Ya estamos nuevamente junto a Usted, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Hoy aprenderemos que la participación en una iglesia local sana, es otra de las características de la vida auténticamente cristiana.
¿Ha oído Ud. acerca de la enfermedad llamada “Morbus Sabbaticus”? Bueno permítame darle algunos datos para que la pueda identificar. Se le conoce más con el nombre de “Enfermedad Dominical” y es una enfermedad que ataca exclusivamente a los miembros de las iglesias cristianas. Los síntomas pueden variar, pero generalmente se manifiesta de la siguiente manera: Primero, nunca dura más de veinticuatro horas. Segundo, no afecta para nada al apetito. Tercero, jamás afecta la vista. Se puede leer los periódicos dominicales sin experimentar ningún dolor. Se puede ver televisión sin ninguna molestia. Cuarto, no se necesita en absoluto de la presencia de un médico. Quinto, Después de algunos ataques a intervalos regulares de una semana, puede volverse crónica y llevar a su víctima a un estado terminal. Los síntomas comienzan a sentirse los Sábados. El paciente duerme bien y se despierta sintiéndose bien. Toma su buen desayuno, y justo al terminar, sobreviene el primer ataque. Dura justamente hasta la hora que termina el culto matutino en la iglesia. A esa hora, el paciente experimenta una súbita mejoría por el resto de la mañana. La mejoría va en aumento constante. Llega la hora del almuerzo y experimenta un apetito voraz. Come de todo lo que hay. Luego del almuerzo, sigue sintiéndose bien, se recuesta por un rato y se queda profundamente dormido, luego se levanta, prende la televisión y mira uno o dos partidos de su deporte favorito. Puede ser que después salga de su casa a dar una corta caminata deteniéndose en el camino para hablar un poco con los vecinos. Pero si la iglesia tiene algún servicio dominical nocturno, le sobreviene un nuevo ataque, el cual termina justo a la hora que termina la reunión en la iglesia. Luego come algo ligero y se acuesta a dormir no sin antes asegurarse de mirar televisión hasta el cierre de la programación. Se despierta el Lunes por la mañana y comienza su rutina semanal sintiéndose renovado. ¿Qué le parece, amable oyente? ¿Conoce a alguien que padece esta rarísima enfermedad? A lo mejor Ud. mismo la ha padecido o la está padeciendo. ¿Por qué estamos hablando de reuniones en la iglesia y de excusas para no asistir? Pues porque otra de las características de la vida auténticamente cristiana es la participación activa, no pasiva, en una iglesia local. ¿Por qué es tan importante involucrarse en una buena iglesia local? Hay unas cuantas razones para ello. La más importante, es porque la Biblia lo ordena. Observe lo que dice Hebreos 10:25 “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Bueno, yo tengo mi propia paráfrasis de este versículo. Dice así: no dejando de congregarnos, como algunos tienen por mala costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. Efectivamente, es una terrible mala costumbre, esto de no congregarse en una iglesia local sana. La palabra de Dios lo confronta y dice: No deje de congregarse. Es una orden. Las ordenes son para cumplirse y si no se cumplen es un acto de desobediencia. De modo que si pudiendo ir a la iglesia, sin embargo se queda en casa o se va de paseo o hace cualquier otra cosa, debe saber que está en desobediencia. Yo sé que tendrá una y mil razones para no ir. Que la alabanza es aburrida, que el pastor predica muy largo, que las sillas o los bancos son muy duros, que todos los que van son hipócritas, que el domingo es el único día que tiene para descansar, que hace mucho frío, que hace mucho calor, que llueve mucho, que le miran mal, etc., etc. Todo esto no es sino una hábil excusa para esconder el verdadero motivo. El verdadero motivo es un “no quiero” y punto. El no puedo está casi siempre muy cerca del no quiero. Pero no olvide jamás que Dios no nos ha dejado a nuestro arbitrio el ir o no ir a las reuniones de la iglesia. La voluntad de Dios es que debemos ir. Por supuesto que habrá ocasiones cuando es prácticamente imposible congregarse. Dios lo sabrá y lo entenderá muy bien, pero lo cuestionable es que pudiendo estar en las reuniones, busquemos alguna excusa para no asistir. Así que, debemos congregarnos porque la Biblia así lo ordena. Pero no solamente por eso, sino también para tener una oportunidad de adorar y alabar a Dios en unión con otros creyentes. La Biblia enseña que a Dios le agrada habitar entre las alabanzas de su pueblo. Salmo 22:3 dice: “Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel” Dios habita entre la alabanza congregacional. Al