Es motivo de gran gozo estar nuevamente junto a usted amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a considerar los eventos que acontecieron una vez que el Señor Jesús fue arrestado en el huerto de Getsemaní.
Abramos nuestras Biblias en Juan 18:13-27. Este pasaje bíblico relata los eventos que acontecieron una vez que el Señor Jesús fue arrestado en el huerto de Getsemaní. Lo que vamos a estudiar tuvo lugar la noche del día en que se celebraba la fiesta judía de la Pascua. Este día comenzó a la seis de la tarde, y concluyó a las seis de la tarde del día siguiente, poquito tiempo después que el Señor Jesús murió en la cruz del Calvario. Lo último que vimos en nuestro estudio bíblico anterior es que la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron al Señor Jesús y le ataron. En estas condiciones comenzó el horrendo trajinar del Señor Jesús hacia la cruz del Calvario. Teniendo como figura central del relato a la persona del Señor Jesús, Juan, el autor del evangelio, presenta a tres actores que tuvieron directa participación en los eventos de aquella noche. El primero de ellos se llamaba Anás. Juan 18:13 dice: y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.
Atado como un peligroso delincuente y custodiado por una compañía de soldados romanos bajo las ordenes de un tribuno, y de los alguaciles de los judíos, el Señor Jesús fue conducido primeramente ante Anás. Anás fue sumo sacerdote entre los años 6 a 15 DC. Fue nombrado por Quirino; tuvo tanta influencia en el judaísmo de aquella época, que después de él obtuvieron el sumo sacerdocio sus cinco hijos y su yerno Caifás. Una vez en la presencia de Anás comenzó el interrogatorio al Señor Jesús. Al hablar de interrogatorio, no estamos hablando de un interrogatorio legal, con la finalidad de saber si el interrogado es o no culpable, sino de un interrogatorio ilegal, por cuando Anás y los líderes judíos, de antemano ya habían acordado dar muerte al Señor Jesús. Como hipócritas que eran trataban de dar la apariencia de un proceso legal justo con el Señor Jesús, y por eso fingieron que le interrogaban. Veamos lo que hizo Anás. El relato está en Juan 18:19-23. La Biblia dice: Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
Joh 18:20 Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto.
Joh 18:21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.
Joh 18:22 Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?
Joh 18:23 Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?
Mirando al Señor Jesús, Anás le preguntó acerca de sus discípulos y de su doctrina. El interrogatorio ante Anás fue una burla de la justicia. Era uno de los principios de la jurisprudencia judía que no se le podían hacer a un preso preguntas que le pudieran incriminar. Maimónides, el gran judío cordobés que es una autoridad en tantas materias, estableció: «Nuestra auténtica ley no inflige la pena de muerte a ningún culpable por su sola confesión.» Anás violó los principios de la justicia judía cuando interrogó al Señor Jesús. Fue eso precisamente lo que Jesús le recordó. Le dijo: «No Me hagas preguntas a Mí. Hazlas a los que Me han oído.» Lo que estaba diciendo era en realidad: «Lleva mi caso como es debido y justo. Examina a tus testigos como es tu derecho y deber. Deja de interrogarme a Mí, que es algo que no tienes derecho a hacer.» Cuando Jesús dijo aquello, uno de los alguaciles del sumo sacerdote le dio una bofetada, y le dijo: «¿Pretendes tú enseñar al sumo sacerdote cómo tiene que conducir un juicio?» Y Jesús le contestó: «Si he dicho o enseñado algo que no es legal, se debe señalar lo que he dicho mal. No he hecho más que citar la ley. ¿Y me pegas por eso?». El Señor Jesús no tenía la menor esperanza de justicia. Había tocado los intereses creados de Anás y sus colegas, y sabía que estaba condenado antes de ser juzgado. Cuando alguien está implicado en un negocio sucio, su único deseo es eliminar a cualquiera que se le oponga. Si no lo puede hacer por las buenas, lo hará por las malas. Anás no tenía más que hacer con el Señor Jesús. Por eso le envió atado a su yerno, Caifás. Aquí entra en acción el segundo actor en este relato. La primera vez que se menciona a Caifás en esta parte del relato es en Juan 18:14 donde leemos: Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.
