Damos gracias a Dios por el privilegio que nos brinda de compartir este tiempo junto a Usted. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Proverbios en la serie que lleva por título: Proverbios, sabiduría celestial para la vida terrenal. En esta ocasión, David Logacho nos guiará en el estudio de la tercera parte del capítulo 30 de Proverbios.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Proverbios capítulo 30. En este capítulo tenemos los proverbios de Agur, hijo de Jaqué. Proverbios 30:21-23 dice: «Por tres cosas se alborota la tierra, y la cuarta ella no puede sufrir: Por el siervo cuando reina; por el necio cuando se sacia de pan; por la mujer odiada cuando se casa; y por la sierva cuando hereda a su señora.» La forma de expresión: Por tres cosas se alborota la tierra y la cuarta ella no puede sufrir, es un hebraísmo para indicar, en este caso, un clímax de inquietud y preocupación en la tierra. La tierra se inquieta y sufre ante estas cuatro situaciones. La primera, cuando el siervo reina. Esto se refiere a un esclavo que por alguna circunstancia llega a ser un rey. Como no está preparado para ser un estadista, abusará de su autoridad arrastrando a su reino a la ruina. Ante esto tiembla la tierra. La segunda cuando un necio se sacia de pan. Por la abundancia, el necio se volverá arrogante y despreciará a los demás. El rico que se vale de su riqueza para dominar a los demás, en el fondo es un necio. La tierra sufre por los necios que están saciados de pan. La tercera, por la mujer odiada cuando se casa. Es mejor que la mujer odiada permanezca soltera toda la vida, porque de esa manera sufrirá sólo ella, pero si se casa, será un tormento para su marido y será un tormento para sus hijos. Ante esto la tierra tiembla. La cuarta, por la sierva cuando hereda a su señora. El problema comienza cuando el marido comienza a coquetear con la sierva de su esposa. No pasará mucho tiempo hasta que la sierva se gane el cariño del esposo y desplace a la esposa. Esto hace temblar a la tierra. La tierra sufre violencia cuando ocurren cosas como estas. Ahora tenemos Proverbios 30:24-28 donde dice: «Cuatro cosas son de las más pequeñas de la tierra, y las mismas son más sabias que los sabios: Las hormigas, pueblo no fuerte, y en el verano preparan su comida. Los conejos, pueblo nada esforzado, y ponen su casa en la piedra; las langostas, que no tienen rey, y salen todas por cuadrillas; la araña que atrapas con la mano, y está en palacios de rey.» Agur debe haber sido un consumado observador de la naturaleza para sacar enseñanzas espirituales. Aquí lo tenemos observando el reino animal y específicamente a cuatro criaturas que a pesar de su fragilidad nos dejan lecciones tan útiles para nuestra vida. Mirando la conducta de estas criaturas, Agur llega a la conclusión que son más sabias que los sabios. La primera criatura es la hormiga. Una hormiga es un ejemplo de laboriosidad, pero Agur está admirando otra cualidad de la hormiga. Se trata de la previsión. Agur dice que las hormigas son animalitos sin mucha fuerza, pero que almacenan su comida en el verano. La cualidad admirable de las hormigas es que no viven solamente el presente, sino que viven el presente a la luz de lo futuro. Instintivamente, la hormiga sabe que en el verano habrá abundancia de alimento, pero que después del verano siempre hay un invierno, donde el alimento es escaso o inexistente. La hormiga por tanto aprovecha la oportunidad presente para almacenar alimento, de modo que tenga qué comer cuando escasea el alimento. Qué lección tan poderosa para nosotros. El presente tiene grandes oportunidades que deben ser aprovechadas con miras a lo que viene en el futuro. En el presente tenemos vida, pero vendrá un futuro cuando se extinguirá nuestra vida en este mundo. ¿Estamos hoy haciendo los preparativos para el tiempo cuando salgamos de este mundo? El mejor preparativo que podemos hacer es arreglar nuestro problema de pecado con Dios por medio de recibir a Cristo como Salvador. De esta manera tendremos nuestro futuro asegurado cuando se acabe nuestra vida en este mundo. El segundo animalito es el conejo, traducción de una palabra hebrea que también se usa para el tejón. En todo caso, se trata de animales frágiles y muy esquivos, pero tan sabios que buscan su protección en las rocas. Hermosa lección de protección. Como seres humanos, nosotros también necesitamos una protección inviolable en este mundo tan peligroso y violento. La única protección inviolable es Cristo Jesús. Los que estamos en Cristo, por haberle recibido como nuestro Salvador, estamos