Es un gozo saludarle amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. El propósito del apóstol Juan al escribir su evangelio es que creamos que el Señor Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengamos vida en su nombre. Conforme a este propósito, Juan presenta varias pruebas para confirmar su postulado. El primero en dar su testimonio es Juan el Bautista. Algunos de los líderes de Israel, o los judíos, según el uso que da Juan a este término, pensaban que tal vez Juan el Bautista sería el mismo Cristo. Otros de ellos, pensaban que tal vez sería Elías, y otros de ellos pensaban que tal vez sería el profeta de quien habla Deuteronomio 18:18. Después que el Señor Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, los judíos enviaron una delegación formada por sacerdotes y levitas para que vayan a donde estaba Juan el Bautista y le hagan la pregunta: ¿Tú, quién eres? Juan el Bautista respondió que no era el Cristo, tampoco Elías y tampoco el profeta. Ante esto, le hicieron la pregunta: ¿Quién eres? ¿Qué dices de ti mismo? Revestido de genuina humildad, Juan el Bautista respondió que él simplemente era la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. Esto significa, quiten todo obstáculo de pecado en su vida, para que estén listos para recibir al Señor Jesús que está pronto a manifestarse. Acto seguido Juan el Bautista dio testimonio de la excelencia del Señor Jesús cuando dijo: Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado. A todo esto, estaban cayendo las sombras de la noche sobre el lugar y tanto Juan el Bautista como la gente con quien dialogaba se retiraron a descansar. Al siguiente día aconteció lo que es motivo de nuestro estudio de hoy.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Juan 1:29-34. Lo primero que notamos es la exclamación de Juan el Bautista. Juan 1:29 dice: El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
El día anterior, Juan el Bautista dialogó con sacerdotes y levitas enviados por los judíos de Jerusalén. En este día, Juan el Bautista está hablando a la multitud que venía a él para oír su mensaje. Tan pronto Juan el Bautista vio a Jesús viniendo a él, cortó abruptamente su mensaje y exclamó: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Los corderos eran reconocidos entre los judíos como animales ideales para ser sacrificados. Dios mismo había instruido a su pueblo escogido a inmolar un cordero en la celebración de la fiesta de la Pascua. El cordero inmolado era el sustituto del pecador culpable. La sangre derramada del cordero servía para cubrir temporalmente el pecado de la persona que ofrecía el sacrificio. La sangre de los corderos inmolados conforme a lo establecido en el Antiguo Testamento no tenía poder para quitar el pecado. Esos corderos eran cuadros o tipos que apuntaban hacia el futuro, cuando Dios mismo iba a proveer un Cordero con c mayúscula, un Cordero cuya sangre no sólo cubra temporalmente el pecado de quien lo ofrece en sacrificio sino que quite totalmente el pecado de quien cree en Él. Por siglos, el pueblo de Israel estaba esperando la manifestación de este Cordero. Cuánta emoción debe haber habido en el corazón de Juan el Bautista cuando al ver acercarse al Señor Jesús exclamó: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Cuando Juan el Bautista dice que el Cordero de Dios quita el pecado del mundo, no está afirmando que el sacrificio de Cristo en la cruz, como Cordero de Dios, automáticamente quita el pecado de todo ser humano. La realidad es que el sacrificio de Cristo en la cruz, como Cordero de Dios, es suficiente para quitar el pecado de todo ser humano sobre la faz de la tierra, pero se hace efectivo únicamente en aquellos que reciben a Cristo por la fe como su personal Salvador. Por eso Juan 1:12 dice: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
No todo ser humano tiene la potestad de ser hecho hijo de Dios, o en otras palabras ser perdonado de su pecado, sino únicamente aquellos que reciben a Cristo como Salvador. De modo que, amable oyente, el Señor Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, pero eso no le será útil, a menos que reciba a Cristo como su único y personal Salvador. ¿Lo ha hecho ya? Si no, no espere más, hoy mismo recíbalo como su personal Salvador y de esa manera su pecado será quitado y llegará a ser hijo de Dios. Inmediatamente después, Juan el Bautista testifica que el Señor Jesús, además de ser el Cordero de Dios, es Dios. Juan 1:30 dice: Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.
