Es grato saludarle amable oyente y darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Gracias por su sintonía. Muchas gracias por sus oraciones. Gracias por apoyar este ministerio mediante sus ofrendas. Estamos estudiando la primera epístola de Pedro y en ella encontramos una hermosa descripción de la verdadera gracia de Dios. Luego de mostrarnos que la verdadera gracia de Dios nos ha capacitado para vencer el pecado en nuestra vida, en esta ocasión el apóstol Pedro nos mostrará que la verdadera gracia de Dios nos ha capacitado para esperar confiadamente nuestro encuentro con Cristo. Esto será el tema de nuestro estudio bíblico de hoy.
Un dicho popular afirma que el que espera desespera. En verdad que a veces se torna desesperante esperar algo que uno aguarda con especial interés. Hace algún tiempo atrás escaseó el combustible en la ciudad donde yo vivo. Tan pronto la gente se dio cuenta del problema, se formaron largas filas de autos en todos los lugares donde se expende combustible, todos esperaban su turno para abastecerse de al menos algo de combustible. Yo me encontraba en una de esas largas filas. La verdad que era desesperante. La desesperación aumentó cuando el encargado de vender el combustible dijo que ya no quedaba mucho y que no sabía para cuantos autos más alcanzaría lo poco que había. Qué desesperación. Desgraciadamente para mí, se acabó el combustible un par de autos antes del mío. Perdí mi tiempo y sobre todo perdí mi paciencia. Comprendí entonces aquel dicho popular: El que espera, desespera. Pero gracias a Dios que no necesariamente tenemos que desesperarnos mientras esperamos el encuentro más glorioso que jamás pueda haber. Me refiero al encuentro con nuestro amado Salvador. En lugar de desesperarnos esperando este encuentro glorioso, la verdadera gracia de Dios nos ha capacitado para esperar con confianza. De esto nos habla 1 Pedro 4:7-11. Luego de hablar de la posibilidad de que los creyentes padezcan injustamente por causa de la justicia, Pedro pone una nota de esperanza para levantar el ánimo de aquellos que a lo mejor estaban viviendo en su carne el dolor de ser perseguidos a causa de su fe en Cristo. La primera parte de 1 Pedro 4:7 dice: Mas el fin de todas las cosas se acerca.
No sólo el fin de la persecución por causa de la justicia se estaba acercando sino también el fin de todas las cosas. Esto puede referirse al momento cuando el creyente salga de este mundo para encontrarse cara a cara con su Salvador. ¿Qué hacer mientras llega este momento glorioso? Bueno, sabemos ya que no debemos desesperarnos. Pedro nos va a mostrar que existen cinco cosas que debemos hacer mientras esperamos. La verdadera gracia de Dios nos ha capacitado para cumplir con estas cinco cosas, por eso Pedro está ordenando que las cumplamos. La primera cosa es: Sed sobrios. Esto es lo que aparece a continuación en 1 Pedro 4:7. Esto se refiere a no dejar que cualquier cosa influya negativamente en nuestra relación con el Señor. No solamente el tabaco o el alcohol o cualquier otra droga pueden hacer que un creyente deje de ser sobrio. El mismo efecto puede producir cosas como el placer desenfrenado, el amor al dinero, la codicia de poder, las ansias de fama. Ninguna de estas cosas o cualquier otra cosa debería interponerse entre Dios y nosotros. Solamente así seremos sobrios. La segunda cosa es velad en oración. Eso dice la última parte de 1 Pedro 4:7 Esto es una consecuencia natural de ser sobrios. Cuando nada se interpone entre un creyente y Dios, no habrá problema alguno para que ese creyente vele en oración. Velar en oración denota un esfuerzo consciente y muy premeditado de acercarse a Dios en oración. Dios no quiere que nuestra oración sea una excepción sino la norma. Velar en oración no sólo se refiere a orar sin cesar sino a estar preparado para orar. Cuando digo preparado, me refiero a saber de antemano por qué vamos a orar. Es necesario tener una especie de lista con cosas específicas por las cuales orar. Cosas que tengan que ver con el reino de Dios en primer lugar y luego con lo que nos pueda interesar personalmente. Lo contrario de velar es dormir. Desgraciadamente muchos creyentes están dormidos espiritualmente hablando, porque las cosas de este mundo no les permite estar alerta para poner su mirada en las cosas espirituales. La tercera cosa es amar a los hermanos 1 Pedro 4:8 dice: Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados.
