Reciba un cordial saludo mi amiga, mi amigo. Soy David Logacho y quiero darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Lucas. La Biblia habla de dos puertas, la una ancha y la otra angosta. La puerta ancha conduce a un camino ancho, la puerta angosta conduce a un camino angosto. El camino ancho lleva a la perdición y muchos andan por este camino, el camino angosto lleva a la salvación y pocos andan por este camino. En el pasaje bíblico para nuestro estudio de hoy, el Señor Jesús se refiere justamente a la puerta angosta.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 13: 22-30. Haciendo una comparación entre lo que relata Juan en su evangelio y lo que dice Lucas en su evangelio, se hará evidente que los eventos relatados entre Lucas 13:22 hasta Lucas 17:10 ocurrieron en una región conocida como Perea, gobernada por Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande. Con esto en mente, note lo que dice Lucas 13:22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.
Todo esto que vamos a considerar ocurrió mientras el Señor Jesús y sus discípulos estaban encaminándose a Jerusalén, en donde el Señor Jesús iba a ser crucificado. El camino pasaba por ciudades y aldeas y el Señor Jesús se detenía en cada una de ellas para enseñar. Fue en estas circunstancias que uno de los que oían su enseñanza hizo una pregunta. Lucas 13:23 dice: Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan?
Parece que en aquel tiempo era motivo de debate saber cuántos se salvan. Algunos rabinos decían que muchos, otros rabinos decían que pocos. El hombre que hizo la pregunta quería saber qué pensaba el Señor Jesús sobre esto. Este hombre era como muchos hoy en día, que se afanan por saber sobre cosas que no les compete e ignoran las cosas que verdaderamente les compete. Lo que verdaderamente importa no es saber cuántos se van a salvar sino si yo me voy a salvar. Sobre esto justamente se va a enfocar el Señor Jesús. Note lo que dice Lucas 13:24-30, incluyendo la última parte del versículo 23. Y él les dijo:
Luk 13:24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
Luk 13:25 Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.
Luk 13:26 Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
Luk 13:27 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.(B)
Luk 13:28 Allí será el llanto y el crujir de dientes,(C) cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
Luk 13:29 Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.(D)
Luk 13:30 Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros.(E)
La salvación, en un sentido es comparable a entrar por una puerta angosta. El Señor Jesús expresa una realidad que se manifestaba en su tiempo así como también se manifiesta en nuestro tiempo. Me refiero al hecho que muchos procurarán entrar por esa puerta angosta, pero no podrán. La gran pregunta es ¿Por qué no podrán? El resto del discurso del Señor Jesús presenta la razón por la cual muchos no podrán entrar por la puerta angosta. Para esto, el Señor Jesús presenta al reino de Dios como una gran fiesta en la cual estarán presentes personas de gran estima entre el pueblo judío, personas como Abraham, como su hijo Isaac y como su nieto Jacob; y como si esto fuera poco, allí estarán también todos los profetas de Israel. Todo judío se sentiría privilegiado al estar presente en una fiesta con tan ilustres personajes. Pero algo notorio es que la puerta para entrar a esta fiesta no va a estar abierta todo el tiempo. Cuando se inicia la celebración, el padre de familia se levantará, se dirigirá hacia la puerta y la cerrará herméticamente. A partir de ese momento nadie podrá entrar por esa puerta. Los que no entraron a tiempo por la puerta se quedarán afuera para siempre. Reconociendo lo que acababan de perder, la gente que está afuera comenzará a tocar la puerta y a exclamar diciendo: Señor, Señor, ábrenos. Se nota la desesperación de la gente al verse fuera de la fiesta. ¿Cuál será la respuesta del Señor? Desde adentro, el Señor responderá: No sé de dónde sois. Esta respuesta asombrará a los que no pudieron entrar a la fiesta. ¿Cómo así que no sabes de dónde somos? ¿No te acuerdas que una vez comimos juntos? ¿No te acuerdas que otra vez bebimos juntos? ¿No te acuerdas que cuando