Fiel a lo que era su costumbre dentro de su ministerio público, Juan el Bautista se enfoca totalmente sobre la persona del Señor Jesús, para engrandecer su nombre. Hablando a la multitud les dice: Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí, porque era primero que yo. Se sabía que Juan el Bautista nació seis meses antes que el Señor Jesús, por tanto era seis meses mayor que el Señor Jesús, sin embargo, Juan el Bautista dice que el Señor Jesús es antes de él. ¿Cómo puede ser esto? La única manera es que el Señor Jesús existió desde siempre, es eterno y por tanto Dios. Esto es justamente lo que el apóstol Juan quiere que los lectores de su evangelio tengan claro en su mente. El Señor Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y Dios mismo. Luego Juan el Bautista da a conocer que no siempre supo que el Señor Jesús es el Cristo, el Mesías el Hijo de Dios. Juan 1:31 dice: Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.
Cuando Juan el Bautista dice: Y yo no le conocía, refiriéndose al Señor Jesús, no significa que no se conocían entre los dos, porque eran primos entre ellos, Juan el Bautista mayor con seis meses, ambos nacidos en circunstancias sobrenaturales. Recuerde que Juan el Bautista fue engendrado por su anciano padre Zacarías en su madre, Elisabet la cual había sido estéril toda su vida hasta que concibió a Juan el Bautista y el cuerpo humano del Señor Jesús fue engendrado por el Espíritu Santo en el vientre de una mujer virgen, María. De modo que Juan el Bautista y el Señor Jesús se conocían entre ellos. Pero ¿qué quiere decir entonces Juan el Bautista cuando afirma: Y yo no le conocía? Pues lo que significa es que Juan el Bautista no sabía que el Señor Jesús es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, sino hasta el momento que lo bautizó en el Jordán, como vamos a ver inmediatamente. Fue cuando Juan el Bautista bautizó al Señor Jesús, cuando supo que el Señor Jesús es el Cristo. Por eso Juan el Bautista dice: Mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando en agua. En la parte final del pasaje bíblico que estamos estudiando, Juan el Bautista relata cómo supo o conoció que el Señor Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios. Juan 1:32-34 dice: También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
Joh 1:33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
Joh 1:34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
Juan el Bautista da testimonio sobre como conoció que el Señor Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Dice que cuando bautizó al Señor Jesús en el Jordán, vio al Espíritu Santo que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Esto justamente era la señal que previamente Dios mismo había dado a Juan el Bautista para que reconozca quien es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, el que bautiza con el Espíritu Santo. No es que el Espíritu Santo sea una paloma como lo pintan los artistas. El Espíritu Santo es eso, Espíritu. No tiene cuerpo. Lo que Juan el Bautista está diciendo es que la impresión que tuvo cuando vio al Espíritu Santo que descendía del cielo y permanecía sobre el Señor Jesús, se parecía a cuando una paloma comienza a descender y se posa suavemente sobre algo. Interesante que una vez más Juan el Bautista engrandece al Señor Jesús. Lo más que Juan el Bautista podía hacer es bautizar con agua a los que recibían su mensaje, pero el Señor Jesús, sobre quien se posó el Espíritu Santo, es capaz de hacer algo sobrenatural. Es capaz de bautizar con el Espíritu Santo. Juan el Bautista actúa como un testigo veraz, simplemente relata lo que vio, sin quitar ni añadir nada en absoluto. Dice: Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste, refiriéndose al Señor Jesús, es el Hijo de Dios. Esto es justamente lo que el apóstol Juan se propuso cuando trajo a Juan el Bautista como testigo. Queda demostrado que el Señor Jesús es el hijo de Dios y por tanto Dios mismo. Si recibe a Cristo como su Salvador, está recibiendo a Dios mismo. Si rechaza a Cristo, está rechazando a Dios mismo. Mucho cuidado con cometer este grave error. Su destino eterno depende de esto.
Leave a comment