Qué gozo es estar nuevamente junto a usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. A partir de hoy vamos a estudiar una corta pero preciosa carta del apóstol Pablo. En el Nuevo Testamento aparece como Epístola de Pablo a Filemón. En esta carta podemos aprender mucho acerca de la manera como se manifiesta el amor cristiano. Esta serie de estudios bíblicos se llama: “Amor Cristiano en Acción”
Antes de introducirnos en el estudio de la Epístola de Pablo a Filemón, es necesario hacer una breve introducción para tener en claro cosas como el autor de la carta, la fecha de escritura de la carta, el destinatario de la carta, el lugar desde donde se escribió la carta y el propósito general de la carta. De manera que, vayamos a lo primero. En cuanto al autor de la carta, el título de la misma en el Nuevo Testamento, nos comunica que el autor es el apóstol Pablo. Ciertamente que los títulos de los libros del Nuevo Testamento no son textos inspirados por el Espíritu Santo, pero nos proveen de información digna de crédito por cuanto se añadieron a los textos originales casi al mismo tiempo que éstos se escribieron. Pero además del título, en la misma carta se afirma que el apóstol Pablo es su autor. Note lo que dice el primer versículo. Pablo, prisionero de Jesucristo, y el hermano Timoteo, al amado Filemón, colaborador nuestro,
Esto se confirma en el versículo 9 de Filemón. La Biblia dice: más bien te ruego por amor, siendo como soy, Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo;
Finalizando ya su carta note lo que dice el versículo 19: Yo Pablo lo escribo de mi mano, yo lo pagaré; por no decirte que aun tú mismo te me debes también.
Podemos por tanto afirmar con absoluta certeza que el apóstol Pablo es el autor de la carta a Filemón. Ahora consideremos la fecha de escritura de la carta. Por el hecho que la carta a Filemón fue escrita al mismo tiempo que la carta a los Colosenses, podemos afirmar también que la fecha de escritura de la carta a Filemón fue alrededor del año 60 después de Cristo. En cuanto al destinatario de la carta, se lo identifica en el primer versículo. Se llama Filemón. Este nombre significa “amoroso” y le viene muy bien por las razones que más adelante veremos en la carta. Filemón residía en Colosas. Esto se deduce al comparar el versículo 2 de la carta a Filemón, en el cual se hace referencia a un personaje de la familia de Filemón, muy probablemente su hijo, quien se llama Arquipo, el cual es citado por Pablo en la carta a los Colosenses 4:17 exhortándole a que cumpla el ministerio que recibió del Señor. En cuanto al lugar desde donde Pablo escribió la Epístola a los Filipenses, se trata de la capital del imperio Romano, la ciudad de Roma. Pablo se encontraba en calidad de prisionero en esta ciudad. No se puede saber con certeza si para cuando escribió la carta a Filemón, Pablo estaba recluido en una celda o custodiado en una casa, conforme a lo que dice Hechos 28:30 donde dice: Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían. Para captar el propósito general de la carta, es necesario comprender los hechos que ocurrieron y que motivaron a Pablo a escribir esta carta personal a Filemón. Pues, sucede que Filemón era una persona que tenía una buena posición económica. Entre sus bienes contaba con algunos esclavos. Filemón era el amo. No se alarme amable oyente. No olvide que la esclavitud, con todas sus aberraciones conocidas, era una institución reconocida en el imperio romano. En aquel tiempo, los esclavos eran tratados como simples objetos. Sus amos podían venderlos, cambiarlos, recibirlos como herencia y tantas otras cosas más. Entre los esclavos de Filemón había uno quien se llamaba Onésimo. Este nombre significa “provechoso” o “útil” Onésimo era un nombre muy popular para un esclavo en el imperio Romano. Me imagino que los amos ponían este nombre a sus esclavos con la esperanza que los esclavos que llevan este nombre vivan a la altura del significado del nombre, es decir que sean provechosos y útiles a sus amos. Desgraciadamente, el esclavo Onésimo no vivió a la altura del significado de su nombre, porque un aciago día hizo realidad un plan que desde hace mucho tiempo lo había estado maquinando. En lugar de ser provecho y útil a su amo, Onésimo causó grave daño a su amo. Sucede que Onésimo encontró la manera para forzar las seguridades del lugar donde Filemón guardaba su dinero y sus cosas de valor, y hurtó lo que pensó que le podría ser útil. Una vez que tomó el botín, decidió marcharse tan lejos como podía a algún lugar donde él consideraba poco probable que sea encontrado. Esto le condujo