Saludos cordiales amiga, amigo oyente. Soy David Araya dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Seguimos avanzando en el estudio del Evangelio según Mateo, en la serie titulada: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para hablarnos acerca de la grandeza del servicio.
Gracias David y gracias a usted amable oyente por su sintonía. Es un gozo compartir este tiempo con usted. Estamos estudiando el Evangelio según Mateo, y llegamos a una parte muy interesante. Jesús y sus discípulos estaban camino hacia Jerusalén, por la región de Perea al este del Jordán. Veamos lo que aconteció. Si está cerca de una Biblia, ábrala en Mateo 20 a partir del versículo 17. Allí vamos a ver a Jesús anunciando una vez más su pasión, muerte y resurrección. Permítame leer el texto en Mateo 20:17-19. La Biblia dice: Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará.
Este episodio marca el inicio de la jornada de Jesús hacia Jerusalén, antes de su crucifixión. Es la tercera vez que Jesús, como el Hijo del Hombre, o el Cristo, el Mesías de Israel anuncia franca y abiertamente que en Jerusalén va a ser entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, quienes le condenarán a muerte y le entregarán los gentiles para que le escarnezcan. Escarnecer significa hacer mofa y burla de otro. Los gentiles también le azotarán y terminarán por crucificarle. Pero esta aparente derrota se transformarán en gloriosa victoria cuando al tercer día Jesús, el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. Antes de ascender a la cúspide de gloria hace falta descender al abismo de la humillación. Las otras dos veces que Jesús habló sobre lo mismo aparece en Mateo 16:21 y Mateo 17:22-23. Esto sin contar con que tres de los discípulos, Pedro, Jacobo y Juan, oyeron a Jesús hablar sobre lo mismo con Moisés y Elías en el monte de la transfiguración. Pero triste y lamentablemente, los discípulos estaban sordos, ciegos y mudos cuando Jesús les hablaba de estas cosas. Por eso es que sucedió el lamentable incidente que Mateo relata a continuación. Note lo que tenemos en Mateo 20:20-21. La Biblia dice: Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. El le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
Mateo muestra que los hijos de Zebedeo, es decir Jacobo y Juan, se valieron de su madre para hacer a Jesús un osado pedido. En el relato paralelo de Marcos no aparece la madre de los hijos de Zebedeo. Es de concluir entonces que para hacer este pedido osado se confabularon la esposa de Zebedeo, y sus dos hijos, Jacobo y Juan. Postrada ante Jesús, la señora de Zebedeo, quería impresionar o tal vez manipular a Jesús. El hombre es muy creativo a la hora de manipular para obtener lo que su corazón egoísta desea. Jesús la miró y fríamente le preguntó: ¿Qué quieres? Ella entonces sin tapujos expresó el deseo de su corazón, el mismo deseo de Jacobo y Juan. El pedido fue: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, es decir Jacobo y Juan, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. La mamá quería lo mejor para sus hijitos y los hijitos también querían lo mejor para ellos mismos. Qué triste y lamentable. Mientras la mente de Jesús se ocupaba en su inminente pasión, muerte y resurrección, la mente de sus discípulos se ocupaba en las glorias, los privilegios, la fama, el poder, la grandeza. Sentarse a la derecha y a la izquierda del Rey, tiene que ver con los puestos de mayor importancia en el reino. Querían ser los hombres de mayor confianza del Rey. El corazón egoísta del hombre siempre desea la grandeza a cualquier precio. Jacobo y Juan se valieron de su mamá para pedir a Jesús lo que deseaban. Veamos cuál fue la respuesta de Jesús a este pedido. Aparece en la primera parte de Mateo 20:22. La Biblia dice: Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
La respuesta de Jesús comienza con una reprensión a Jacobo, Juan y la madre de los dos, por su total ignorancia de lo que pedían. Jesús por tanto les va a explicar lo que estaba implicado en el pedido. Para ello, hace una pregunta a Jacobo y Juan. La pregunta fue: ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Cuando Jesús habla del vaso que iba a beber, se refiere a la copa de la ira de Dios por el pecado. Tiene que ver con el castigo que Jesús estaba pronto a recibir, en lugar del hombre pecador, de modo que el hombre pecador pueda ser perdonado de su pecado. La misma idea aparece en las palabras de Jesús cuando habló acerca del bautismo con que es bautizado. Tiene que ver con ser sumergido en el terrible sufrimiento para pagar la deuda que el hombre pecador tiene con Dios. En esencia Jesús estaba diciendo a sus discípulos: Ustedes me están pidiendo la gloria, pero la gloria tiene su precio. El precio es la humillación, el sufrimiento, es lo que yo estoy pronto a sufrir en Jerusalén cuando sea entregado a los gentiles y me escarnezcan, me azoten, y me crucifiquen. ¿Pueden ustedes hacer esto? Tal vez todavía sin comprender lo que estaban diciendo, Jacobo y Juan respondieron a Jesús: Podemos. Esto aparece en la última parte de Mateo 20:22: Y ellos le dijeron: Podemos. Jesús entonces procede a anunciar de antemano lo que pasaría con Jacobo y Juan. Observe lo que dice Mateo 20:23. El les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre.
