Damos gracias a Dios por la oportunidad de estar juntos nuevamente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy con David Logacho. Estamos estudiando el libro de Proverbios en la serie titulada: Proverbios, sabiduría celestial para la vida terrenal. Hoy estaremos estudiando la segunda parte del capítulo 30.
Los proverbios que forman el capítulo 30 del libro de Proverbios fueron escritos por Agur, un personaje desconocido pero dotado de sabiduría extrema. No hace falta ser famoso para ser un sabio amable oyente. Agur es el mejor ejemplo. En la primera parte de este capítulo, Agur nos habló acerca de lo inútil que es tratar de comprender a Dios utilizando únicamente el razonamiento humano. Luego nos habló acerca de lo maravillosa que es la Biblia, como fuente de sabiduría divina para conocer a Dios. Posteriormente nos habló del deseo que tenía por hacer de Dios la única fuente de su satisfacción. A continuación nos habló de lo peligroso de hablar mal de alguien para dañar su imagen. Así llegamos a una porción bíblica entre los versículos 11-14 que de una manera cruda muestra el estado moral y espiritual de la sociedad alejada de Dios. Esto es increíble, estos proverbios fueron escritos hace miles de años, sin embargo son tan actuales que parece que su autor estaría describiendo lo que hoy en día está sucediendo en la sociedad actual. Primero, era una sociedad caracterizada por la rebeldía. Proverbios 30:11 dice: «Ha generación que maldice a su padre y a su madre no bendice.» La Biblia enseña que los hijos deben honrar a sus padres. El quinto mandamiento del decálogo dice: «Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.» A pesar de este claro mandato divino, Agur notó que en su tiempo había hijos que maldecían a su padre y no bendecían a su madre. Para nadie debe ser una novedad el saber que esto sigue siendo así en la actualidad. Hoy en día también existen hijos que maldicen y desprecian a sus padres. Son los hijos que desobedecen a sus padres, son los hijos que alzan la voz a sus padres. Son los hijos que inclusive se atreven a alzar su mano contra sus padres. Son los hijos que se burlan de sus padres bajo el pretexto que son anticuados. Esta es una generación totalmente rebelde hacia sus padres. Segundo, era una sociedad caracterizada por la auto justificación. Proverbios 30:12 dice: «Hay generación limpia en su propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia.» Agur también notó que en su tiempo había gente que se daba de muy moral aunque interiormente estaban hastiados de inmoralidad. Hoy en día pasa lo mismo. La mayoría de la gente piensa que porque no ha matado a nadie o no ha robado un banco o no trafica con drogas, ya ha llegado al clímax de moralidad. Se resiste a admitir que en lo profundo de su corazón hay odio, venganza, orgullo, envidia y sobre todo, incredulidad. En su propia opinión son justos, pero no se han limpiado de toda la suciedad que está dentro de su corazón. Tercero, era una sociedad caracterizada por la arrogancia. Proverbios 30:13 dice: «Hay generación cuyos ojos son altivos y cuyos párpados están levantados en alto.» Agur contempló en su tiempo a personas que revestidas de orgullos miraban por debajo del hombro a los demás. Lo mismo vemos en la sociedad actual. Cada ser humano en este mundo lleva un cartel colgado al cuello en el cual se lee: Soy el más importante. Controlados por este pensamiento desprecian a los demás. Por eso se ve tanta injusticia en este mundo. El padre de la arrogancia y el orgullo es el mismo diablo. Por eso llegó a ser lo que es. Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Cuarto, era una sociedad opresiva. Proverbios 30:14 dice: «Hay generación cuyos dientes son espadas, y sus muelas cuchillos, para devorar a los pobres de la tierra, y a los menesterosos de entre los hombres.» En la época que vivió Agur estaba presente el viejo problema de la opresión a los más pobres. Agur describe a los opresores como monstruos con dientes como espadas y muelas como cuchillos. Entres sus fauces están los pobres. La consigna de estos seres despreciables es acabar con los pobres de la tierra. Lo mismo sucede hoy en día. Por todo lado encontramos personas que sin un ápice de misericordia exprimen a los pobres hasta despojarles del último centavo. Se aplica bien el dicho que el hombre es el lobo del hombre. En esencia entonces, la sociedad de