Cordiales saludos amable oyente. Es un gozo para mí, David Logacho, darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Lucas. En esta ocasión, el Señor Jesús mostrará su maravilloso poder para limpiar la lepra.
Si tiene una Biblia, ábrala en Lucas 5:12-16. Como antecedente, el Señor Jesús se encontraba haciendo su ministerio en la región de Galilea, al norte de Israel. La ciudad de Capernaum, situada en la costa nor occidental del mar de Galilea, fue la base desde donde el Señor Jesús cubría la región de Galilea con su mensaje. Desde Capernaum, el Señor Jesús visitaba varias ciudades en Galilea, anunciando el reino de Dios y autenticando su mensaje con numerosos y variados milagros. Los milagros siempre tuvieron el propósito de autenticar mensaje y mensajero. Las obras milagrosas que realizaba el Señor Jesús eran las credenciales que confirmaban que él es el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios. Lucas trae a colación un evento en el cual el Señor Jesucristo manifestó su poder sobre una terrible enfermedad, la lepra. En primer lugar tenemos el objeto del milagro. Lucas 5:12 dice: Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Se trata de un leproso. Los judíos calificaban como lepra a muchos desórdenes de la piel, incluido lo que hoy llamamos el mal de Hansen, enfermedad que ataca a millones de personas hoy en día, a pesar de todos los avances en el campo de la medicina. El mal de Hansen anula las terminales nerviosas de la víctima, y como resultado, la víctima pierde la capacidad de experimentar dolor en el miembro afectado con el mal. En estas condiciones es presa fácil de infecciones que deforman el miembro afectado y en casos extremos termina por desprenderse del cuerpo. Según la ley de Moisés, eran los sacerdotes quienes tenían la responsabilidad de examinar a un individuo para determinar si padece de lepra. Si este era el caso, el leproso no podía volver a su casa con su familia sino que era recluido en un lugar diseñado para los leprosos, ubicado fuera del campamento. La lepra es un cuadro muy preciso del pecado según la Biblia. Isaías 1:4-6 dice: ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás.
Isa 1:5 ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente.
Isa 1:6 Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.
La lepra es un mal que penetra más profundo que la piel y no se cura con remedios caseros. Así es el pecado, penetra a lo profundo del alma y no se cura con remedios caseros. La lepra también es extremadamente contagiosa y por esta razón, los leprosos tenían que ser recluidos en un lugar especial para ellos fuera del campamento. Cuando por alguna razón, un leproso tenía que caminar por una calle, tenía que clamar a voces: ¡Leproso! ¡Leproso! Y además hacía sonar una campanilla. La idea era que toda la gente en la calle se ponga a buen recaudo para estar lo más lejos posible del leproso. Así es el pecado, contamina todo. En un día todavía futuro el pecador que salga de este mundo sin perdón de su pecado, será recluido en un lugar especial para él. Ese lugar es el infierno. El leproso era considerado ceremonialmente inmundo. Como tal no podía entrar al templo y todo aquel que lo tocaba quedaba ceremonialmente inmundo. Esto es lo que produce el pecado en el plano espiritual. Ningún pecador puede entrar en el cielo. Ser leproso era una tragedia bajo todo punto de vista. Ser pecador es peor tragedia, desde todo punto de vista. Según relata Lucas, cuando el Señor Jesús llegó a cierta ciudad en Galilea, se le presentó un hombre lleno de lepra. A pesar de la advertencia de la presencia del leproso, el Señor Jesús no se escondió como tal vez lo hicieron las personas que acompañaban al Señor Jesús. Lucas dice que el hombre no sólo era leproso, sino que estaba lleno de lepra. Esto significa que la lepra cubría todo su cuerpo. Aparentemente era un caso extremo del mal de Hansen. El hombre se postró con el rostro en tierra y rogó al Señor Jesús diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. El leproso era un hombre de fe. Lo sabemos porque reconoce que Jesús de Nazaret es el Señor, o el Amo, el Dueño, Dios mismo. Además, el leproso no tiene duda alguna en cuanto a que el Señor Jesús tiene todo el poder para curarle de su lepra. Lo único que hacía falta era que el Señor Jesús quiera hacerlo. Por eso le rogó diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. En segundo lugar, tenemos el milagro en sí mismo. Lucas 5:13 dice: Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