Por lo que dice este texto, Caifás, el sumo sacerdote en ejercicio en ese momento, de antemano había dado consejo a los judíos, consejo que los judíos deben haberlo tomado como una orden, en el sentido de que era conveniente que el Señor Jesús muera por el pueblo, en lugar que todo el pueblo muera, debido a la reacción romana ante lo que ellos interpretarían como rebelión contra Roma, cuando el pueblo se vuelque en apoyo al Señor Jesús reconociéndolo como Rey. Caifás lo dijo así, pero sin saberlo, estaba diciendo una solemne verdad, porque el Señor Jesús estaba por morir a favor de todo el pueblo, judío o no judío, para que todo el pueblo pueda ser salvo por él. Caifás no reconoció el valor espiritual de la muerte del Señor Jesús, sino sólo su interés, para mantener sus privilegios. Pero ¿Quién era Caifás? Pues fue nombrado como sumo sacerdote por el procurador romano Valerio Grato, por el año 18 DC. Siguió en su puesto durante el gobierno de Pilato y fue depuesto por Vitelio en el 36 DC. Era saduceo. Juan no dice mucho sobre lo que sucedió con Caifás, sino solamente lo que encontramos en Juan 18:24 donde leemos: Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
Pero Mateo, otro evangelista nos muestra lo que pasó en la casa de Caifás. Mateo 26: 59-68 dice:
Mat 26:59 Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte,
Mat 26:60 y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos,
Mat 26:61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo.(J)
Mat 26:62 Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
Mat 26:63 Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
Mat 26:64 Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.(K)
Mat 26:65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia.
Mat 26:66 ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte!(L)
Mat 26:67 Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban,(M)
Mat 26:68 diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó.
A partir de este momento, lo único que faltaba para consumar la muerte del Señor Jesús, era la venia o la aprobación del imperio romano, porque aunque los líderes judíos tenían cierta autonomía, sin embargo, para algunos asuntos, como dar muerte a un reo necesitaban la aprobación del imperio romano. Hemos considerado entonces a dos de los actores en los eventos que acontecieron la noche que el Señor Jesús fue arrestado para ser crucificado. Ahora nos corresponde considerar al tercer actor. Se trata de Simón Pedro. Mientras el Señor Jesús era llevado atado ante Anás, Pedro y Juan le seguían a prudencial distancia. Note lo que dice Juan 18:15-18 Joh 18:15 Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;
Joh 18:16 mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro.
Joh 18:17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy.
Joh 18:18 Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.
Cuando Juan habla del otro discípulo se está refiriendo a sí mismo. Juan era conocido del sumo sacerdote Anás, de modo que aprovechando de esta amistad, logró entrar al patio de la casa de Anás, en donde se estaba interrogando al Señor Jesús. Pedro tuvo que quedarse afuera, pero tiempo más tarde, salió Juan, y nuevamente aprovechó de su amistad con Anás, para pedir a la mujer que cuidaba la puerta, que permita entrar a Pedro al patio de la casa de Anás. Una vez que estaba adentro, la criada portera, de alguna manera, reconoció a Pedro y le hizo una pregunta: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Pedro estaba en su punto más bajo, emocionalmente y espiritualmente. El dolor por lo que estaba pasando con su maestro, le condujo a un estado deplorable. Sin pensar mucho, se enfocó sobre sí mismo, y reconociendo lo que podría pasar si se identificaba como discípulo del Señor Jesús, respondió resueltamente: No lo soy. Fue la primera negación de Pedro. Pedro pensó que eso fue todo, y sin pensarlo mucho se unió a la multitud de siervos y alguaciles que también estaban en el patio de Anas, calentándose alrededor de un fuego que habían encendido para combatir el intenso frío de la noche. En resumidas cuentas, Pedro está entre los enemigos del Señor Jesús. Fue en estas circunstancias que aconteció lo que Juan relata en los versículos 25-27 del capítulo 18. La Biblia dice: Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No lo soy.
Joh 18:26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él?
Joh 18:27 Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo.
Una vez más, Pedro fue identificado como uno de los discípulos del Señor Jesús. Su respuesta fue: No lo soy. La segunda vez que negó al Señor Jesús. Quien le identificó finalmente fue alguien que de ninguna manera podía estar equivocado porque era pariente de Malco, el siervo del sumo sacerdote a quien Pedro le cortó la oreja. Cuando este hombre dijo a Pedro: ¿No te vi yo en el huero con él? Pedro negó una vez más. Es la tercera vez que negó al Señor Jesús. Inmediatamente el gallo cantó. Se cumplió la profecía del Señor Jesús cuando le dijo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces. Otro de los evangelios dice que cuando el gallo cantó, Pedro se acordó de lo que le había dicho el Señor, y pensando en esto, salió y lloró amargamente. Es el llanto de alguien que reconoció lo vano de confiar en uno mismo, pero más aún, es el llanto de haber defraudado al Señor Jesús con el pecado. Gran lección para todos nosotros.
Leave a comment