Saludos cordiales amable oyente, es un gozo darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Es algo muy desagradable encontrarse perdido, pero más desagradable aún es encontrarse perdido pero no saberlo. Bueno, eso es lo que pasó con una iglesia en el primer siglo, a la cual Jesucristo envió un contundente mensaje, del cual podemos sacar lecciones útiles para nuestras vidas.
Una vez, un amigo mío se hallaba de visita en los Estados Unidos. Confiando en su buen sentido de orientación, alquiló un vehículo y emprendió viaje a una ciudad donde vivían unos amigos suyos, a quienes quería visitar. El viaje no debía tomar más de una hora, pero mi amigo había manejado por más de una hora y no aparecía ni rastro de la ciudad a donde quería llegar. Se detuvo en la primera estación de servicio que encontró y luego de hechas las averiguaciones reconoció que estaba en una dirección totalmente opuesta a la correcta. En otras palabras estaba perdido, pero por un buen rato no lo sabía. Algo parecido sucedió en el plano espiritual a una iglesia del Nuevo Testamento. Esta iglesia pensaba que era cálida, rica, respetada y emprendedora, pero Jesucristo la encontró tibia, pobre, desnuda y ciega. Esta iglesia estaba totalmente perdida. Había errado el camino correcto. Su historia aparece en el libro de Apocalipsis capítulo 3 versículos 14 a 22. Por medio de un mensaje contundente, Jesucristo pone en evidencia la triste condición espiritual de esta iglesia. Lo que primero notamos es el remitente del mensaje. Apocalipsis 3:14 dice: “Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto” El apóstol Juan recibió este mensaje de parte de Jesucristo, para ser entregado al ángel de la iglesia en Laodicea, quien no es otro sino uno de los pastores o ancianos de esta iglesia quien a su vez tenía la responsabilidad de comunicar este mensaje a la congregación en Laodicea. La ciudad de Laodicea estaba situada a unos 144 kilómetros al Este de Efeso y a 72 Kilómetros al Sur Este de Filadelfia. Era una ciudad importante por sus negocios bancarios, por su industria farmacéutica, por cuanto allí se producía un colirio que llegó a ser muy famoso para el tratamiento oftalmológico y por su industria textil. La gente de Laodicea se daba de rica, de andar siempre bien vestida y de tener una visión 20 sobre 20. El remitente del mensaje se presenta como el Amén. Esto significa que él es la fidelidad y la verdad encarnada. El que garantiza el cumplimiento total de las promesas de Dios. Además él es el testigo fiel y verdadero. Nadie como él para dar a conocer al Padre, y nadie como él para dar a conocer las cosas tal como son, no tal como parecen ser. También es el principio de la creación de Dios. Esto no significa lo que entienden algunas sectas falsas que niegan la deidad de Cristo cuando dicen que él es el primer ser creado por Dios. Lo que significa es que Jesucristo es la causa que produjo como resultado un efecto, la creación de todo lo que existe. Luego Jesucristo pasa a evaluar la iglesia de Laodicea. Tenemos por tanto la realidad de la iglesia de Laodicea. Apocalipsis 3:15-17 dice: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.” Jesucristo ha evaluado la condición espiritual de la iglesia de Laodicea y ha encontrado básicamente cuatro serios problemas. La realidad de esta iglesia era más que suficiente para hacer un reclamo frontal. No había nada que alabar en esta iglesia. Era una iglesia que había perdido el vigor. Era una iglesia tibia. Cerca de Laodicea estaba Hierápolis con sus vertientes de aguas termales, muy cálidas. Y también cerca de Laodicea estaba Colosas, famosa por los fríos arroyos que descendían de sus montañas. Pero Laodicea recibía agua a través de un acueducto, de modo que llegaba al usuario tibia. Los visitantes que no estaban al tanto de esto. Probaban el agua en Laodicea y la arrojaban de su boca, porque estaba tibia. La