Es muy grato saludarle amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. En nuestro estudio bíblico último vimos como el Señor Jesús tapó la boca de los principales sacerdotes, de los escribas y de los saduceos. Lucas registra que estas personas no osaron preguntarle más. Aprendieron su lección. Es imposible atrapar al Señor Jesús en alguna palabra, simple y llanamente, porque el Señor Jesús es perfecto, puro y limpio. Ahora es tiempo para que el Señor Jesús tome la iniciativa tocando tres asuntos importantes, el asunto de su deidad, el asunto de lo peligrosos que son los escribas, y el asunto de las ofrendas.
Si tiene una Biblia, ábrala en Lucas 20:41 a Lucas 21:4. Lo primero que tenemos es el asunto de la deidad del Señor Jesús. Lucas 20:41-44 dice: Entonces él les dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?
Luk 20:42 Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Luk 20:43 Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.(F)
Luk 20:44 David, pues, le llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo?
Mientras los derrotados detractores se disponían a retirarse del atrio del templo, luego de su intento fallido por sorprender al Señor Jesús en alguna palabra, el Señor Jesús les salió al paso con una pregunta. ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David, si las mismas Escrituras, que ustedes tanto dicen conocer, afirman claramente que David llamó Señor al Cristo? El nombre Señor es el equivalente de Jehová en el idioma Hebreo. Para confirmar lo que estaba diciendo, el Señor Jesús citó una parte del Salmo 110, un salmo reconocido por todos como salmo mesiánico, lo cual significa que fuera de toda duda habla en forma profética sobre el Cristo o el Mesías. En el primer versículo dice: Jehová dijo a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.(
Este salmo fue escrito por David. En este salmo, David está citando lo que Jehová dijo al Mesías o al Cristo: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Pero lo interesante es la manera como David se refiere al Cristo o al Mesías. Le dice: Mi Señor. Esta es la forma como un judío se refería a Jehová o a Dios. Aquí viene el dilema planteado por el Señor Jesús a sus detractores: ¿Cómo es esto que el Cristo es hijo de David, pero el mismo David dice que el Cristo es Dios? Los detractores deben haberse quedado con la boca abierta. La única explicación posible es que el Cristo es descendiente de David y al mismo tiempo es Dios. El Señor Jesús cumple con estas dos condiciones. Por el lado humano es descendiente de David, pero al mismo tiempo, por el lado divino es Hijo de Dios o Dios mismo. Esto es algo que los detractores del Señor Jesús tenían que reconocerlo, pero se resistían por la incredulidad que reinaba en su corazón. El segundo asunto que trata el Señor Jesús es lo peligroso que son los escribas. Lucas 20: 45-47 dice: Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
Luk 20:46 Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
Luk 20:47 que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación.
Un escriba era un judío experto en la ley, o la tora. También se les conocía como doctor de la ley o maestro. Su título honorífico era rabino. El Señor Jesús pone de manifiesto el peligro que revisten los escribas. Por eso ordena a todo el pueblo a estar en guardia contra ellos. Acto seguido el Señor Jesús presenta algunas características que distinguían a los escribas. Les gustaba andar con ropas largas. Esto era para que nadie ignore su presencia. Les encantaba ser el foco de atención en cualquier lugar que se encontraban. Esta es una de las razones para que los líderes de la iglesia donde me congrego, no usen ningún vestuario especial para distinguirse de los demás creyentes en la iglesia. Amaban las salutaciones en las plazas. Encontraban gran placer en que la gente les rinda honores en los lugares públicos. Amaban las primeras sillas en las sinagogas. La idea prevaleciente era que las primeras sillas en la sinagoga eran los lugares para la gente importante de la comunidad judía. Los escribas adoraban sentarse en ellas. Amaban los primeros asientos en las cenas. Al igual que en las sinagogas, los primeros asientos estaban reservados para las personas importantes en las cenas, y como los escribas se consideraban importantes, demandaban que se les conduzca a los primeros asientos en las cenas. Estas eran las características externas, que envolvían las características internas. Los escribas eran codiciosos de ganancias deshonestas. Dice el texto que devoraban las casas de las viudas, y a la vez hacían largas oraciones para impresionar a los demás. Esta es la típica conducta de un hipócrita religioso. Esconde la bajeza de su carácter en un disfraz de falsa piedad. El Señor Jesús dio su veredicto sobre los escribas. Les dijo: Estos recibirán mayor condenación. Imagine amigo oyente como habrá caído esta sentencia sobre los escribas que estaban escuchando al Señor Jesús. Sin embargo, no se atrevieron a atacar al Señor Jesús por miedo de la gente que miraba con buenos ojos la enseñanza del Señor Jesús. El tercer asunto tiene que ver con la ofrenda. Lucas 21:1-4 dice: Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas.
Luk 21:2 Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas.
Luk 21:3 Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos.
Luk 21:4 Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
El Señor Jesús todavía se encontraba en el atrio del templo. Como estaba cercana la fiesta judía de la Pascua, debe haber habido mucha gente en el templo. Una de las cosas que hacía la gente era depositar su ofrenda en varios cofres que tenían una abertura a manera de embudo. No revestía mayor problema ver con precisión cuánto ofrendaba cada persona. El Señor Jesús observó como los ricos echaban sus ofrendas en las alcancías del templo, y vio también a una viuda muy pobre que echaba dos blancas. Los que conocen del sistema monetario de esos tiempos dicen que una blanca era la moneda de menor valor en existencia. Dicen inclusive que equivalía a una fracción de un centavo de dólar. Si se compara la ofrenda de los ricos con la ofrenda de la pobre viuda, lo que dio la pobre viuda es absolutamente insignificante. Sin embargo, la conclusión del Señor Jesús fue esta pobre viuda echó más que todos los ricos que echaron mucho. ¿Por qué? Es la gran pregunta. El Señor Jesús provee la respuesta de una manera magistral. Los ricos dieron lo que les sobraba, la viuda dio todo su sustento. En el asunto de dar, Dios no mira la porción que se da sino la proporción de lo que se da. Lo que los ricos daban era una proporción insignificante, con relación a lo que tenían, guardaron la mayor parte para ellos. Lo que la viuda dio fue una proporción asombrosa, porque dio todo su sustento, no guardó nada para ella. A Dios no le importan tanto lo que le damos como con lo que nos quedamos. Yo podría poner mil dólares en el plato de la ofrenda, pero eso sería nada si me quedo con cien mil dólares que gané. ¿Ve el asunto? Si los creyentes tomáramos mayor conciencia de este hecho, no habría iglesias que no tienen ni para pagar los servicios básicos como agua, luz, gas, teléfono. No habría ministerios cristianos que proclaman la palabra de Dios, pero que mes a mes tienen que estirar lo más que pueden lo poco que reciben como ofrenda para satisfacer sus necesidades. ¿Cómo está en cuanto a este asunto amable oyente? ¿Está dando a Dios lo que le sobra? Tenga mucho cuidado. Donde mejor se refleja el verdadero carácter de un creyente es en su dar al Señor. Por eso dicen que lo último que se convierte en todo creyente es su billetera. Sea un creyente generoso con el Señor. No dé como los ricos que daban de lo que les sobra, dé como la viuda que dio de su pobreza, todo su sustento. No estoy incentivando la codicia, pero el Nuevo Testamento promete bendición sin igual, principalmente bendición espiritual, para los que dan generosamente. 2 Corintios 9:6 dice: Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.
Leave a comment