Qué interesante, el amor a los hermanos ocurre solamente cuando somos sobrios y velamos en oración. A veces vienen personas a mí y me dicen cosas como: Yo no sé por qué, pero a tal hermano, y me dan su nombre, no le puedo ver ni en pintura. Una de las probables razones es porque a lo mejor esas personas no están orando por ese hermano y puede ser también porque esas personas no son sobrias, y no están velando en oración. El odiar al hermano justamente es un obstáculo para la oración. Pero volvamos al mandato de Pedro. Note que comienza diciendo: Ante todo. Esto pone al amor a los hermanos como una característica primordial del tiempo mientras esperamos nuestro encuentro con el Salvador. Los creyentes estamos capacitados para amar a los hermanos, sin distinción de raza, posición social, posición económica, sexo, preparación académica. Un creyente que no ama a sus hermanos, o es un mal creyente o no es en absoluto creyente. Pedro ordena que tengamos ferviente amor a los hermanos. No un amor barato o interesado. Ferviente amor denota un amor que parte de la voluntad y no de las emociones y un amor que es cultivado para que crezca hacia la madurez con el paso del tiempo. Una característica del ferviente amor es que cubre multitud de pecados. Esto no significa que encubre el pecado de los hermanos. Recuerde que encubrir el pecado de otros es volverse cómplice de ese pecado. Lo que Pedro está diciendo es que el ferviente amor confronta en amor al creyente que ha pecado, buscando la restauración, pero se abstiene de andar publicando a otros el pecado que el hermano ha cometido. Hay ocasiones cuando el pecado debe ser confesado públicamente, cuando se ha cometido públicamente y ha comprometido el testimonio de la iglesia, pero Pedro no está tratando de ese caso aquí. La cuarta cosa es hospedar a los hermanos. 1 Pedro 4:9 dice: Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones.
Esto es especialmente necesario cuando existe persecución. A causa de la persecución, algunos hermanos se ven obligados a abandonar sus casas, sus ciudades, sus países y es vital que existan hermanos que puedan hospedarlos y atender sus necesidades básicas. El hospedar debería ser visto como lo más normal de la vida para los creyentes, no sólo cuando existe persecución, sino en todo momento. Hebreos 13:2 dice: No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.
Sin lugar a dudas que en la hospitalidad existe bendición tanto para el que hospeda como para el que es hospedado. Jamás deberíamos verlo como una carga. La quinta cosa es servir a los hermanos por medio de los dones espirituales. 1 Pedro 4:10-11 dice: Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.
1Pe 4:11 Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
La palabra de Dios enseña que cada creyente ha recibido al menos un don espiritual. El don espiritual es una capacidad sobrenatural dada por Dios al creyente el momento de creer. Por tanto, Pedro dice: Cada uno sirva a los otros mediante el don que ha recibido. Los dones espirituales son para beneficio de los demás. Cuando un creyente usa su don para beneficio de otros, está siendo buen administrador de la multiforme gracia de Dios. La palabra multiforme es la traducción de una palabra que también significar multicolor. La verdadera gracia de Dios es hermosa. Tiene múltiples colores. No la desperdiciemos por no usar el don para servir a otros. Luego Pedro dice que el que usa el don para hablar, que lo haga conforme a las palabras de Dios. Las palabras de Dios están en la Biblia. Los que hablamos de Dios tenemos que usar la Biblia en nuestros mensajes. No está bien hablar de nuestra experiencia o de la experiencia de otros, o de lo que soñé tal día o de la supuesta visión que tuve, o de las voces que oí mientras estaba sólo acostado en una cama. Nada de esto, amable oyente. Si vamos a hablar a nombre de Dios, remitámonos exclusivamente a lo que dice la Biblia. Por eso nuestro ministerio lleva el nombre de La Biblia Dice… Todo que esté fuera de la Biblia está por demás. Los que tienen don para servir deben servir en el poder de Dios, no en su propia fuerza. Solamente así, Cristo será glorificado y él es el único digno de ser glorificado porque a él pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
Y así estamos llegando nuevamente al término de una edición más de nuestro programa LA BIBLIA DICE… Si este programa radial ha sido de bendición a su vida, ¿qué tal si nos ofrenda? Para ello escríbanos a la siguiente dirección: La Biblia Dice… casilla 1708-8208 Quito, Ecuador. Y antes de despedirnos quiero dejar con ustedes la PREGUNTA DEL DÍA Según algunos, somos todos dioses al igual que Dios ¿Es cierto esto? Busque la respuesta en nuestra página Web triple w.labibliadice.org. Bendiciones y le esperamos en nuestra próxima edición.
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