Cordiales saludos amable oyente. Es un gozo para mí compartir este tiempo con usted. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es el Evangelio según Lucas. En esta ocasión veremos al Señor Jesús como el Amo de las tormentas.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 8:22-25. Permítame leer este pasaje bíblico. La Biblia dice: Aconteció un día, que en entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron. Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraron. Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza. Y les dijo; ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen? El pasaje comienza diciendo: Aconteció un día. Probablemente fue el mismo día que el Señor Jesús pronunció la parábola del sembrador, mostrando que un corazón dispuesto a recibir la semilla de la palabra de Dios, producirá abundante fruto, dentro de esto, la fe, o la confianza en la persona del Señor Jesucristo. Los doce apóstoles estaban entre aquellos que recibieron la palabra del Señor Jesús. Como era de esperarse, después de escuchar una gran enseñanza, normalmente el Señor nos pone en alguna circunstancia para poner en práctica lo que hemos aprendido. Los discípulos del Señor Jesús están por tanto a punto de enfrentar una situación donde tendrán que aplicar lo aprendido. El texto leído dice que el Señor Jesús entró en una barca con sus discípulos y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Esto es muy interesante. Cuando el Señor Jesús nos pide hacer algo, podemos contar siempre con su presencia. Esto no garantiza que nunca vamos a enfrentar pruebas, pero garantiza que dependiendo del Señor Jesús, podemos enfrentar con éxito cualquier prueba. Si el Señor Jesús le pide hacer algo amable oyente, puede estar seguro que el Señor Jesús está junto a usted para animarle, para fortalecerle y para guiarle. No hay razón alguna para temer cuando el Señor Jesús está a bordo. De modo que, los doce, acompañados del Señor Jesús abordaron la nave y partieron hacia el otro lado del mar de Galilea. El mar estaba en calma y la navegación proseguía sin ningún inconveniente. Tanto es así, que el Señor Jesús, tal vez cansado de su incesante actividad, buscó un lugar tranquilo en la barca y se quedó dormido. Pero en algún momento, sucedió lo inesperado. El texto dice que se desencadenó una tempestad de viento en el lago. Los que conocen muy bien el mar de Galilea, dice que esto sucede con frecuencia en este mar. Su situación geográfica hace que las condiciones atmosféricas cambien súbitamente. Pero yo me inclino a pensar un poquito diferente. ¿Por qué? Pues, porque si diéramos una mirada a lo que Lucas relata a continuación del pasaje bíblico que estamos estudiando, encontraremos que al otro lado del lago, esperaba al Señor Jesús un endemoniado, en un lugar que se llamaba Gadara. El Señor Jesús hizo uso de su poder sobre Satanás y sus demonios para expulsar los demonios de este hombre. Me parece a mí, que quien estaba detrás de esta terrible tormenta en el mar de Galilea era Satanás, en un esfuerzo inútil por estorbar que el Señor Jesús llegue a Gadara para liberar a aquel hombre poseído de demonios. Así sucede siempre. El enemigo siempre está listo y dispuesto para estorbar la obra de Dios. A veces pensamos que si estamos cumpliendo con la voluntad de Dios, jamás vamos a enfrentar dificultades, jamás vamos a enfrentar pruebas, jamás vamos a enfrentar oposición. Pero no hay tal amable oyente. Así como el Señor Jesús y sus discípulos estaban en medio de una tormenta en el mar de Galilea, los que servimos al Señor también vamos a enfrentar severa oposición, de diversa índole, pero siempre orquestada por Satanás. Los que servimos al Señor no sólo debemos esperar oposición, sino que vamos a enfrentar oposición, vamos a encontrarnos con algunas tormentas. Pero lo maravilloso es que el Señor Jesús está con nosotros, podemos contar con su persona en todo momento, y él está listo para socorrernos y para tomarnos de la mano para salir airosos de la tormenta. Satanás intenta estorbar la obra del Señor, pero después de todo, Satanás no es sino un mero instrumento en la mano de nuestro Dios Todopoderoso. La tormenta pudo haber estado orquestada por Satanás, pero