enseñabas en nuestra plaza, nosotros estábamos allí oyéndote? Pero desde adentro, el Señor insistirá: Os digo que no sé de dónde sois. Luego pronunciará palabras que los que están afuera jamás hubieran querido oír. Les dirá: Apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. Estas palabras harán que la gente que se quedó afuera comience a llorar crujiendo los dientes. Será la reacción propia de personas que demasiado tarde tomarán conciencia de lo que se han perdido, porque adentro están Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas, mientras ellos han quedado excluidos para siempre. Acto seguido, el Señor Jesús propuso la aplicación de lo que acababa de decir. “Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios” ¿Cómo es esto? El Señor Jesús se estaba refiriendo a personas no judías, es decir gentiles, que estarán presentes en el reino de Dios. Volviendo a la parábola que relató el Señor Jesús, diríamos que estas personas gentiles provenientes del oriente, del occidente, del norte y del sur, fueron conocidos por el Señor, y por eso pudieron entrar por la puerta a la fiesta del reino de Dios. Esto debe haber caído como un balde de agua fría sobre los judíos que estaban oyendo al Señor Jesús. ¿Cómo es posible que nosotros judíos, estemos afuera del reino de Dios, mientras esos despreciables gentiles están dentro del reino de Dios? El Señor Jesús por tanto les explicó diciendo: He aquí hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros. Los postreros que serán primeros se refiere a los gentiles que por ser conocidos por el Señor entrarán al reino de Dios. Los primeros que serán postreros se refiere a los judíos que por su incredulidad no fueron conocidos por el Señor y por tanto están fuera del reino de Dios. La gran pregunta por tanto, amable oyente, es. ¿A qué lado de la puerta angosta se encuentra usted? Pues, si usted ha sido conocido de Dios, está adentro, en el reino de Dios, pero si usted no ha sido conocido de Dios, por el momento está afuera del reino de Dios. La clave entonces es: ¿Cómo puede una persona llegar a ser conocida de Dios? La respuesta es por medio de recibir al Señor Jesús como su único y personal Salvador. ¿Recuerda lo que el padre de familia de la parábola dijo a los que tocaban la puerta pidiendo que se les deje entrar a la fiesta? Apartaos de mí, hacedores de maldad. ¿En qué consistía su maldad? Pues en la incredulidad. Estas personas comieron con el padre de familia, bebieron con el padre de familia, oyeron las enseñanzas del padre de familia, pero nunca jamás creyeron al padre de familia. Por eso el padre de familia no les conocía. Lo mismo puede suceder con las personas hoy en día. Saben todo lo que se puede saber sobre el Señor Jesús. Su preexistencia, su nacimiento, su crecimiento, su ministerio público, sus enseñanzas, su muerte, su resurrección, su ascensión y su ministerio presente. Sin embargo, no le han creído y por tanto no le han recibido como Salvador. Todo lo que saben del Señor Jesús está en su cabeza, pero jamás han confiado en él y le han recibido como Salvador. Como consecuencia, no son conocidas de Dios y por tanto están fuera del reino de Dios. Pero hay algo que es necesario mencionar. El Señor Jesús no habló de cualquier puerta. Habló de una puerta angosta. Esta puerta angosta denota que los que pasan por ella tienen que dejar atrás todo aquello que les impediría pasar por esa puerta. La salvación resulta de recibir por la fe al Señor Jesús y nada más. Los que lo reciben de esta manera tienen que abandonar cualquier otra cosa en la cual han estado confiando para ser conocidos por Dios, como las buenas obras, los ritos religiosos, o la afiliación a alguna religión cualquiera que sea. Esta es la razón por la cual pocos pasan por esta puerta angosta. Muchos quieren pasar por esta puerta pero llevando las cosas que guardan con tanto celo. La puerta no se abrirá si quieren entrar con cualquier cosa aparte de la sola fe en Cristo y en consecuencia tendrán que quedar fuera del reino de Dios. Un antiguo coro evangélico decía lo siguiente. Una sola puerta hay, mas son sus lados dos. Adentro y afuera. Y tú ¿Dónde estás? Usted tiene la respuesta amable oyente.
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