Reciba cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. Estamos estudiando el capítulo 14 de este precioso evangelio. En este capítulo, el Señor Jesús confronta y corrige cinco errores que cometía la gente de su época y ciertamente, también, la gente de esta época. Ya hemos estudiado cuatro de estos errores. El legalismo, el orgullo, el hacer favores por interés y la negligencia hacia el reino de Dios. En esta oportunidad vamos a estudiar el quinto error.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 14:25-35. En esta porción bíblica el Señor Jesús confronta y corrige el error de seguir al Señor Jesús sin antes haber calculado el precio. Con esto en mente, permítame leer el pasaje bíblico en Lucas 14:25-27. La Biblia dice: Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:
Luk 14:26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.(D)
Luk 14:27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.(E)
El Señor Jesús y sus discípulos estaban camino hacia Jerusalén y pasaron por la región de Perea, en donde un gobernante fariseo invitó al Señor Jesús a comer en su casa, no por amor y respeto hacia él, sino para ver si podía atraparlo en alguna falta para poder acusarle y darle muerte. Obviamente el Señor Jesús no cayó en la trampa, pero aprovechó la oportunidad para confrontar y corregir algunos errores que estaban cometiendo los fariseos, los mismos errores que cometen muchos hoy en día, como el legalismo, el orgullo, el hacer favores con interés y la negligencia hacia el reino de Dios. Tal vez cuando salió de la casa del gobernante fariseo, notó que estaba acompañado no sólo de sus discípulos sino de grandes multitudes. Si el Señor Jesús hubiera estado buscando popularidad como lo hacen tantos hoy en día, se hubiera sentido muy complacido y hubiera procurado predicar lo que la mayoría de la gente quiere oír, para asegurarse de que nadie deje de seguirle. Pero el Señor Jesús sabía que la mayoría de la gente que le acompañaba no lo hacía por amor a él sino por curiosidad, porque el Señor Jesús hacia milagros, o por el interés de recibir algún favor de él. Eran personas que le seguían sin estar dispuestas a pagar el precio. ¿Sabía que hay un precio que pagar para seguir al Señor Jesús? No se asuste, no estoy hablando de la salvación. La salvación es gratis. Es un regalo que se lo recibe por fe. Estoy hablando de la manera de vivir una vez que se ha llegado a ser salvo. Alguien dijo con sobrada razón que la entrada al reino de Dios no cuesta nada, pero la cuota anual cuesta todo. De esto es de lo que el Señor Jesús está hablando. Estoy seguro que después de oír el precio que se debe pagar para seguir al Señor Jesús, la mayoría de la gente que le estaba siguiendo debió haber dejado de seguirle. ¿Cuál es entonces el precio a pagar para seguir al Señor Jesús? Pues sencillamente es un amor supremo al Señor Jesús. A esto se refirió el Señor Jesús cuando dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y su madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Había muchos que habían ido al Señor Jesús, pero por no cumplir con la condición exigida, no podían ser discípulos del Señor Jesús. Un discípulo es, en general, el aprendiz o alumno de un maestro. El maestro es el Señor Jesús, el discípulo por tanto debe aprender a ser como su maestro. Esto tiene su precio. La condición exigida para ser discípulo del Señor Jesús es un amor supremo al Señor Jesús. Este amor al Señor Jesús por parte del discípulo debe ser de tal calidad que el amor del discípulo hacia su padre, o su madre, o su mujer, o sus hijos, o sus hermanos, o sus hermanas, parecería como si fuera odio en comparación. El Señor Jesús no está demandando que para ser discípulos de él debemos odiar a nuestros familiares. Lo que está diciendo es que nuestro amor a nuestros familiares debería ser como odio cuando se lo compara con el amor al Señor Jesús. Inclusive, parte del precio por seguir al Señor Jesús es que aborrezcamos nuestra propia vida. ¿Qué significa esto? Pues que los intereses del Señor Jesús deben estar siempre por encima de nuestros propios intereses. Esto es fácil decirlo, pero es harto difícil vivirlo, porque siempre aflora esa tendencia de nuestra naturaleza humana caída a poner nuestros intereses por encima de los intereses del Señor Jesús. Amar supremamente al Señor Jesús no es cuestión sólo de emociones, sino de acción de sacrificio en beneficio del Señor Jesús. A esto justamente