Yo no sé si Jacobo y Juan comprendieron lo que estaba diciendo Jesús. Pero se trata en realidad de una profecía. Jesús profetizó que Jacobo y Juan también van a padecer mucho en manos de gentiles, así como Jesús estaba pronto a padecer. Lo profetizado por Jesús se cumplió al pie de la letra. Según Hechos 12:1-2, Herodes mató a espada a Jacobo. La Biblia dice: En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.
La tradición extra bíblica dice que Juan fue arrojado a un recipiente con aceite hirviendo y como no murió fue desterrado a un inhóspito lugar, la isla de Patmos. Se cumplió la palabra de Jesús cuando dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados. Pero inclusive así, Jesús fue claro con Jacobo y Juan en el sentido que a él no le ha sido dado el decidir quien se va a sentar a la derecha y a la izquierda de él. Esos puestos son para aquellos para quienes está preparado por el Padre celestial. Mientras Jesús decía estas cosas a Jacobo y Juan, los otros diez apóstoles estaban al punto de explotar de ira. Note lo que dice Mateo 20:24 Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos.
¿Por qué el enojo de los diez en contra de los dos que pidieron los lugares más importantes en el reino de los cielos? ¿Sabe por qué? Pues porque cada uno de los diez también deseaba lo mismo. Todos querían grandeza. Ninguno estaba dispuesto a ceder. Por eso Jesús les deja una enseñanza magistral sobre el servicio. Mateo 20:25-28 dice: Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Jesús cortó por lo sano este brote de celos entre los doce. Aprovechó la oportunidad para mostrar la grandeza del servicio. Según las normas del mundo los grandes son los que se las ingenian para doblegar y dominar a otros. Pero entre los discípulos de Jesús no debe ser así. Entre los discípulos de Jesús, los grandes son los que están dispuestos a servir a los demás. Por esto, el que quiera ser el primero entre los creyentes debe ser el que sirve a todos los creyentes. El mejor ejemplo de este principio es Jesús mismo. Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Jesús es el más importante, el más grande, porque el vino expresamente no para ser servido sino para servir, al punto de dar su vida en rescate por muchos. La preposición “por” significa “en lugar de” lo que manifiesta el carácter del sacrificio de Cristo. Cristo sufrió en sustitución por el hombre pecador. Un rescate es el precio que se paga para redimir un esclavo o un prisionero. La redención no tiene nada que ver con un rescate que se paga a Satanás, sino con un rescate que se paga a Dios, para satisfacer su justicia y su ira por el pecado del hombre. El precio que se pagó fue la propia vida de Cristo, como sacrificio por el pecado. De modo que el real significado de la cruz es: Cristo se sometió a sí mismo a recibir el castigo divino por el pecado del hombre. A esto se refirió Jesús cuando habló del vaso que había de beber y del bautismo con que debía ser bautizado. En conclusión amable oyente, es tentador recibir gloria sin tener que pagar el precio, pero recuerde siempre que para llegar a la cima de la gloria siempre es necesario pasar por el valle de la humillación. La humillación tiene que ver con agachar el lomo para servir a otros. Todo el que quiera ser el primero debe estar dispuesto a servir a todos los demás.
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