iglesia de Laodicea no era fría, no rechazaba abiertamente a Cristo, pero tampoco era caliente, no tenía ese fervor hacia la persona de Cristo, sino que era tibia, compuesta de personas hipócritas que profesaban de labios para afuera conocer a Cristo, pero que en realidad no eran de él. Personas así, producen nausea a Jesucristo. Por eso los vomitará de su boca así como se arrojaba de la boca el agua tibia en Laodicea. Además de perder su vigor, la iglesia de Laodicea había perdido su valor. Pensaba que era una iglesia rica y que no le faltaba nada. Pero a los ojos de Dios era desventurada, miserable y pobre. La riqueza era solo material, solo externa, porque en el fondo, en lo espiritual estaban en pobreza extrema. Además de perder su vigor y su valor, la iglesia de Laodicea perdió su visión. Ellos pensaban que veían todo claro, pero Jesucristo dice que están ciegos. Ciegos a su propia condición espiritual, ciegos a lo que Dios quería de ellos, ciegos a su propio pecado. Esta iglesia perdió su vigor, su valor, su visión y finalmente su vestido. Ellos pensaban que estaban siempre bien vestidos, pero Jesucristo les dice que estaban desnudos. Desnudos de justicia, desnudos de santidad. Oh, cuánto se parece esta iglesia a la mayoría de las iglesias de hoy en día. Iglesias totalmente perdidas y lo peor, ni siquiera se dan cuenta de ello. Pero volvamos al mensaje a la iglesia en Laodicea. Encontramos la recomendación a esta iglesia. Apocalipsis 3:18-20 dice: “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” Esta es la recomendación de Jesucristo para esta iglesia tibia, pobre, ciega y desnuda. En una iglesia así, Jesucristo no puede estar dentro, por eso se lo ve afuera, a la puerta. Desde allí está recomendando ya no a la iglesia sino a personas en particular dentro de ella. Pide que las personas de Laodicea no se maten acumulando dinero, sino que adquieran sin precio el oro finísimo que simboliza la salvación en Cristo. Pide que las personas de Laodicea no se maten comprando la mejor ropa del mercado, sino que adquieran sin precio de Jesucristo las vestiduras blancas que simbolizan la justicia de Dios en los que son suyos. Esta es la única manera de dejar de estar desnudos espiritualmente hablando. Pide que las personas de Laodicea no se maten comprando colirio para sus ojos, sino que adquieran sin precio de Jesucristo un colirio tal que realmente les haga ver las cosas espirituales. Si la gente en Laodicea ignora la recomendación de Jesucristo, si no se arrepienten y llegan a ser creyentes genuinos, tendrán que enfrentarse a él para ser reprendidos y castigados. Desde la puerta de esta iglesia, porque no puede estar adentro, Jesucristo hace una invitación a algunos para que abran la puerta de su corazón y le dejen entrar. Entonces Jesucristo tendrá comunión íntima con ellos así como cuando alguien es invitado a cenar en una casa. Por último, encontramos la recompensa para la iglesia de Laodicea. Apocalipsis 3:21-22 dice: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” Los vencedores son los genuinos creyentes que abrieron la puerta de su corazón a Jesucristo. Ellos compartirán el privilegio y la autoridad que disfruta Cristo al reinar juntamente con él. El período de la iglesia de Laodicea describe la condición espiritual de la iglesia hoy en día, cuando está cercana la venida de Jesucristo a las nubes para arrebatar a los que son en verdad de él. Será una iglesia en la cual Jesucristo está afuera, a la puerta. Una iglesia que no ve su pobreza espiritual ni su desnudez. Una iglesia totalmente mundana. El amor al mundo y el amor a Cristo no pueden convivir jamás juntos. Cristo o el mundo deben quedar afuera, a la puerta. Como esta iglesia ha amado al mundo, Cristo se ha quedado afuera, a la puerta. La iglesia que tiene el mundo adentro ha dejado a Cristo afuera.
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