La Biblia Dice… Ministerio Internacional de Radio dedicado a la proclamación de la Palabra de Dios, le saluda cordialmente y le invita a su estudio bíblico del día de hoy. El tema de nuestros últimos estudios bíblicos ha sido la obediencia. Obediencia en el más simple de los enunciados es cumplir con la voluntad de otro. Pero yendo un poco más allá, encontramos que hay otras cosas inmersas en este concepto de obediencia. Por esto, definimos a la obediencia como: Hacer exactamente lo que se nos pide, sin variación, sin tardanza y sin reclamo. Cuando uno de estos tres elementos está ausente, se arruina la obediencia. Habíamos dicho que la obediencia implica la acción acertada, es decir el hacer exactamente lo que se nos pide, sin variación alguna, la agilidad apropiada, es decir cumplir con lo que se nos pide sin tardanza alguna y la actitud adecuada, es decir, hacer lo que se nos pide hacer con una actitud correcta en el corazón. Este último punto será justamente el tema de nuestro estudio bíblico de hoy.
Uno de los aspectos más sutiles de la obediencia es la actitud para obedecer. Puede ser que estemos dispuestos a obedecer, pero a veces obedecemos por motivos incorrectos o con actitudes incorrectas. Mucha gente obedece a sus autoridades superiores, pero lo hace quejándose, o murmurando, o porque simplemente tiene que hacerlo, o porque teme las consecuencias de su desobediencia. Cuantos empleados habrán que obedecen a sus jefes por el solo hecho de asegurarse un sueldo o por el miedo de ser despedidos de su empleo. ¿Será esto obediencia? Un esposo me contó que una noche, el estaba en una habitación contigua a la cocina y escuchó hablar a su esposa mientras lavaba los platos de la cena. Pensó que estaría hablando con uno de sus hijos, pero pronto notó que todos sus hijos ya estaban durmiendo en sus camas. Así que se acercó en silencio a la cocina para ver con quien hablaba su esposa. Allí la encontró sola, pensando en voz alta. Se decía a sí misma: Qué tonta fui al casarme. Bien merecido tengo el pasarme lavando ollas, platos y cucharas. Ojalá hubiera hecho caso a mis amigas. Hoy no tendría que meter mis manos en esta asquerosa cocina. Esta esposa estaba obedeciendo a la Palabra de Dios, pero no tenia una actitud correcta para obedecer. ¿Será esto obediencia? Consideremos otra vez a Jonás. Jonás desobedeció, recibió una segunda oportunidad y en la segunda oportunidad obedeció. Un momento. ¿En realidad obedeció? Bueno, hizo lo que Dios le pidió, ¿No? Si claro, fue a Nínive y predicó el mensaje que Dios le dio: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. Un mensaje de solo 8 palabras, pero Dios lo utilizó para producir el más grande avivamiento de la historia, a tal punto que la capital del imperio más poderoso del mundo en esa época se arrepintió. Veamos si Jonás demoró en obedecer la segunda vez que fue ordenado por Dios. Pues, no hubo el más mínimo retraso. Dice la Biblia en el libro de Jonás que Jonás se levantó y se fue a Nínive conforme a la palabra de Dios. Hasta aquí todo iba bien. Jonás cumplió con la acción acertada. Hizo lo que se pidió sin variación alguna, cumplió con la agilidad apropiada, hizo lo que se le pidió sin tardanza alguna, pero veamos si tuvo la actitud adecuada para obedecer. Jonás 4:1-3 dice: “Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó. Y oró a Jehová y dijo: ¿No es esto lo que yo decía estando aun en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía que tu eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida” En este pasaje, Jonás nos abre una ventana a su corazón para que podamos mirar adentro. Al echar una mirada al interior de su corazón, encontramos que aunque finalmente obedeció a Dios y fue a Nínive, en lo profundo de su corazón siempre pensó que lo que estaba haciendo no debía hacerlo. Pensaba que Dios se había equivocado al enviarle a Nínive. Obedeció, si, pero no de corazón diríamos. Obedeció si, pero en su corazón hubo siempre amargura hacia Dios. No seamos prontos para apuntar con el dedo a Jonás. ¿Cuántas veces nosotros