Qué gozo saludarle amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Lucas y en esta oportunidad vamos a considerar al Señor Jesús como el Señor o el Amo de la misma muerte.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 7:11-17. Después de manifestar su poder sobre toda enfermedad, por medio de sanar al siervo de un centurión romano, el Señor Jesús va a manifestar su poder sobre algo más grave, sobre la misma muerte. Cuando el Señor Jesús sanó al siervo del centurión romano, hubo alguien que buscó al Señor Jesús para que realice este milagro, pero en el caso que vamos a estudiar en esta ocasión, no hubo nadie que busque al Señor Jesús para que realice este milagro. Fue el mismo Señor Jesús, que buscó al muerto para darle la vida. Con esto en mente, lo primero que encontramos en nuestro pasaje bíblico es el lugar donde ocurrió el milagro. Lucas 7:11 en su primera parte dice: Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín,
El Señor Jesús se encontraba en Capernaún cuando realizó el milagro de sanidad en el siervo del centurión romano. En algún momento partió de Capernaún, a orillas del mar de Galilea, y se dirigió hacia el Sur Oeste, a la ciudad de Naín. Naín está a unos 40 Km de distancia de Capernaúm. Esto significa como un día de camino a paso redoblado. Si salió temprano a la mañana, debe haber llegado al caer la tarde a Naín, justo a tiempo cuando por la puerta de la ciudad de Naín salía un cortejo fúnebre hacia el cementerio fuera de la ciudad. En segundo lugar encontramos el encuentro de dos multitudes. Lucas 7: desde la segunda parte del versículo 1 y el versículo 2 dice: e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
Luk 7:12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
Aquí tenemos a las dos multitudes frente a frente. La una multitud iba hacia la ciudad, la otra multitud iba a un cementerio. La una multitud estaba formada por personas gozosas al ver al Hijo de Dios haciendo tantas obras milagrosas. La otra multitud estaba formada por personas tristes que llevaban a enterrar a un difunto. La una multitud iba detrás del Señor Jesús, el autor y sustentador de la vida, la otra multitud iba detrás de un cuerpo muerto. La caravana de la vida se encontró con la caravana de la muerte. En un sentido espiritual, la humanidad entera forma parte de la una o la otra multitud. Los que hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador, somos parte de la caravana de la vida y caminamos por este mundo hacia la ciudad celestial, al cielo, con el autor y consumador de la vida a la cabeza. Los que no han recibido a Cristo como su Salvador, son parte de la caravana de la muerte y caminan por este mundo hacia el cementerio, la puerta de entrada a su condenación eterna. ¿En cuál caravana se encuentra usted, amable oyente? Pero dejemos a la caravana de la muerte por un instante, y fijémonos en una sola persona que forma parte de esta caravana. Se dice que en este mundo algunos nacen con estrella y otros nacen estrellados. Pues, entre los que humanamente hablando nacen estrellados estaba la pobre mujer madre del joven difunto. Su vida no era nada fácil. Primeramente fue golpeada con la muerte de su esposo, porque el texto dice que era viuda. Lo único que le quedaba en la vida era su único hijo, en quien, con toda seguridad puso todo su amor y su esperanza. Cuán doloroso habrá sido para ella, cuando la vida de este su único hijo fue cortada de un tajo por la muerte. Además del dolor de ver morir a su único hijo, enfrentaba un futuro sombrío de soledad. En tercer lugar, tenemos el encuentro del Señor Jesús con la madre del joven muerto. Lucas 7:13 dice: Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
Que maravilloso que es el Señor Jesús, sin que nadie lo note, arregló todas las cosas para aparecer en el instante preciso cuando más necesitaba esta pobre mujer viuda. No un segundo antes ni un segundo después. Esto es lo que se conoce como la providencia de Dios. La capacidad de arreglar todo para que se cumpla su voluntad con absoluta precisión. El texto dice que el Señor Jesús vio a la mujer y se compadeció de ella. Qué hermoso. Cuando estamos en prueba, en dificultad, en tragedia, no estamos solos, nuestro Salvador está cerca y listo para compadecerse. El verbo que se ha traducido como compadecerse significa ser conmovido en las entrañas. Qué interesante, el Señor Jesús se conmueve en las entrañas por el sufrimiento de los que somos suyos. Con razón que Hebreos 4:15 dice: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Lleno de compasión por lo que estaba experimentando la mujer, el Señor Jesús le dijo: No llores. Si no fuera el Señor Jesús quien dijo esto, sería absurdo pedir a esta mujer que no llore. ¿Cómo no va a llorar, si su único hijo había muerto y su cadáver estaba camino al cementerio? La mujer no tuvo oportunidad para responder al pedido del Señor Jesús, porque inmediatamente, el Señor Jesús hizo uso de su poder como Hijo de Dios para manifestar su poder sobre la muerte. En cuarto lugar, tenemos el milagro realizado por el Señor Jesús. Lucas 7:14-15 dice: Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.