en el fondo era el Señor Jesús creando las condiciones necesarias para dar una lección importante a sus discípulos. Satanás usa la adversidad para destruir, pero Dios usa la adversidad para construir. Las pruebas están diseñadas por Dios para pulir nuestro carácter. La tormenta que se abatió sobre el mar de Galilea tenía el propósito de probar la fe de los discípulos, para que los discípulos sepan que su fe, necesitaba fortalecerse. El texto dice que la tempestad de viento era tan fuerte que los discípulos se anegaban y peligraban. Yo me identifico mucho con estos discípulos, porque a veces, yo también he sentido que me estoy anegando en medio de una prueba. Es la falta de fe lo que me conduce a situaciones así. Movidos por el temor en medio de la tormenta, los discípulos del Señor Jesús hicieron lo más sensato. Vinieron al Señor Jesús y le dijeron: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! En medio de las tormentas de la vida, amable oyente, siempre lo más sensato es recurrir a Aquel que está con nosotros. Es sencillo mencionarlo, pero tan difícil practicarlo. Cuando mis hijos eran niños y como todo niño, de vez en cuando enfermaban, mi esposa y yo nos poníamos frenéticos buscando una solución por nuestra propia cuenta. Cuando todo fallaba, nos acordábamos que el Señor Jesús estaba cerca y listo para socorrernos. Qué gran ejemplo de los discípulos del Señor Jesús. Cuando estuvieron en medio de su tormenta, pensaron que se anegarían y tomaron conciencia del peligro en el que estaban, pero hicieron lo correcto, buscaron al Señor Jesús por ayuda. Usted también amable oyente, en medio de sus propias tormentas, no se rompa la cabeza buscando una solución por su propia cuenta. Eche mano de ese recurso sin igual, eche mano de la oración y con fe pida al Señor el socorro que necesita. La palabra de Dios dice que podemos acercarnos con confianza al trono mismo de la gracia para hallar gracia y misericordia para el oportuno socorro. Esto justamente es lo que hicieron los discípulos del Señor Jesús en medio de su tormenta. Cuando alguien se acerca con fe al Señor Jesús para buscar su ayuda, el Señor Jesús siempre responde. En el caso de sus discípulos, Lucas registra que el Señor Jesús despertó, porque había estado durmiendo a pesar de la tormenta, luego reprendió al viento y a las olas y se hizo bonanza. ¡Qué maravilloso! Es el poder del Señor Jesús sobre la naturaleza. Note que la naturaleza, con todo lo que esto implica no es sino un siervo dócil en las manos de su Creador, el Señor Jesucristo. Puede ser que Satanás haya incitado al viento y a las olas, pero cuando el viento y las olas escucharon la reprensión del Señor Jesús, inmediatamente obedecieron. Es posible que este mismo instante su vida esté enfrentando el azote del viento y las olas de la prueba, amable oyente, pero si Usted busca al Señor en oración y deposita sobre él su carga, es muy posible que el Señor Jesús reprenda a ese viento y a esas olas y su vida también recupere la ansiada calma. Cuando todo se tranquilizó, el Señor Jesús hizo una pregunta a sus discípulos: ¿Dónde está vuestra fe? Es la misma pregunta que el Señor Jesús nos hace cada vez que nos ponemos a temblar de miedo ante las adversidades que enfrentamos. ¿Dónde está tu fe? Cuánta razón tiene la Biblia cuando dice que en lugar de preocuparnos en medio de las tormentas de la vida, debemos echar sobre el Señor Jesús todas nuestras ansiedades porque Él tiene cuidado de nosotros. En esto se manifiesta la fe. Los discípulos deben haber reconocido que aunque hicieron lo correcto al buscar al Señor Jesús para que les ayude en la tormenta, sin embargo no fue correcto perder la calma y pensar que iban a perecer en un naufragio. La historia termina con una pregunta que se hacían los discípulos entre ellos: ¿Quién es éste, que aún a los vientos y a las aguas manda y le obedecen? Los discípulos no estaban seguros en cuanto a la respuesta a esa pregunta, pero nosotros, sabemos a ciencia cierta que Aquel que tiene autoridad sobre los vientos y las aguas, y sobre toda la naturaleza, es nuestro amado Salvador, el Señor, a quien damos la honra y la gloria, ahora y siempre. Amén.
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