La Biblia Dice… les saluda cordialmente y les invita a su estudio bíblico del día de hoy. En nuestros últimos estudios bíblicos hemos venido hablando acerca de la obediencia. Obediencia es hacer lo que se nos pide, sin ninguna variación, sin ninguna tardanza y sin ningún reclamo. Obediencia a medias es desobediencia. Obediencia retrasada es desobediencia y obediencia insincera es desobediencia. Este tipo de obediencia no es natural en el ser humano. Lo natural en el ser humano es la desobediencia. Felizmente, los que hemos sido redimidos por la sangre de Cristo tenemos a nuestra disposición una naturaleza celestial, capaz de dominar a nuestra naturaleza pecaminosa, con la ayuda de esta naturaleza podemos vencer la tendencia natural a la desobediencia. Uno de los temores que surgen dentro de nosotros cuando estamos por decidir entre obedecer o desobedecer, es aquel de perder nuestra libertad. Pensamos que si obedecemos a Dios vamos a perder nuestra independencia, nuestro sentido de autodeterminación, nos sentiríamos mucho mejor si nosotros fuéramos los que damos las órdenes, pero no puede haber pensamiento más absurdo, porque Dios jamás nos puede pedir algo que vaya en detrimento nuestro. Los propósitos de Dios son siempre beneficiosos para nosotros. Obedecer lo que Dios nos pide traerá una verdadera libertad, desobedecer lo que Dios nos pide en cierto sentido nos privará de la verdadera libertad. ¿En qué sentido se pierde la verdadera libertad cuando se desobedece? Este será justamente el tema para, nuestro estudio bíblico de hoy.
La desobediencia a Dios priva de la libertad. La obediencia a Dios garantiza la libertad verdadera. ¿En qué sentido se pierde la libertad cuando desobedecemos a Dios? Pues en muchos sentidos. Uno de ellos es el desánimo. El desánimo que produce la desobediencia a Dios es como una celda de gruesos barrotes que mantiene a su víctima cautiva. Proverbios 18:14 dice: «El ánimo del hombre soportará su enfermedad; ¿Mas, quién soportará al de ánimo angustiado?” Es en realidad difícil soportar a alguien que está desanimado. El desánimo como que anula la personalidad de un individuo. Una persona desanimada verá todo como si estuviera con gafas oscuras. Todo le parecerá negro. No se atreverá ni a salir a la calle por el pánico de que algo malo le acontezca. El desánimo se tornará en gruesas cadenas que literalmente atan a sus víctimas. Muchas personas que llegan a este estado y no pueden salir de él terminarán privándose la vida o entregándose a algún vicio para camuflar su desánimo. La misma palabra de Dios dice en Proverbios 31:6-7: «Dad la sidra al desfallecido, Y el vino a los de amargado ánimo. Beban y olvídense de su necesidad, Y de su miseria no se acuerden más» Así es el desánimo hermanos y amigos. Ahora bien, qué produce el desánimo. Bueno hay varias razones para ello, pero una de ellas es la desobediencia a Dios. La Biblia está llena de historias de personas que cayeron en el profundo foso del desánimo a causa de su desobediencia a Dios. Tomemos por ejemplo el caso del profeta Elías. Dios le había llamado para confrontar la maldad del rey Acab y su perversa esposa Jezabel. Elías obedeció este mandato y vivió las horas más extraordinarias de su vida cuando humilló a los profetas de Baal en la cumbre del monte Carmelo. Pero casi inmediatamente después, la esposa de Acab, Jezabel, amenazó contra la vida del profeta. ¿Qué hizo el gran profeta? 1ª Reyes 19:3-4 dice: «Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo cié un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres» Allí lo tenemos. Llamado a ser un vocero de Dios para confrontar la impiedad de Israel, desobedeciendo a Dios y huyendo de una mujer impía. Tuvo valor para enfrentarse y matar a cientos de profetas de Baal, pero no tuvo valor para enfrentarse a una mujer impía. ¿Qué es lo que pasó? Pues Elías desobedeció a Dios dejando de confrontar el pecado de Israel y como resultado de su desobediencia cayó en el desanimo. Presa del desánimo, lo único que se le ocurrió es pedir a Dios que le quitase la vida. Se sintió tan inútil para Dios, tan poca cosa, que pensaba que lo mejor sería morir. La desobediencia a Dios condujo al desánimo a Elías. Quizá Ud. dirá, pero eso fue solo en el pasado. No, mi hermano, sucedió en el pasado y está sucediendo también en el presente. Cada vez que desobedecemos a Dios quedamos a merced del desánimo. Cuantos creyentes existen en la actualidad que van arrastrándose por la vida y todo porque en alguna forma osaron desobedecer a Dios. A lo mejor, mi hermano, Ud. también está arrastrándose por la vida en lugar de volar. ¿No será que ha estado desobedeciendo a Dios en alguna área de su vida? Por qué no investiga su vida para identificar si la causa del desánimo es la desobediencia a Dios. Si ha habido desobediencia, hoy mismo confiéselo al Señor y tome pasos concretos para obedecer al Señor, si lo hace, estoy seguro que los días de su desánimo están contados. Otro personaje bíblico que se dejó atrapar por las garras del desánimo a causa de su desobediencia a Dios, fue Jonás. Ud. recordará la historia de Jonás. Bueno al igual que Elías, él también recibió una orden del Señor. Primero desobedeció a Dios y Dios le disciplinó con mano dura. Después, ante la segunda oportunidad, obedeció a Dios, pero no con una actitud correcta en su corazón. Prácticamente hubo también aquí desobediencia, era por tanto de esperarse que hubiera en él desánimo, como en realidad lo hubo. Presa de desánimo escuchemos lo que hizo. Jonás 4:5-8: «Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver que acontecería con la ciudad, Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le librase de su malestar; y Jonás se alegró grandemente por la calabacera. Pero al venir el alba del día siguiente, Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó. Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida» Al igual que Elías, Jonás también en su desánimo, no pensó sino en la muerte. Estaba según él liquidado, la única salida posible era la muerte. Qué triste. La desobediencia a Dios arrojó a Jonás a una bien resguardada prisión llamada desánimo. Uno piensa que obedeciendo a Dios va a perder la libertad, pero en realidad desobedeciendo a Dios se pierde totalmente la libertad así como hemos visto que aconteció en las vidas de Elías y Jonás. Por supuesto que no siempre el desánimo es producto de desobedecer a Dios, pero yo me pregunto cuánto del desánimo de muchos hermanos y hermanas hoy en día serán consecuencia directa de desobedecer a Dios. Cuantas veces no nos habremos sentido desanimados por saber lo que teníamos que hacer y sin embargo no haberlo hecho. Cuantas veces no nos habremos sentido desanimados porque aunque deseamos obedecer estamos retrasando la obediencia. ¿Cuántas veces nos habremos sentido tan desanimados, al punto inclusive de mirar a la muerte como algo atractivo, a causa de haber obedecido con una mala motivación o con una actitud incorrecta? No nos engañemos hermanos, la obediencia precisa a Dios, sin demora y con una actitud correcta en el corazón es el camino para disfrutar de la libertad y gozar de felicidad. La desobediencia es el ancla que nos mantiene en el mar del desánimo. Si Ud. está desanimado, es posible que ello sea como consecuencia de haber desobedecido a Dios en algo. No siga en el abismo del desánimo. Empiece a obedecer a Dios sin variación, sin demora y sin reclamos y notará como Dios le provee de alas para abandonar ese profundo abismo llamado desánimo.
Leave a comment