a Roma, la gran capital, donde fácilmente podría pasar desapercibido entre la multitud de esclavos. Fue en estas circunstancias cuando se manifestó la misericordia de Dios sobre Onésimo. Algún día, de alguna manera, los caminos de Onésimo y de Pablo se cruzaron. La Biblia no especifica si este encuentro tuvo lugar en la cárcel donde Pablo estaba preso, o en la casa alquilada donde Pablo pasó dos años enteros esperando su sentencia. En todo caso, la gracia de Dios se abrió de par en par para Onésimo, cuando oyó el mensaje del Evangelio por boca de Pablo. Onésimo se vio a sí mismo tal cual como Dios le veía. Onésimo sabía que era un pecador condenado. Pero también Onésimo supo que Dios le amaba y que por ese amor, había enviado a Su Hijo al mundo, para que reciba el castigo por el pecado que Onésimo merecía. Consciente de su estado espiritual y consciente de la obra de Cristo en la cruz a favor suyo, Onésimo recibió al Señor Jesucristo como su único y suficiente Salvador. Esta decisión motivó a Onésimo a dar un giro de 180 grados en su vida. El amor que Dios había derramado en su vida se manifestó en un profundo deseo por servir a Pablo y a otros hermanos en la fe. Pablo dice que aquel que en otro tiempo era inútil, refiriéndose a Onésimo, se había transformado en un hombre útil tanto para Filemón como para Pablo. Qué cambio tan extraordinario. El inútil se transformó en útil. Ahora Onésimo podía vivir a la altura del significado de su nombre. A lo mejor por algún tiempo, Onésimo no se preocupó por sus antecedentes antes de recibir a Cristo como su Salvador y por tanto no dijo nada sobre esto a Pablo, pero por más que quiso, no logró acallar la voz de su conciencia que le testificaba en cuanto a su pasado. Cuando no pudo soportar más el peso de su concia habló con Pablo y le contó todo sobre su vida. Es probable que al terminar de relatar sus andanzas a Pablo, Onésimo le habrá preguntado: ¿Y ahora qué hago? Pablo no tenía ninguna duda en cuanto a lo que había que hacer. Pablo sabía que Onésimo tenía que regresar a Colosas y presentarse ante su amo, Filemón, para pedir perdón por lo que había hecho, pero había un pequeño problema. Onésimo no tenía manera de devolver a Filemón lo que se había sustraído. ¿Cómo resolver este problema? Dios mismo mediante su Espíritu guió a Pablo a escribir una carta personal a Filemón, en la cual, luego de saludarle y agradecerle por lo que estaba haciendo en la obra de Dios, y luego de decirle que estaba orando por él, le pidió que reciba a Onésimo como si Onésimo fuera el mismo Pablo y además que ponga a la cuenta de Pablo todo lo que Onésimo le debía. A todo esto, Pablo estaba terminando de escribir la carta a los Colosenses y había hecho planes para enviar esta carta a Colosas con uno de sus colaborares quien se llamaba Tíquico. Pablo iba a aprovechar el viaje de Tíquico a Colosas no sólo para que lleve la carta a los Colosenses sino también la carta que había escrito a Filemón. Además, Tíquico podría acompañar a Onésimo en su encuentro con Filemón. La carta muestra detalles preciosos de la manera como Pablo pide a Filemón este favor cuidándose de no aparecer como alguien que está dando órdenes aprovechando su condición de apóstol de Jesucristo. Son varias las cosas de esta carta que tienen directa aplicación a nosotros hoy en día. Nosotros también en algún momento éramos esclavos del pecado. Nosotros también hicimos muchas cosas por nuestra propia cuenta para liberarnos, pero en lugar de sentirnos libres, nos hundimos más y más en el pecado. Sin embargo, Dios, como a Onésimo, también a nosotros nos abrió las puertas de su gracia de par en par, cuando alguien nos habló del amor de Dios y de la obra perfecta de Cristo Jesús para perdonar nuestros pecados. Pero había un gran problema. Nosotros al igual que Onésimo, no podíamos enmendar todo el daño que hicimos a Dios con nuestro pecado. Allí es cuando, como Pablo hizo con Onésimo, Cristo Jesús hizo con nosotros. Todo el daño que causamos a Dios con nuestro pecado, fue pagado por la obra de Cristo en la cruz. Nuestro pecado fue imputado o puesto a la cuenta de Cristo Jesús, y la santidad de Cristo Jesús fue imputada o puesta a nuestra cuenta. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, quedamos libres de cualquier deuda, y por tanto fuimos recibidos por Dios sin reserva alguna. En Filemón encontramos un hermoso cuadro de lo que Dios ha hecho con nosotros en Cristo. Le animo a acompañarnos en los próximos estudios bíblicos en los cuales nos introduciremos en los detalles de esta preciosa carta.
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