mirar el libro de Salmos encontramos abundantes referencias a lo bueno que es adorar y alabar a Dios en grupo. Salmo 22:22 dice: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré” Salmo 35:28 dice: “Te confesaré en grande congregación; te alabaré entre numeroso pueblo.” Salmo 109:30 dice: “Yo alabaré a Jehová en gran manera con mi boca, y en medio de muchos te alabaré.” Está bien adorar y alabar a Dios en privado, en su casa, quizá inclusive con su familia, pero eso no debe sustituir a la actividad de adorar y alabar a Dios en conjunto con otros hermanos en las reuniones en la iglesia local. Debemos congregarnos porque es una orden en la Biblia y porque así tenemos la oportunidad de adorar a Dios en unión con otros creyentes. Pero no solo por eso, sino también porque así podemos aprender la palabra de Dios. Dios ha puesto en toda iglesia local pastores y maestros. Una de las funciones de estos pastores y maestros es enseñar la palabra de Dios a la congregación. Es necesario por tanto asistir a las reuniones de la iglesia local para aprender de ellos. Mientras el predicador está entregando su mensaje o el maestro está enseñando, no debemos dejar nuestra mente en blanco o peor aún dejar que nuestra mente se ocupe en cualquier cosa menos en lo que estamos oyendo. Deberíamos tener siempre a la mano una Biblia, un cuaderno y algo con qué escribir, para tomar notas del mensaje o de la enseñanza, de modo que podamos revisarlo en casa. Nuestra función como creyentes, no es asimilar todo lo que oímos, por más bueno y famoso que sea el predicador. Debemos ser como los creyentes de Berea, quienes recibieron la palabra del apóstol Pablo con toda solicitud, pero no la asimilaron así no más, sino que escudriñaron las Escrituras para ver si lo que decía Pablo en realidad era así. Esta es la actitud que debemos tener cuando estamos oyendo un mensaje o una enseñanza. La palabra del Señor nos exhorta a examinarlo todo y retener lo bueno. ¿Por qué debe un creyente asistir a las reuniones de la iglesia local? Para cumplir con un mandato, para adorar y alabar a Dios, y para aprender. Pero eso no es todo. También para orar en unión con otros creyentes. Ya sé que Ud. tiene la costumbre de orar a solas en su casa o con su familia. Eso está bien, pero sin dejar de hacerlo, es necesario que también adopte la costumbre de orar en conjunto con los creyentes en una iglesia local. No es que el lugar haga más efectiva la oración, o que Dios esté más dispuesto a oír las oraciones hechas en grupo, pero la palabra de Dios nos exhorta a unirnos en un solo propósito de oración. Cuando Herodes echó mano a Pedro y le puso en la cárcel pensando matarle, Hechos 12:5 dice: “Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.” No es que la iglesia estaba orando cada uno a solas en sus respectivas casas. Estaban orando en conjunto, como iglesia. Esto lo sabemos porque cuando Pedro fue liberado milagrosamente, fue a una casa donde estaba la iglesia en vigilia de oración. Hechos 12:12 dice: “Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando.” Debemos asistir a las reuniones de la iglesia local para tener la oportunidad de estar unánimes en oración con otros creyentes. Además, debemos involucrarnos en una iglesia local para poner en práctica las ordenanzas que el Señor dejó para su iglesia. Estas ordenanzas son el bautismo en agua y la cena del Señor. Luego que como tres mil personas recibieron a Cristo como Salvador, se bautizaron, y note lo que hicieron casi inmediatamente. Leo en Hechos 2: 42 “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” Esta era la práctica en la iglesia. Los bautizados, cumpliendo una ordenanza para la iglesia, estaban juntos, en la iglesia local, perseverando en la doctrina de los apóstoles, la enseñanza, en la comunión unos con otros, el compañerismo, en el partimiento del pan, cumpliendo la otra ordenanza para la iglesia, y en las oraciones. Por último, es necesario participar en una iglesia local para conocer a otros creyentes, de modo que podamos ser de ayuda para ellos o recibir ayuda de ellos. Los creyentes no son islas que pueden vivir aislados de otros creyentes. Todos necesitamos una voz de ánimo de otros, un buen consejo de otros, una exhortación de otros, cuando eso es necesario, el consuelo de otros. La iglesia local está en capacidad de dar todo esto, pero si no lo aprovechamos estaremos dejando de ser bendición para otros e impidiendo que otros sean bendición para nosotros. En conclusión, otra característica de la vida auténticamente cristiana, es la participación activa en una iglesia local. ¿Lo está haciendo?
Leave a comment