Es muy grato estar junto a Usted amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Prosiguiendo con nuestra serie titulada: Malaquías, un llamado a vivir piadosamente en medio de un mundo de impiedad, en esta ocasión nos corresponde meditar en lo terrible que es el robar a Dios. El robo de por sí ya es cuestionable, no se diga si a quien se roba es a Dios. En instantes más estará con nosotros David Logacho para hablarnos sobre esto.
En una muestra de su amor e interés por los suyos, Dios puntualizó los errores que estaban cometiendo e hizo un ferviente llamado al arrepentimiento.
En el estudio bíblico de hoy, Dios por medio de su profeta Malaquías pone nuevamente su dedo en la llaga para dejar al descubierto un gravísimo problema que estaba ocurriendo entre el pueblo.
Abramos nuestras Biblias en el libro de Malaquías, capítulo 3 versículos 6-12. En este pasaje bíblico, Dios hablará de una realidad, de un reproche y de una rectificación.
Vayamos a lo primero. Una realidad. Malaquías 3:6-8 dice: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos? ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.”
Esta era la realidad en el pueblo de Israel en la época de Malaquías. Desde quien sabe cuándo, estaban reteniendo los diezmos y las ofrendas. Sólo la fidelidad de Dios había evitado que sean consumidos como castigo por esta falta. Dios no cambia. Si él promete algo, él lo cumple.
Dios había prometido que no consumiría jamás a su pueblo. La ira de Dios se justificaba porque desde antaño, la tendencia del pueblo de Israel ha sido apartarse de las leyes de Dios. Los Israelitas estaban obligados a entregar a Dios dos diezmos completos.
Uno anual para el sostenimiento de los levitas. Números 18:21 dice: “Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión.”
Un segundo diezmo, también anual, debía ser llevado a Jerusalén para las fiestas de Jehová. Deuteronomio 14:22-23 dice: “Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año. Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos los días.”
Si el israelita vivía muy lejos de Jerusalén, podía vender lo que le correspondía entregar como diezmo y llevar el dinero a Jerusalén. Deuteronomio 14:24-26 dice: “Y si el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo, por estar lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido para poner en él su nombre, cuando Jehová tu Dios te bendijere, entonces lo venderás y guardarás el dinero en tu mano, y vendrás al lugar que Jehová tu Dios escogiere; y darás el dinero por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que tú deseares; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia.”
Cada tres años, el segundo diezmo no debía ser llevado al templo en Jerusalén sino que debía ser guardado en casa y usado para alimentar a los levitas y a los pobres. Sobre todo esto, los israelitas debían entregar ofrendas voluntarias.
Todo esto estaba perfectamente reglamentado, pero no sólo en la época de Malaquías, sino desde mucho antes, el pueblo estaba violando este mandato. Dios por medio del profeta exhorta al pueblo a volverse a él, en consecuencia, Dios también se volverá a ellos.
Ciegos a su pecado, el pueblo hace una pregunta a Dios. ¿En qué hemos de volvernos? Dios por tanto va a ser más claro y directo enfrentando el pecado del pueblo. Lo hace con una pregunta: ¿Robará el hombre a Dios? Esto debe haber caído como un balde de agua fría a los israelitas.
¿Robar a Dios? ¿Cómo se puede robar a Dios? Por eso hacen la pregunta: ¿En qué te hemos robado? La respuesta de Dios lo decía todo: En vuestros diezmos y ofrendas. El retener los diezmos y ofrendas fue considerado por Dios como un robo a él. La razón para esto es porque todo bien, no importa si es dinero, o ganado, o cosechas, o propiedades, o negocios pertenece a Dios. El hombre es solamente un mayordomo de estos bienes.
La voluntad del dueño de los bienes es que el hombre le devuelva, en el caso de los israelitas, los diezmos y ofrendas. Cuando el hombre no lo hace, está robando a Dios. Está quedándose con lo que pertenece a Dios. No es que Dios se va a empobrecer si alguien no le entrega los diezmos y ofrendas. Quien sale verdaderamente perjudicado es el que no entrega los diezmos y ofrendas. Esto es irónico.
