Reciba saludos cordiales amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta oportunidad veremos al Señor Jesús enseñando a sus discípulos acerca de que conocerle a él es lo mismo que conocer al Padre y acerca de la oración.
Abramos nuestras Biblias en Juan 14:7-14. En nuestro último estudio bíblico, vimos al Señor Jesús haciendo una declaración llena de significado. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. La única forma para que una persona pueda llegar al Padre es a través de su Hijo, el Señor Jesús. Esta afirmación se sustenta en la maravillosa unión que existe entre el Padre y el Hijo. Note lo que dice Juan 14:7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.
Si los discípulos hubieran reconocido lo que en realidad es el Señor Jesús, hubieran podido conocer al Padre, porque es el Señor Jesús, quien da a conocer al Padre. Pero desde ese momento, y en especial desde el momento que el Señor Jesús resucite de entre los muertos, los discípulos comprenderían que el Señor Jesús es Dios el Hijo. Entonces reconocerán que conocer a Cristo es lo mismo que conocer al Padre y que ver al Señor Jesús es lo mismo que ver al Padre. El verbo conocer, en la Biblia en general, tiene varios significados que van desde un conocimiento superficial sobre algo hasta un conocimiento íntimo sobre algo. Es en este último sentido que se debe entender el verbo conocer en la declaración del Señor Jesús cuando dice: Desde ahora le conocéis. Mucha gente anhela profundamente conocer a Dios no de una manera superficial, sino de una manera profunda o íntima. La única forma de lograrlo es por medio de conocer de una manera profunda o íntima a la persona del Señor Jesús. No se puede conocer a Dios aparte del Señor Jesús. Al oír lo que dijo el Señor Jesús, uno de sus discípulos llamado Felipe expresó lo que era el gran anhelo de todos los discípulos. Observe lo que dice Juan 14:8-12 Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.
Joh 14:9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?
Joh 14:10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.
Joh 14:11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
Joh 14:12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.
El Señor acabó de declarar que conocerle a él es igual que conocer al Padre, verle a él es igual que ver al Padre, pero parece que los discípulos tenían serias dificultades para comprender este concepto. Por eso, tal vez a nombre de los once, Felipe, uno de los apóstoles levantó su voz y dijo al Señor Jesús: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Una manera de decir: Señor, muéstranos al Padre y quedaremos conformes. Pero no seamos prontos a acusar a Felipe y al resto de discípulos, de ser faltos de entendimiento, por cuanto nosotros también, hoy en día, a pesar que vivimos después que el Señor Jesús murió, resucitó y fue ascendido a la gloria de su Padre, tenemos dificultades para entender que si queremos conocer al Padre de una manera muy significativa, tenemos que conocer al Señor Jesús de una manera significativa, porque el Hijo es quien da a conocer al Padre. Todo lo que es el Hijo es el Padre y todo lo que es el Padre es el Hijo. Esto por supuesto no significa en absoluto que el Hijo y el Padre son la misma persona como sostienen algunas sectas falsas. Son personas diferentes, pero ambas personas tienen la misma esencia. ¿Cuál fue la respuesta del Señor Jesús al pedido de Felipe? Lo hizo con un dejo de reprensión, por medio de una pregunta: ¿Tanto tiempo que he estado con ustedes y no me has conocido Felipe? Luego repitió lo que había dicho varias veces con anterioridad: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. Por tanto, dijo el Señor Jesús a Felipe: ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? Los discípulos debían creer que el Señor Jesús es uno con el Padre, porque él mismo dio testimonio sobre esto. Pero si eso no fuera suficiente para ellos, los discípulos podrían creer que el Señor Jesús es uno con su Padre, por las obras maravillosas que con sus propios ojos le vieron hacer. Todos los milagros que realizó el Señor Jesús, tenían el propósito de demostrar que él es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, el Rey de Israel. Siendo así, el Señor Jesús anunció a los apóstoles, que los que creen en él, harán las mismas obras que él hizo, pero aún mayores, por el hecho que el Señor Jesús estaba por volver a la gloria de su Padre y eso marcaría el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Cuando uno lee el libro de Los