también no habremos sido culpables de obedecer a Dios pero no de corazón? ¿Recuerda Ud. algunas ocasiones en las cuales esto ha pasado? Bueno si no recuerda, permítame refrescar un poco su memoria. ¿Cuántas veces no ha querido asistir al culto dominical de la iglesia, pero ha ido para quedar bien con su familia o con el pastor o con los demás hermanos en la fe? ¿Es esto obedecer a Dios de corazón? ¿Cuántas veces ha ofrendado al Señor, pero muy profundo en su corazón, le hubiera gustado gastar ese dinero en otras cosas? Es esto obediencia de corazón. ¿Cuántas veces ha tenido su tiempo privado de estudio bíblico y de oración, solo para mantener su imagen de espiritualidad ante los demás? ¿Es esto obediencia de corazón? ¿Cuántas veces ha obedecido a sus jefes en su trabajo por el solo hecho de no armar un escándalo en la oficina? ¿Es esto obediencia de corazón? Qué triste es pensar que la obediencia que no proviene de una buena actitud del corazón logrará que se cumpla lo que se ha ordenado, pero nos robará los galardones que podríamos recibir en el tribunal de Cristo por nuestra falta de obediencia de corazón. En el tribunal de Cristo se sabrá no solamente si cumplimos con lo que debíamos hacer sino también si lo que hicimos fue hecho de corazón sincero. El apóstol Pablo nos habla de que en el tribunal de Cristo se conocerá también la intención del corazón. Dice él en 1ª Corintios 4:5: «Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” Sí, para Dios no es suficiente hacer exactamente lo que se nos pide hacer, no es suficiente tampoco hacer exactamente lo que se nos pide hacer sin tardanza alguna. Lo que Dios busca también es una actitud correcta en el corazón para obedecer. La actitud correcta proviene del enfoque que tengamos sobre la obediencia. Cuando Dios nos pide hacer algo, debemos confiar en que lo que él nos pide es lo mejor para nosotros. Es posible que humanamente no lo veamos así, pero es así, desde el punto de vista divino. Viene a mi mente el caso de un joven hermano de la iglesia local en la cual me congrego. Por un buen tiempo este hermano pasó sin trabajo. Llegó al borde de la desesperación por su situación. Un día le dieron un empleo con una remuneración aceptable. El joven rebosaba de alegría y agradecía al Señor por ello. Una semana más tarde compartió que en su nuevo empleo le estaban exigiendo que él sea deshonesto. El dijo: Señores, no puedo obedecerles, porque eso significaría ir en contra de mi Dios. El patrón le dijo: Muy bien, si no haces lo que te piden, entonces estás despedido. El Joven se jugó por sus principios y obviamente, le despidieron. No habrían pasado sino semanas de ello, cuando este mismo joven fue llamado a trabajar por una empresa muy prestigiosa y con un sueldo mucho mayor que el que antes tenía. Si Dios nos pide hacer algo, aunque a nosotros nos parezca ilógico debemos obedecer. El sabe por qué lo pide y la obediencia oportuna y de corazón siempre va a traer bendición a la vida del que obedece. Obediencia es hacer lo que se nos pide hacer, sin variación, sin demora y sin reclamo. ¿Cómo está su vida de obediencia? ¿Está desobedeciendo a Dios? Cuidado. Con Dios no se puede jugar. El puede poner su mano sobre Ud. y créame que será algo doloroso. ¿Está obedeciendo, pero tomándose el tiempo que Ud. estima necesario? En otras palabras, ¿está retrasando voluntariamente la obediencia? Recuerde que mientras tarda en obedecer está en desobediencia y la tardanza en obedecer también es disciplinada por Dios. O quizá Ud. hasta ahora ha obedecido a Dios, pero no lo ha hecho de corazón. Como resultado, en Ud. hay amargura en lugar de alegría cuando cumple órdenes. Recuerde que los propósitos de Dios son siempre buenos, no hay razón alguna para dudar de ellos. Aunque a Ud. no le parezca lógico lo que Dios le pide hacer, hágalo sabiendo que eso es lo mejor para Ud. Este pensamiento traerá la actitud correcta que Ud. necesita para obedecer. Que Dios le ayude a obedecer sin variación, sin tardanza y sin reclamos.
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