Reciba cordiales saludos amigo oyente y la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Gracias por estar en sintonía de esta emisora amiga que entre su programación incluye La Biblia Dice… El tema de estudio bíblico dentro de esta serie, es la primera carta de Pedro. El propósito de esta carta es darnos a conocer lo que es la verdadera gracia de Dios. La gracia de Dios es como un fino diamante con múltiples caras que reflejan la luz de una forma admirable. Lo último que vimos es que la gracia de Dios nos trae el poder para vivir en santidad. En el estudio bíblico de hoy, David Logacho nos mostrará que la gracia de Dios nos trae también el poder para vivir en el temor de Dios.
Entre las muchas cosas preciosas e importantes que nos trae la gracia de Dios, además de la salvación, está el poder para vivir en el temor de Dios. Antes de hablar de esto, permítame señalar a qué me refiero cuando hablo de vivir en el temor de Dios. Vivir en el temor de Dios no es lo mismo que vivir con miedo de Dios. Tampoco es vivir pensando que Dios es un ser cruel, que con garrote en mano nos pega un garrotazo en la cabeza cada vez que nos equivocamos. Vivir en el temor de Dios es el reconocimiento de la grandeza admirable de Dios, y el respeto que eso debe infundir en la vida del creyente para evitar hacer cualquier cosa que le ofenda. Una persona que no vive en el temor de Dios, no necesariamente cometerá cada pecado imaginable, sino que simplemente vivirá sin siquiera pensar que algo que pueda hacer podría ser una ofensa para Dios. No es fácil vivir en el temor de Dios. Más aún, es imposible hacerlo en la pura fuerza de voluntad. Para lograrlo se necesita que actúe la gracia de Dios. La misma gracia de Dios que nos trajo la salvación y todo lo demás que hasta ahora ya hemos visto, nos trae también el poder para vivir en el temor de Dios. Este es el tema del pasaje bíblico que tenemos para hoy en la primera carta de Pedro. Se encuentra en 1ª Pedro 1:17-21. Lo que primero notamos en este pasaje bíblico es el mandato a vivir en el temor de Dios. 1ª Pedro 1:17 dice «Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación» Pedro está diciendo que si por fe damos como un hecho que somos hijos de Dios e invocamos a Dios como nuestro Padre, entonces debemos manifestar con nuestra conducta diaria la sinceridad de esa declaración. La conducta que es propia de aquellos que llamamos Padre a Dios es justamente esto de vivir en el temor de Dios, o como hemos dicho ya, esto de tener una clara conciencia de la maravillosa grandeza de Dios y evitar hacer cualquier cosa que le ofenda. Estoy totalmente seguro que Ud. amigo oyente, al igual que yo, hemos sido testigos de cantidad de personas que se llenan la boca diciendo que son hijos de Dios y que Dios es su Padre, sin embargo su conducta en el diario vivir está caracterizada por una continua ofensa a la magnificencia de Dios. Son personas que no viven en el temor de Dios. La falta de vivir en el temor de Dios descubre la insinceridad de la declaración de que son hijos de Dios. Observe que el vivir en el temor de Dios no es una opción para el creyente. Pedro no está diciendo: Haga todo lo posible por vivir en el temor de Dios. Tampoco está diciendo, si puede, viva en el temor de Dios. No, señor. Pedro está hablando con el énfasis de un mandato: conducíos en el temor de Dios, todo el tiempo de vuestra peregrinación. No hay margen para hacer nuestra propia voluntad. O nos conducimos en el temor de Dios o estamos pecando contra Dios. Interesante notar que Pedro llama a la vida que tenemos en este mundo, como el tiempo de nuestra peregrinación. Esto nos hace pensar nuevamente en que todos los creyentes somos parte de un reino celestial, donde está nuestra morada eterna. Por lo pronto, mientras estamos en este mundo, somos extranjeros y peregrinos. Los extranjeros y peregrinos no echan raíces profundas en los lugares donde se encuentran, porque saben que estarán allí por un corto tiempo. Así debería ser con cada uno de nosotros como creyentes. No deberíamos echar raíces profundas en este mundo, como si fuéramos a vivir en este mundo eternamente. Nuestra esperanza