad de que una sola persona pueda ser poseída por cientos y hasta miles de demonios. El absoluto poder soberano de Jesús sobre el reino de Satanás. La necesidad que tienen los demonios de poseer personas y cuando eso no es posible, inclusive poseer animales, y el propósito máximo de los demonios, el cual es semejante al de Satanás. Los demonios anhelan hurtar, matar y destruir a sus víctimas. El hato de cerdos que se precipitó al mar lo demuestra. Los que apacentaban los cerdos llevaron la noticia a la ciudad y debe haberse producido una gran conmoción, no sólo por la súbita destrucción de un hato tan grande de cerdos, sino también porque una vez libres, los endemoniados volvieron a su sano juicio, y según Marcos, estaban vestidos y en su juicio cabal. Todo esto llevó a la gente de la ciudad a tener mucho temor. Más les importaba la pérdida de los cerdos que el bienestar de dos personas que habían sido gravemente atormentadas por los demonios. Mateo dice que cuando la ciudad, probablemente Capernaún, salió al encuentro de Jesús, al verle, le rogaron que se fuera de sus contornos. Esto es poco menos que inaudito. A pesar de todo el poder divino que Jesús manifestó, la gente de aquella ciudad estaba ciega al hecho que Jesús es el Cristo, el Mesías de Israel y en un acto de atrevido desprecio está prácticamente arrojando a Jesús de sus contornos y con él a sus discípulos. En el relato en el Evangelio de Marcos encontramos que los ex – endemoniados estaban muy interesados en seguir a Jesús, pero el consejo de Jesús fue que se vayan a sus casas, a los suyos, para contarles cuán grandes cosas el Señor ha hecho con ellos y como ha tenido misericordia de ellos. Los que recibimos beneficios de Jesús, debemos transformarnos en testimonios vivientes de la maravillosa obra que Dios ha hecho con nosotros, de manera que todos se enteren del poder sobrenatural de Jesús para transformar vida y otorgar vida eterna. De manera que, amable oyente, Jesús tiene poder sobre el reino de Satanás. Es una de sus credenciales que lo acreditan como el Cristo o el Mesías de Israel. Con él de nuestro lado no debemos temer por los dardos de fuego del maligno.
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