El Señor Jesús respondió a la fe del leproso. El Señor Jesús hizo lo que ninguno en ese momento se hubiera atrevido hacer. Inclinándose hacia el leproso, extendió su mano y le tocó. El Señor Jesús sabía que al tocar al leproso, él mismo se hacía ceremonialmente inmundo, pero eso no le importó. Sabía que dejaría de ser inmundo siguiendo lo que establece la ley de Moisés. Qué interesante, el Señor Jesús se hizo inmundo para que un inmundo pueda ser limpiado. Hermoso cuadro de lo que el Señor Jesús hizo en la cruz del calvario. Allí en la cruz, el Señor Jesús se hizo pecado para que pecadores como usted y como, yo podamos ser limpiados de nuestro pecado. 2 Corintios 5:21 dice Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
Esto es maravilloso. El Señor Jesucristo no tuvo asco de aquel leproso y le tocó. Así también es en el plano espiritual, el Señor Jesucristo no tiene asco del pecador y está dispuesto a tocarlo para limpiarlo. Algunos pecadores dicen: Yo soy tan malo que Dios jamás me podrá limpiar de mi pecado. Pero no hay tal, amable oyente. Dios no espera que estemos limpios para tocarnos con su poder salvador por medio de Cristo. Dios nos toca tal como estamos, con toda nuestra carga de pecado, y entonces nos limpia, así como el Señor Jesucristo tocó al leproso y lo limpió. Qué dulces habrán sido las palabras del Señor Jesús a los oídos del leproso: Quiero, sé limpio. Lucas dice que al instante, el leproso quedó limpio. Esto es un auténtico milagro de sanidad. Para que sea un milagro de sanidad, el enfermo debe ser sanado instantáneamente, totalmente y nadie debe tener la más mínima duda en cuanto a que aconteció un milagro. El leproso fue limpiado instantáneamente. El leproso fue limpiado totalmente y nadie de los que estaban allí, dudaron en lo más mínimo en cuanto a que se había operado un milagro. Hoy en día muchos dicen que tienen el poder para sanar milagrosamente, pero tristemente para ellos y para los que se dejan engañar de ellos, no se cumple con esto que la sanidad debe ser instantánea, total y sin duda alguna. Dios hace milagros de sanidad hoy en día, pero no por medio de personas que tienen la capacidad de sanar milagrosamente, sino en respuesta a la oración de los que somos hijos de Dios y siempre conforme a la voluntad de Dios, no a la voluntad del hombre. En tercer lugar, tenemos el mandato del hacedor del milagro. Lucas 5:14-16 dice: Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino vé, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés,(D) para testimonio a ellos.
Luk 5:15 Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades.
Luk 5:16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.
El Señor Jesús tenía buenas razones para pedir al ex – leproso que no diga a nadie sobre el milagro que había tenido lugar en su cuerpo. El Señor Jesús no deseaba que su fama crezca y la gente se acerque a él sólo por curiosidad o por interés de recibir sanidad. En lugar de publicar lo que el Señor Jesús había hecho con él, el ex – leproso tenía que cumplir con la ley de Moisés en cuanto al procedimiento a seguir cuando un leproso pensaba que se había curado de la lepra. En esencia, tenía que mostrarse al sacerdote y hacer la ofrenda por la purificación, según lo que establecía la ley que Dios mandó por medio de Moisés, para testimonio a los sacerdotes. Sin embargo, según el relato de Marcos, el ex – leproso no pudo mantenerse callado sino que divulgó el hecho. Esto explica por qué la fama del Señor Jesús se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle. Sin embargo, el Señor Jesús sabía que la gente no estaba tan interesada en oír su mensaje sino en recibir sus favores. La gente se reunía para que les sanase de sus enfermedades. El Señor Jesús no buscaba fama. Por eso Lucas termina este pasaje bíblico diciendo que el Señor Jesús se apartaba a lugares desiertos para orar. Gran ejemplo de lo que debe ser nuestra vida de oración. Algo interesante que me gustaría mencionar es el hecho que el Señor Jesús ordenó a este hombre que no publique lo que había pasado con él, pero el hombre lo hizo. En cambio el Señor Jesús nos ordena a nosotros publicar lo que él ha hecho con nosotros, pero nosotros no lo hacemos. ¡Qué ironía! ¿No le parece?
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