La gente normalmente no entrega los diezmos y ofrendas porque piensa que así va a tener más, pero no se da cuenta que en realidad se está haciendo un terrible daño a sí mismo.
Esto nos lleva a nuestro segundo punto del bosquejo. El reproche. Malaquías 3:9 dice: “Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.”
Estas son palabras fuertes de Dios. Malditos sois con maldición, significa maldición máxima, la peor de las maldiciones. Es algo muy serio robar a Dios en los diezmos y ofrendas. Por eso es que la gente sufre escasez. Lo que hace sale mal. El dinero que pudo haber dado al Señor se lo lleva el médico, o el ladrón, o simplemente se gasta sin dejar ningún beneficio. Es la consecuencia de no haber dado al Señor lo que legalmente le pertenece.
Luego de mostrar la realidad y manifestar el reproche, Dios por medio de Malaquías, solicita una rectificación. Malaquías 3:10-12 dice: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.”
Ratificando lo que ya estaba establecido en la ley de Moisés, Dios manda a los israelitas que traigan todos los diezmos al alfolí. Esta palabra, alfolí, no se usa con mucha frecuencia en el diario hablar, pero significa el lugar donde se almacenan los granos que eran traídos en calidad de diezmo. Una palabra sinónima es: granero.
La desobediencia del pueblo había hecho que los alfolíes o graneros estén vacíos, pero si el pueblo se sometía al llamado de Dios, los alfolíes o graneros estarían llenos y en consecuencia habría alimento tanto para los levitas como para los sacerdotes.
Luego Dios hace una declaración sorprendente. Básicamente invita al pueblo a ponerle a prueba. Probadme ahora en esto. Está en juego la palabra de Jehová de los ejércitos. Si el pueblo era fiel trayendo al templo los diezmos y ofrendas, Dios estaba dispuesto a hacer tres cosas a favor del pueblo.
Número uno, traer abundante bendición. Lo pone en palabras cargadas de significado. Os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.
Número dos, evitar pérdidas. Dios promete frenar cualquier plaga que eche a perder el fruto de la tierra, de modo que los campos sean absolutamente fructíferos.
Número tres, ser codiciados por las naciones. La situación en Israel, en todo sentido, será tan buena que todas las naciones querrán ser como ella.
Son beneficios importantes fuera de toda duda. Dios no puede dejar de cumplir con lo que ha prometido. Si un israelita no estaba recibiendo estos beneficios, no era por culpa de Dios sino por culpa de ese mismo israelita quien estaba reteniendo los diezmos y ofrendas. El hombre cree que reteniendo los diezmos y ofrendas va a tener más, pero la realidad es que dando a Dios los diezmos y ofrendas el hombre va a tener más.
Las matemáticas del hombre son tan diferentes de las matemáticas de Dios. Las matemáticas del hombre dice: Si a una cantidad le quito algo, me queda menos. Las matemáticas de Dios dice: Si a una cantidad le quito algo, me queda más. Eso es lo que básicamente está enseñando Dios en este pasaje bíblico. Al estudiar pasajes bíblicos como este, es fácil convertirnos en jueces de los israelitas.
Pero, ¿Estamos nosotros dando a Dios lo que debemos dar en calidad de ofrendas? ¿No será que nosotros también, al igual que los israelitas del tiempo de Malaquías, estamos robando a Dios al no darle las ofrendas que debemos dar? ¿No será que por eso nuestra vida está rodeada de escasez y falta de bendición así como estaba sucediendo con los israelitas de la época de Malaquías? ¿Qué tal si nos volvemos a Dios para que Dios se vuelva a nosotros? ¿Qué tal si traemos nuestras ofrendas al templo, y ponemos a prueba a nuestro Dios como él mismo sugirió a los israelitas de la época de Malaquías? Ah… ¿piensa que eso fue para los judíos y no para la iglesia?
Pero entonces ¿cómo se explica lo que dice 2ª Corintios 9:6-8 donde leemos: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente? Y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra.”
El principio es el mismo del Antiguo Testamento. Dar al Señor generosamente resulta en bendición, generosamente también segará. No dar al Señor o dar escasamente, resulta en falta de bendición, escasamente segará. Que por la gracia de Dios seamos fieles en nuestras ofrendas al Señor.
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