hace miles de años tenía los mismos problemas morales y espirituales que hoy en día. Lo que pasa es que los problemas de la sociedad tienen su raíz en el corazón pecaminoso del hombre. Mientras exista pecado, habrá corazones pecaminosos y habrá los mismo problemas en la sociedad. La única esperanza de cambio es por medio de una transformación interior en el hombre, lo cual resulta de recibir a Cristo como Salvador. A continuación Agur presenta varios proverbios sobre diversos tópicos. Proverbios 30:15-16 dice: «La sanguijuela tiene dos hijas que dicen: ¡Dame! ¡Dame! Tres cosas hay que nunca se sacian; aun la cuarta nunca dice: ¡Basta! El Seol, la matriz estéril, la tierra que no se sacia de aguas, y el fuego que jamás dice: ¡Basta!» Agur usa a la sanguijuela y a sus dos hijas para hablar de cuatro cosas que jamás se sacian. La sanguijuela es un animal perteneciente al tipo de los gusanos, que tiene el cuerpo casi cilíndrico, con anillos o pliegues transversales externos que corresponden a segmentos internos. Tiene una ventosa en cada uno de los extremos del cuerpo y en el centro de la anterior se encuentra la boca, que está provista de tres piezas, córneas y cortantes. Vive en las lagunas, pozos y arroyos y se alimenta de sangre que chupa a los animales a que se agarra. Cuando una sanguijuela se adhiere a un animal, parece como si nunca se saciara de la sangre que chupa. Este hecho es constatado por Agur para decir: Hay tres cosas que nunca se sacian y aún una cuarta que nunca dice: Basta. Esta forma de expresión es un hebraísmo, para indicar que algo ha llegado a un clímax. Veamos pues cuáles son esas cosas que nunca se sacian. La primera, es el Seol. Esto se refiere al lugar donde van los muertos. El Seol jamás se sacia de recibir en su seno a las personas que mueren. La segunda, es la matriz estéril. Una matriz estéril jamás se sacia en su intento de concebir en su seno. La tercera, la tierra que no se sacia de aguas. No importa cuando llueve, la tierra jamás se sacia de recibir agua. La cuarta, el fuego que jamás dice: Basta. Mientras se alimente de combustible, el fuego nunca se apaga. Estas cuatro cosas que nunca se sacian son figura del insaciable apetito por el pecado de un corazón no transformado por el poder de Dios. Luego tenemos Proverbios 30:17 donde dice: «El ojo que escarnece a su padre y menosprecia la enseñanza de la madre, los cuervos de la cañada lo saquen, y lo devoren los hijos del águila.» Este proverbio está hablando de un hijo que mira con desprecio a su padre y menosprecia la enseñanza de su madre. Un hijo así está condenado a una muerte violenta. Cuando alguien cometía algo terrible entre los judíos, se le condenaba a morir y a que su cadáver no sea sepultado. Las aves de rapiña devoraban el cadáver de este tipo de personas. De esto es lo que habla este proverbio y esto es lo que espera a los hijos que escarnecen o desprecian a su padre y menosprecian la enseñanza de su madre. Cuidado mi amigo, mi amiga con la manera como trata a sus padres. A continuación tenemos Proverbios 30:18-20 donde dice: «Tres cosas me son ocultas; aun tampoco sé la cuarta. El rastro del águila en el aire; el rastro de la culebra sobre la peña; el rastro de la nave en medio del mar; y el rastro del hombre en la doncella. El proceder de la mujer adúltera es así: Come, y limpia su boca y dice: No he hecho maldad.» A través de cuatro episodios de la naturaleza, Agur expone el escabroso camino de una mujer adúltera. Nuevamente nos encontramos con esa forma tan propia de los judíos para expresar que algo ha llegado a su clímax. Tres cosas me son ocultas, aún tampoco sé la cuarta. La primera, el águila que vuela en los cielos sin dejar rastro. La segunda, la culebra que se mueve rápidamente por la dura peña sin dejar huellas. La tercera, la embarcación que navega por el mar y no se puede saber el curso que ha seguido. La cuarta, el hombre que hace lo imposible para conquistar a su amada. Así como están ocultas todas estas cosas, oculto también es el proceder de la mujer adúltera. Es tan desvergonzada que vive en el pecado, pero como el glotón que elimina las evidencias limpiándose la boca, ella también, esconde las evidencias de su pecado y dice: No he hecho nada de malo. Mi oración amable oyente es que apliquemos esta sabiduría celestial a nuestra vida terrenal.
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