se refiere las palabras del Señor Jesús cuando dijo: Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. La cruz no significa una circunstancia difícil de sobrellevar. Algunos esposos que no se llevan bien con sus suegras suelen decir: Mi suegra es mi cruz. Otros creyentes que tienen que soportar una enfermedad persistente suelen decir: Esta enfermedad es mi cruz. Pero el Señor Jesús no estaba hablando de suegras complicadas, ni enfermedades persistentes, ni pruebas difíciles de sobrellevar. La cruz es la senda del reproche, del sufrimiento, de la soledad y a veces hasta de la muerte que voluntariamente uno escoge por la causa del Señor Jesús. El discípulo debe tener como meta ser como su maestro. Como el Señor Jesús vivió una vida de auto renunciamiento, humillación y persecución, esto debe ser la meta de sus discípulos. Habiendo dejado en claro cual es precio para seguir al Señor Jesús, o en otras palabras, el precio para ser su discípulo, el Señor Jesús utiliza dos parábolas para ilustrar lo absurdo de no considerar el precio antes de emprender algo importante, como seguir al Señor Jesús. La primera parábola aparece en Lucas 14:28-30 dice: Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
Luk 14:29 No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,
Luk 14:30 diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.
Seguir al Señor Jesús como su discípulo es comparable a construir una torre. Cualquier persona que tenga en mente construir una torre, primeramente se sienta, calcula los gastos y según esto determina si puede o no llevar a cabo su proyecto de construir la torre. Si falla en esto, es muy posible que la construcción no vaya más allá de colocar los cimientos. En estas condiciones, el hombre será objeto de la burla de todos los que pasen por aquel lugar. Mirando la torre sin terminar llegarán a la conclusión que el hombre que hizo eso es iluso porque comenzó a construir y no pudo acabar. Lo mismo sucede cuando un creyente no toma conciencia del precio a pagar para ser discípulo del Señor Jesús. Su vida superficial en su andar cristiano será el motivo para la burla de la gente que le conoce y de esta forma el nombre del Señor Jesús será objeto de burla. La segunda ilustración aparece en Lucas 14:31-32. La Biblia dice: ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
Luk 14:32 Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.
Antes de entrar en batalla todo rey se sienta primero y evalúa su capacidad militar para determinar si tendría alguna garantía de victoria contra un ejército que tiene el doble de capacidad militar que él. Si llega a la conclusión que en esas condiciones no existe posibilidad de victoria, lo sensato es evitar la guerra y buscar alguna forma de estar en paz. La aplicación de estas dos parábolas aparece en Lucas 14:33. La Biblia dice: Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
La idea es: Antes de dejarse arrastrar por una decisión emocional de ser discípulo del Señor Jesús, como sucedía con la mayoría de la multitud que seguía al Señor Jesús, primero siéntese y calcule los gastos. El precio es renunciar a todo lo que se posee, porque de otra manera no es posible ser discípulo del Señor Jesús. No muchos están dispuestos a pagar el precio. El Señor Jesús terminó su discurso con un desafío. Se encuentra en Lucas 14: 34-35. La Biblia dice: Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará?
Luk 14:35 Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.
En los tiempos bíblicos, la sal no era tan pura como hoy en día, sino que estaba mezclada con muchas impurezas. En ocasiones, las impurezas reaccionaban químicamente con la sal y el resultado era que la sal se volvía insípida. Cuando esto pasaba, ya no se lo podía usar esta sal para sazonar la comida. En estas condiciones la sal no servía para nada, ni para la tierra, ni para el muladar, esto es, para usarla como abono. Cuando un creyente no está siendo un discípulo del Señor Jesús, se vuelve como sal insípida. No sirve para sazonar este mundo envuelto en pecado. No se trata de que pierde su salvación, sino que pierde todo lo que Dios pudo haber hecho a través de este creyente. No todos podían oír con entendimiento lo que el Señor Jesús estaba diciendo, por eso el Señor Jesús dijo: El que tiene oídos para oír, oiga. Si usted ya es creyente, ¿Está dispuesto a pagar el precio para ser un discípulo del Señor Jesús?
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