y nuestro tesoro deben estar en el cielo donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. En segundo lugar encontramos el motivo para vivir en el temor de Dios. ¿Por qué debemos los creyentes vivir en el temor de Dios? Ponga atención a lo que dice 1ª Pedro 1:18-21 «sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios» La razón para que los creyentes vivamos en el temor de Dios, como hemos visto ya, es porque se trata de un mandato. Pero no solamente por eso. Uno puede cumplir un mandato, por el simple hecho de obedecer, pero esto no funciona con Dios. El quiere que cumplamos el mandato de corazón, para ello nos da una razón muy poderosa. Lo que hace Pedro es mostrarnos lo que éramos antes, lo que somos ahora y lo que a Dios le costó el hacer ese cambio. ¿Qué es lo que éramos antes? Pues éramos esclavos. ¿Esclavos de qué? Pues, esclavos de nuestra vana manera de vivir, la cual recibimos de nuestros padres. Tanto Ud. como yo, antes de ser creyentes, éramos esclavos de los deseos de nuestra carne, haciendo cualquier cosa que deseábamos. Éramos esclavos del mundo, haciendo cualquier cosa que el mundo nos aconsejaba. Éramos esclavos de Satanás, haciendo cualquier cosa que Satanás quería que hiciéramos. Pero a raíz de que fuimos salvados, por gracia, cambió totalmente el panorama. ¿Qué es lo que somos ahora? Pues ahora ya no somos esclavos de la vana manera de vivir, la cual recibimos de nuestros padres. Ahora somos libres de todo lo que antes nos tenía dominados. Por eso Pedro dice que fuimos rescatados. Rescatar en este caso significa liberar mediante el pago de un rescate. Después de recibir a Cristo como Salvador, el creyente ha dejado de estar dominado por la carne, el mundo y el diablo. Si un creyente hace lo que le pide la carne, o el mundo o el diablo, no será porque está dominado por estas cosas, sino porque voluntariamente quiere hacerlo. Recuerde que el creyente peca cuando quiere pecar, porque si quisiera podría vivir toda la vida sin pecar. El creyente está libre de toda esclavitud. Si una persona dice que es creyente, pero vive esclavizada por algún vicio, o por algún pecado, deja lugar a dudar de la sinceridad de su declaración. Pero, ¿Cuánto se pagó como rescate para que seamos liberados de la esclavitud a nuestra vana manera de vivir, la cual recibimos de nuestros padres? Pedro dice que no fueron cosas corruptibles como oro o plata, una manera de decir que lo que se pagó no puede ser cuantificado con cosas materiales. Fue algo mucho más valioso, tan valioso que no puede ser cuantificado. Costó la vida del santo Hijo de Dios, el Señor Jesucristo. A él se refiere la frase: la sangre preciosa de Cristo. Nuestro Salvador se presenta como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esto nos hace pensar en la pascua. Para su celebración el judío piadoso tenía que buscar un cordero sin tacha, macho de un año, y guardarlo desde el 10 del mes de Nisán para ser sacrificado el 14 del mismo mes. Esto era un símbolo del perfecto Cordero de Dios, quien no solo es sin tacha sino sin mancha ni contaminación, quien no solo es escogido cuatro días antes de ser inmolado sino fue escogido desde antes de la fundación del mundo para ser inmolado en los postreros tiempos por amor de nosotros. Además, Cristo Jesús, como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, es la persona por medio de quien creemos en Dios. Dios mostró su total aceptación del sacrificio de Cristo cuando le resucitó de los muertos, y luego le coronó de gloria en la exaltación. De esta manera podemos saber que nuestra fe y nuestra esperanza no son vanas o sin sentido sino que están firmemente sustentadas en Dios mismo. Al pensar en lo que éramos, en lo que somos y en el precio para lograrlo, lo menos que podemos hacer es vivir en el temor de Dios de corazón, no solo por obligación. La gracia de Dios además de la salvación y muchas otras cosas más nos trae el poder para vivir en el temor de Dios. ¿Tiene Ud. este poder, amigo oyente? La única forma de tenerlo es por medio de recibir a Cristo como Salvador personal y así recibir todo el beneficio de la multiforme gracia de Dios.
Leave a comment