absolutamente seguros no sólo en el presente sino también en lo futuro. El tercer animalito es la langosta. Criatura insignificante, que sin tener rey, sin embargo, avanzan en una forma perfecta. Gran lección de sumisión. El hombre piensa que es más inteligente que Dios y se rebela contra la cadena de autoridad establecida por él. Aprendamos de las langostas, que sin tener rey, sin embargo cada una ocupa el lugar que le corresponde para funcionar a la perfección. El cuarto animalito es la araña, traducción de una palabra hebrea que se refiere a una especie de lagartija, muy pequeña, que suele arrastrarse por las paredes de las casas, inclusive por las paredes de los palacios donde viven los reyes. Los creyentes somos insignificantes a los ojos del mundo, sin embargo, Dios nos puede utilizar para entrar a los lugares más recónditos e inesperados, para dar testimonio de su poder y su amor, sobre todo para dar testimonio del interés de Dios por salvar al pecador. Muy bien, prosiguiendo con Proverbios, veamos lo que nos presentan los versículos 29-31 del capítulo 30. Dice así: «Tres cosas hay de hermoso andar, y la cuarta pasea muy bien: El león, fuerte entre todos los animales, que no vuelve atrás por nada; el ceñido de lomos; asimismo el macho cabrío; y el rey, a quien nadie resiste.» Agur está contemplando cosas o circunstancias que comunican gallardía, gracia, donaire, valentía. La primera criatura que nos presenta es el león, fiera dotada de fortaleza, que no se resiste ante nada hasta atrapar a su presa. Su andar es hermoso. La segunda criatura, sin dar un nombre específico, ha sido descrita simplemente como: El ceñido de lomos. Una expresión que bien podría aplicarse a una raza especial de perro, de figura impresionante. Podría aplicarse también a un caballo listo y dispuesto para entrar en batalla. En todo caso, se trata de un animal que atrapa la vista por su gallardía, su donaire. La tercera criatura es el macho cabrío. Se refiere al jefe de la manada, aquel que lucha hasta la muerte por proteger a la manada y alejar a los machos más jóvenes. Es una criatura de hermoso andar que comunica valentía. El cuarto caso se trata de una persona. Es un rey. Este rey está pasando revista a su poderoso ejército. Su andar es confiado y gallardo. La imagen que nos comunica es de dignidad, de gracia, y también de valor a toda prueba. Parece que no hubiera nada que lo haga retroceder. Todas estas son observaciones de Agur, pero tienen una aplicación espiritual para el creyente. En cierto sentido el creyente se identifica con el león, con el ceñido de lomos, con el macho cabrío y con el rey. La característica común es la dignidad. El creyente ha sido hecho digno por estar en Cristo Jesús. Por tanto su andar debe ser también digno, su estilo de vida deber estar acorde con su dignidad. El creyente está seguro en Cristo. No debe tener temor de nadie. Finalmente en este capítulo, tenemos Proverbios 30: 32-33 donde dice: » Si neciamente has procurado enaltecerte, o si has pensado hacer mal, pon el dedo sobre tu boca. Ciertamente el que bate la leche sacará mantequilla, y el que recio se suena las narices sacará sangre; y el que provoca la ira causará contienda.» Luego de mostrar a lo largo de todo este capítulo la sabiduría divina, Agur termina su exposición con una recomendación por demás adecuada. Básicamente está diciendo: Si neciamente has permitido que el orgullo llene tu corazón y en consecuencia te has creído más sabio que el mismo Dios, ahora que conoces cuán sabio es Dios, lo prudente es que pongas el dedo sobre tu boca en actitud de arrepentimiento por haberte atrevido a contender contra Dios. De lo contrario estás en peligro de recibir la justa retribución por parte de Dios, porque así como cuando se bate la leche se saca mantequilla y así como cuando se suena muy fuerte las narices se saca sangre, también de seguro cosecharás la consecuencia de haber hecho airar a Dios. Al mirar nuestra propia vida, podremos identificar tantas veces que hemos altercado con Dios, tantas veces que hemos reclamado a Dios. Tantas veces que sinceramente hemos pensado que Dios se ha equivocado. Tantas veces que revestidos de orgullo hemos ignorado voluntariamente el consejo de Dios, pensando que nosotros somos más inteligentes que él. Señor, perdónanos por tanta ofensa a tu nombre. Queremos hacer lo que Agur recomienda. En arrepentimiento queremos poner el dedo sobre nuestra boca para callar ante la inescrutable sabiduría que procede de ti. Bendito seas ahora y siempre.
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