Hechos, se nota que los apóstoles realizaron muchos milagros semejantes a los que realizó el Señor Jesús, inclusive levantar muertos. Fue el cumplimiento de lo que el Señor Jesús dijo a los apóstoles. Pero no sólo eso, sino que los apóstoles hicieron algo mucho más grandioso. Todo comenzó cuando como resultado del primer mensaje de Pedro, después que descendió el Espíritu Santo y los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo, recibieron al Señor Jesús como Salvador como tres mil personas. Esto fue un milagro sin igual. Imagine, tres mil personas que pasaron de muerte a vida, como resultado de un solo mensaje. Que una persona que esté muerta espiritualmente llegue a tener vida espiritual, ya es un gran milagro, no se diga tres mil. A partir de este momento, multitudes recibieron vida espiritual no sólo en Israel, sino en todo el mundo. Son las mayores obras de las cuales el Señor Jesús habló a los apóstoles. Pero el hecho que entre el Señor Jesús y el Padre existe esa unidad maravillosa, tiene su efecto también en la oración. Note lo que dice Juan 14:13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Joh 14:14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
Estas palabras deben haber sido de mucho ánimo para esos atribulados apóstoles. Efectivamente, el Señor Jesús, que había estado con ellos todo el tiempo, estaba por volver a su Padre, a dónde los apóstoles no podían ir inmediatamente, pero eso no significaba que el Señor Jesús se iba a olvidar de ellos, porque los apóstoles podían pedir al Padre en el nombre del Señor Jesús con la garantía de que el Señor Jesús hará lo que le pidan, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Incidentalmente, en este pasaje bíblico encontramos al menos dos elementos importantes de la oración. La oración se debe dirigir al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre, dijo el Señor Jesús. Esto se hace evidente también en el modelo de oración que el Señor Jesús dejó a sus discípulos. Lucas 11:2-4 dice: Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
Luk 11:3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Luk 11:4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.
La oración se dirige al Padre, y comienza con adoración, luego se incluye los pedidos que tienen que ver con los asuntos del reino de Dios, y finalmente con los pedidos que tienen que ver con los asuntos del hombre. El otro elemento es que la oración se debe hacer en el nombre del Señor Jesús. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, dijo el Señor Jesús. Pedir en el nombre del Señor Jesús, va más allá de simplemente repetir mecánicamente la frase: En el nombre de Jesús, al final de toda oración. Pedir en el nombre del Señor Jesús es tomar plena conciencia que lo que se está pidiendo se lo hace no en los méritos de la persona que ora, sino en los méritos de la persona del Señor Jesús. Pedir en el nombre del Señor Jesús, también significa tomar plena conciencia que lo que se está pidiendo es algo que el Señor Jesús también pediría. Es como si dijéramos al Padre: Esto que te estoy pidiendo es lo que tu mismo Hijo te pediría. Muchas veces pedimos y no recibimos. ¿Por qué? La respuesta está en lo que dice Santiago 4:2-3 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.
Jas 4:3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
El Padre jamás va a responder a oraciones que el Señor Jesús no las haría. Esto es lo que significa pedir en el nombre de Jesús. Por último, pedir en el nombre del Señor Jesús significa que lo que pido al Padre es algo que glorifique o rinda honor al Padre. No todo lo que pedimos tiene como motivación glorificar o dar honor al Padre. Muchas veces pedimos para satisfacer nuestros deseos egoístas. Oraciones así no son oraciones en el nombre del Señor Jesús. El Señor Jesús termina esta parte afirmando que si algo pedimos en su nombre, él lo hará. Como ya se ha mencionado esto no es cheque en blanco para pedir lo que se nos ocurra. Tienen que ser cosas que son la voluntad de Dios. 1 Juan 5:14-15 dice: Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
1Jn 5:15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
Pedir de esta manera al Padre, en el nombre del Hijo no es sencillo, pero tenemos a nuestra disposición el poder del Espíritu Santo para pedir como conviene, con la seguridad que recibiremos respuesta positiva. Romanos 8:26 dice: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Que Dios nos motive a orar de esta manera.
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