Luk 7:15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
Luego de pedir a la madre viuda que no siga llorando, el Señor Jesús se acercó al féretro y lo tocó. Esto es algo que ningún judío lo haría porque al tocar el féretro quedaba inmundo y tendría que pasar por todo el rito de purificación, pero esto no fue un obstáculo para que el Señor Jesús haga la obra sobrenatural que estaba por hacer. Al tocar el féretro, los que lo llevaban se detuvieron. Era algo que jamás pensaron que pudiera suceder. El poder del Señor Jesús comenzaba a manifestarse. Dirigiéndose al cadáver del hijo único de la viuda, el Señor Jesús pronunció la frase: Joven a ti te digo, levántate. Hasta ese momento, la muerte tenía prisionero al joven, pero en ese instante la muerte perdió su poder. El Señor Jesús es más poderoso que la muerte. Al instante, el joven que había muerto se incorporó. El verbo que se ha traducido como incorporarse, significa en realidad sentarse. El cadáver estaba acostado dentro del féretro, seguramente sin tapa, y cuando el Señor Jesús pronunció la orden, la muerte perdió su poder y el joven muerto se sentó en féretro. Como si esto no fuera suficiente, el joven ya con vida, comenzó a hablar. Lucas no relata lo que dijo, todo queda a nuestra imaginación. En todo caso, una vez realizado el milagro, el Señor Jesús entregó al joven vivo a su madre. Imagine el gozo que habrá experimentado esa atribulada mujer. En un instante estaba agobiada por el dolor de ver a su único hijo muerto, y en el instante siguiente, estaba llena de gozo al recibir del Señor Jesús a su único hijo vivo. Ahora la mujer entendía que quien le dijo: No llores, tenía toda la razón al pedir esto, porque Él tiene poder sobre la muerte. Este es uno de los tres casos que registran los evangelios en los cuales el Señor Jesús resucita a personas muertas. El primero es a este joven, el segundo a la hija de Jairo y el tercero a Lázaro. El Señor Jesús debe haber resucitado a más muertos, pero estos tres casos aparecen en los Evangelios. Un dicho afirma que para todo hay remedio, menos para la muerte. Desde el punto de vista humano puede ser así, pero este dicho no se aplica para el Señor Jesús, porque Él tiene poder sobre la enfermedad y sobre la muerte. Cuando el Señor Jesús estuvo en este mundo en su primera venida, devolvió a la vida a algunos, pero poco antes de su segunda venida, en lo que se llama el arrebatamiento, volverá a la vida y con cuerpos glorificados, a todos los que hemos confiado en él como Salvador, y esto si es que llegamos a morir físicamente, porque es posible que no tengamos que morir físicamente, si mientras estamos con vida ocurre el arrebatamiento. Se cumplirá entonces lo que el mismo Señor Jesús dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Finalmente, en quinto lugar, tenemos la reacción de la gente. Lucas 7:16-17 dice: Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.
Luk 7:17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
Al ver el poder del Señor Jesús, la gente se llenó de miedo, tal vez un temor reverencial, y glorificaron a Dios, relacionando lo sucedido con el profeta que Dios había prometido al pueblo de Israel en el tiempo de Moisés, según Deuteronomio 18:15 y concluyendo que Dios mismo estaba manifestándose o visitando al pueblo de Israel. Aunque el Señor Jesús no buscó fama, su fama se extendió por toda Judea y por toda la región de alrededor. En cuestión de poco tiempo, esta fama se transformaría en odio al Señor Jesús, al punto de ser entregado para ser crucificado.
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