Reciba cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Lucas. En esta oportunidad vamos a continuar estudiando el discurso del Señor Jesucristo que se conoce como el sermón del llano, muy similar a lo que en el Evangelio de Mateo se lo conoce como el sermón del monte.
Prosiguiendo con su discurso pronunciado en un lugar llano en Galilea, el Señor Jesús presenta cuatro ilustraciones que iluminan algunas cualidades del carácter que debemos tener sus seguidores. Con esto en mente, abramos nuestras Biblias en Lucas 6:39-45. En primer lugar, tenemos la ilustración del ciego guiando a otro ciego. Lucas 6: 39-40 dice: Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?(F)
Luk 6:40 El discípulo no es superior a su maestro;(G) mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.
Qué maravilloso que es el Señor Jesús usando cosas de la vida cotidiana para ilustrar verdades espirituales profundas. Cuando un ciego guía a otro ciego, ambos terminarán en el hoyo. La culpa es del ciego que sin ver el hoyo que está más adelante en su camino, se ofrece a guiar a otro tan ciego como él. Esto se aplica no sólo en el campo espiritual sino en toda disciplina de la vida. En el campo espiritual es de vital importancia que los seguidores del Señor Jesús nos aseguremos de entender bien los principios espirituales que estamos inculcando en otros porque de otra manera arrastraremos a otros al error en que nosotros mismos estamos. Este era uno de los muchos problemas que tenían los fariseos en el tiempo del Señor Jesús. Se daban de expertos conocedores del Antiguo Testamento, pero no entendían nada o casi nada de su significado real y sin embargo se constituían en guías o maestros de otros. Eran ciegos guiando a otros ciegos. La advertencia del Señor Jesús apunta a los maestros en su trabajo de enseñar a sus discípulos. Más vale que el maestro esté viviendo en su vida personal lo que está tratando de enseñar a su discípulo. El maestro debe entender que su discípulo no va a ir más allá del punto al cual el maestro mismo ha llegado. El discípulo no es superior a su maestro, dijo el Señor Jesús. Todo el que haya completado su aprendizaje, a lo más que puede llegar es al nivel de su maestro.
La segunda ilustración aparece en los versículos 41 y 42. La Biblia dice: ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
Luk 6:42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
Otra ilustración impactante. Se trata de un hombre que pretende quitar una pequeña astilla en el ojo de su hermano, sin tomar en cuenta que él mismo tiene en su propio ojo, no sólo una astilla, sino todo el tronco de donde salió la astilla que está en el ojo de su hermano. Es algo imposible. El Señor Jesús invita a la reflexión diciendo: ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Lo que pasa es que el hombre de la ilustración está ciego a su propio serio problema y pretende confrontar a otro hombre que no tiene un problema tan serio como el de él. Como alguien bien ha dicho, los problemas que nosotros mismos tenemos, nos parecen mucho más ofensivos cuando los vemos en otras personas. Esto se llama hipocresía. Por eso la exhortación del Señor Jesús cuando dice: Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano. Esto es tan importante en la vida de los que compartimos la palabra de Dios bien sea en una iglesia o en un ministerio cristiano. Antes de exhortar a otros a hacer algo como creyentes debemos asegurarnos que nosotros mismos lo estamos haciendo. De otra manera seremos hipócritas, que pretendemos sacar la paja del ojo ajeno y no nos damos cuenta de la viga en nuestro propio ojo. Pero no sólo los que enseñamos la palabra de Dios debemos tomar en cuenta esto, sino todo creyente, ya sea en su casa o en su trabajo. ¿Cómo, por ejemplo, un padre borracho puede corregir a su hijo que llega ebrio alguna vez a su casa? El Señor Jesús diría a este padre: Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hijo. ¿Cómo puede un padre fumador corregir a sus hijos que han comenzado a probar el tabaco? ¿Cómo puede una madre mentirosa inculcar a sus hijos a decir siempre la verdad? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tus hijos. ¿Cómo pueden los padres animar a sus hijos a que se involucren en las actividades de una iglesia local si ellos mismos son apáticos a las actividades de esa misma iglesia local? No, amable oyente, antes de pretender corregir a otros, debemos asegurarnos que primeramente nosotros no estamos haciendo lo mismo que lo que estamos tratando de corregir. La idea no es: Ah… como yo también soy débil en esa área, entonces jamás voy a corregir a otros que están pecando en el área de mi debilidad. La idea es: Con la ayuda del Señor voy a hacer todo lo posible para tener victoria en el área de mi debilidad, de modo que cuando sea necesario, con limpia conciencia, sin sentirme hipócrita, voy a corregir a otro que está cayendo en esa área en la cual yo también soy débil. Solamente así estaremos cumpliendo con lo que el Señor Jesucristo demanda para los que estamos instruyendo a nuestros discípulos. La tercera ilustración se encuentra en Lucas 6:43-44. La Biblia dice: No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.
