Doy gracias a Dios por la oportunidad de compartir este tiempo con Usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos aprendiendo mucho de las personas que de alguna manera tuvieron algo que ver con el nacimiento del niño Jesús. Este estudio bíblico es parte de la serie «Personajes Alrededor del Pesebre», En nuestro último estudio bíblico, aprendimos de los magos, la manera correcta de adorar a Dios. Pero antes de encontrar a Jesús en Belén de Judea, los magos llegaron a Jerusalén y allí tuvieron un encuentro con un siniestro personaje histórico, su nombre es Herodes el grande. La Palabra de Dios no nos proporciona muchos detalles sobre este personaje, pero la historia viene en nuestro auxilio para conocer algo de sus antecedentes.
Herodes, conocido también como Herodes el grande para distinguirlo de otros personajes que llevaban el mismo nombre, era hijo de Antípater, un idumeo, es decir un descendiente de Esaú, y de una mujer árabe llamada Cypros. Antípater fue nombrado procurador de Judea por Julio César en el año 47 A.C.
A la edad de 15 años Herodes recibió el gobierno de Galilea y en el año 40 A.C., el senado romano le nombró rey de Judea. Herodes gobernó rodeado de intrigas, traiciones y asesinatos; pero por su dureza y habilidad para dominar por la fuerza, siempre se mantuvo en el pináculo del poder. Su manera de gobernar era «todo vale con tal de mantenerme en el poder».
Su falta de escrúpulos, queda de manifiesto cuando la historia de su vida nos relata que mató a cinco de sus diez hijos porque los vio como posibles rivales para su reinado. También, mató a su suegra Alexandra. Entre sus diez esposas había una judía llamada Mariamne, a quien amaba con locura; pero a pesar de eso, presa de los celos y la intriga hizo que la decapitaran.
Cuando Herodes el grande estaba en vísperas de morir a la edad de 70 años, clamaba en alta voz «moriré sin que nadie lo lamente, los judíos harán una fiesta cuando muera, pero tengo el poder para obligarles que hagan lamento por mí a cualquier costo, quiero morir como un rey amado». Para asegurarse de que haya lamento en su muerte, ordenó que tan pronto como él muriese, sus soldados dieran muerte a ciudadanos judíos importantes a quienes los tenía como prisioneros en el hipódromo. Además ordenó que en el momento de su muerte, sus legionarios maten a un miembro de cada familia nativa. Así, toda Judea y cada familia de ella, llorará en mi muerte, lo quieran o no lo quieran».
Así fue el carácter de Herodes el grande. El historiador judío Flavio Josefo escribió de él estas palabras «un hombre que causó barbaridades a todos los hombres por igual. Usurpó el trono como un zorro, gobernó como un tigre y murió como un perro»
Fue durante el gobierno de este rey sanguinario cuando Dios en su soberanía determinó el nacimiento de Jesús en Belén. De Herodes el grande podemos aprender que lo material no tiene poder para satisfacer la necesidad más profunda del corazón humano. Herodes el grande tenía fama, riqueza, poder, placer y gloria, pero sin embargo, cuando llegaron los magos a Jerusalén, indagando por el Rey de los Judíos que ha nacido, note como reaccionó. Aparece en Mateo 2:3 donde leemos: Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.
Este hecho revela que Herodes no vivía con seguridad. A pesar de todo lo que tenía a su favor, siempre vivió inseguro, amenazado y con su vida en un hilo. ¿De qué le servía todo lo que tenía si no podía disfrutar de nada de eso a causa de la inseguridad que sentía? Sí amable oyente, lo material no trae la tranquilidad que el corazón necesita para vivir en paz. Lo único que puede traer la paz a nuestros corazones es la persona de Jesucristo. En Juan 14:27, el Señor Jesucristo dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo». Si usted no ha aceptado a Jesucristo como su Salvador, le garantizo que algún día se dará cuenta que aquello en lo cual confió para su seguridad, resulta inútil, porque el alma sin Cristo está vacía.
De Herodes podemos aprender también que la codicia por cosas materiales nos puede conducir fácilmente a no tener escrúpulos con tal de conseguir lo que deseamos. Herodes quería consolidar su poder, cuando lo logró buscó más poder y estaba dispuesto a todo para conseguirlo. No le importó pretender utilizar a los magos para averiguar quién era y dónde había nacido Jesús para matarle, no le importó enlutar cientos de hogares de Belén y sus alrededores matando a todos los niños menores de dos años con la esperanza que entre ellos esté el Rey de los Judíos que había nacido. Mateo 2:16-18 dice: Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos.
Mat 2:17 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo:
Mat 2:18 Voz fue oída en Ramá,
Grande lamentación, lloro y gemido;
Raquel que llora a sus hijos,
Y no quiso ser consolada, porque perecieron.
Se ha dicho con mucha razón que la codicia es como una droga, siempre vamos a desear más para estar satisfechos.
Reflexionando un poco más a fondo sobre Herodes y todo lo que hizo para acabar con la vida del niño Jesús, es necesario reconocer que quien estaba manejando los hilos de la vida de Herodes era Satanás. Herodes el grande fue simplemente un instrumento en la mano de Satanás. Fue Satanás quien quería evitar que el niño Jesús nazca y crezca, porque Satanás sabía que en su debido tiempo, Jesús iba a ir a la cruz del calvario para morir en lugar del pecador y de esa manera abrir el camino a los pecadores para que sean salvos. Cuando alguien está dispuesto a ir en contra de la voluntad de Dios, Satanás estará gustoso de cooperar con esta persona. Lo hizo con Herodes y con todos aquellos que se oponen a los planes y propósitos de Dios.
Cuan distintos debemos ser los que somos hijos de Dios. Nosotros debemos tener a Dios como nuestra prioridad número uno y dejar que él se encargue de proveernos de todo lo que necesitamos. Hebreos 13:5-6 dice: «Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé ni te dejaré de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.»
De Herodes podemos aprender también que nuestras buenas obras no nos sirven para acercarnos a Dios. En el esplendor de su reinado, Herodes construyó un hermoso templo, en el mismo lugar que Salomón construyó el suyo. Se dice que la edificación era una maravilla arquitectónica, pero de seguro que Dios no la aceptó porque el corazón de Herodes era malo y el motivo de Herodes era igualmente malo. Herodes buscó ganarse el favor de los judíos al edificarles el templo, pero su verdadera motivación era de orden político, no provenía de un sincero deseo de agradar a Dios.
El corazón del hombre ha sido siempre así, pensando que con buenas obras va a agradar a Dios, pero Dios ha dicho en Su Palabra, en Isaías 64:6: «Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia». Así es como mira Dios las buenas obras de los impíos. La Biblia dice que primeramente debemos ser salvos por fe en Jesucristo, para recién allí, hacer las buenas obras aceptables a Dios.
Sí, amable oyente, Herodes es un buen ejemplo de lo que no debemos hacer, qué tal si nos decidimos y empezamos a vivir de la manera que el Señor nos instruye en Su Palabra.
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