Luk 6:44 Porque cada árbol se conoce por su fruto;(H) pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.
Una ilustración más cargada de significado. Tal el fruto tal el árbol. Cada árbol se conoce por su fruto. Los espinos no producen higos y las zarzas nos producen uvas. El fruto corresponde al árbol. Es obvio entonces que el buen árbol no puede dar frutos malos y el mal árbol no puede dar frutos buenos. Por sus frutos los conoceréis dijo el Señor Jesús. Los creyentes hemos sido salvados no sólo para tener entrada segura al cielo, sino también para hacer buenas obras mientras estamos como peregrinos en este mundo. El apóstol Pablo dice que somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras. Las obras claman a gritos el tipo de árbol que somos. Si nuestras obras son buenas, entonces somos un buen árbol, somos hijos de Dios. Pero si nuestras obras no son buenas, entonces somos un mal árbol, no somos hijos de Dios por más que nos cansemos de publicar a los cuatro vientos que somos hijos de Dios. Por sus frutos los conoceréis. Cuentan que un traficante de drogas recibió al Señor Jesús como su Salvador. Todos los domingos asistía al culto en su iglesia, pero de Lunes a Sábado seguía en el tráfico de drogas. Cuando fue confrontado con esta conducta dijo: ¿Y qué hay de malo? Yo veo a creyentes mentirosos, veo a creyentes adúlteros, veo a creyentes ladrones, veo a creyentes borrachos, ¿por qué no puede haber también creyentes traficantes de drogas? Cuando una persona recibe a Cristo como Salvador de una forma genuina, llega a ser una nueva criatura, y como tal deja atrás su vida de malos frutos y comienza a manifestar los buenos frutos. Por sus frutos los conoceréis. Finalmente, la cuarta ilustración la tenemos en Lucas 6:45. La Biblia dice: El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.(I)
Esta ilustración muestra la relación entre lo que hay en el corazón y lo que habla la boca. Para la mentalidad judía, el corazón, puede referirse tanto al órgano que lleva ese nombre, como a la mente, o a la facultad de pensar. Es en este sentido que se usa la palabra corazón en este versículo. En otras palabras, lo que está guardado en nuestra mente se manifiesta en la forma como hablamos. Una mente llena de la basura de este mundo, inevitablemente pronunciará un hablar corrupto, pero una mente llena de la palabra de Dios, inevitablemente pronunciará un hablar que trae gloria a Dios. Un dicho afirma: Dime con quien andas y te diré quien eres. Podríamos decir: Déjame oír lo que dices y te diré quien eres. De la abundancia del corazón habla la boca. ¿Cómo es su hablar, amable oyente? Si nota que de su boca salen palabras ofensivas, palabras soeces, tenga mucho cuidado. Tal vez no sea creyente o si lo es, de seguro está llenando su mente de cualquier cosa que este mundo ofrece, menos de la palabra de Dios. Si esto es su caso, lo antes posible examine su vida. Si llega a la conclusión que no es un hijo de Dios, reciba a Cristo como su Salvador lo antes posible. Si llega a la conclusión que siendo creyente ha llenado su mente de la basura de este mundo, arrepiéntase, confiese a Dios su pecado, apártese de ese pecado y comience a llenar su mente de la palabra de Dios.
Leave a comment