Cordiales saludos amable oyente. Sea bienvenido al estudio bíblico de hoy. En la continuación del estudio del Evangelio según Mateo, en la serie titulada: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores, en esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca de un ingrediente indispensable para la buena relación con otros creyentes.
Que grato es estar nuevamente con usted, amable oyente. Estoy seguro que Dios hablará a su corazón mediante su palabra. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo capítulo 18. En este capítulo Jesús presenta tres ingredientes indispensables para las buenas relaciones entre creyentes. Humildad, transparencia y perdón. En esta oportunidad vamos a tocar el tema de la humildad. Lo primero que notaremos es el incidente que motivó la enseñanza de Jesús sobre la humildad. Leo el texto en Mateo 18:1. La Biblia dice: En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?
En aquel tiempo, se refiere a todos los eventos que acontecieron entre Jesús y sus discípulos en Galilea. Entre ellos, el anuncio franco y abierto de Jesús en cuanto a que era necesario ir a Jerusalén, y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Pero este discurso de Jesús simplemente no cabía en la mente de sus discípulos. Les entraba por una oreja y les salía por la otra. Ciegos en su orgullo, todos los discípulos estaban vivamente interesados en saber quién de ellos será el mayor, el más importante, el más famoso, el más poderoso, en el reino de los cielos. Qué contraste: Mientras Jesús pensaba en su próxima muerte y resurrección, sus discípulos pensaban en su propio bienestar, en su propio interés, en los beneficios que podían sacar por estar junto a Jesús. Así es el hombre por naturaleza. Bien se ha dicho que cada uno de nosotros viene al mundo con un letrero colgado al cuello en el cual claramente se lee: Yo soy el más importante. Por eso es que nos afecta tanto cuando somos ignorados o pasados por alto. El problema básico de los discípulos de Jesús y también de cada uno de nosotros es el orgullo. Veamos como Jesús manejó este abrupto brote de orgullo en sus discípulos. Note lo que leemos en Mateo 18:2-3. La Biblia dice: Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
Qué maravilloso que es Jesús para enseñar. En esta oportunidad lo tenemos dando una lección objetiva. Llamando a un frágil e inocente niño, lo pone en medio de sus discípulos. Mientras los discípulos estaban tratando de descifrar lo que estaba pasando, Jesús abre su boca y dice esas memorables palabras: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. El niño es el mejor ejemplo de humildad. Humildad es no sentirse más que otro ni menos que otro. Humildad es simplemente no pensar en uno mismo sino en los demás. Sin humildad ni siquiera se puede entrar en el reino de los cielos. Esto no significa que para ser salvos primero tenemos que volvernos humildes. La salvación no resulta de volverse humilde. La salvación es por gracia por medio de la fe. Lo que significa es que todo salvo, por haber recibido a Cristo como Salvador, es transformado de tal manera que está en capacidad de manifestar humildad. Dando por sentado la presencia de la humildad en los que son parte del reino de los cielos, Jesús hace tres declaraciones contundentes sobre esto. La primera, el mayor en el reino de los cielos es cualquiera que se humilla. Note lo que dijo Jesús según Mateo 18:4. La Biblia dice: Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.
La manera de hacer las cosas por parte de Dios es a menudo muy distinta de la manera de hacer las cosas por parte del hombre. Para el hombre, los grandes son los que logran llegar a la cima usando a los demás como peldaños. Pero para Dios, los grandes son los que se humillan como un niño. La segunda declaración es que la verdadera humildad se manifiesta recibiendo a los que son humildes. Leo en Mateo 18:5. La Biblia dice: Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.
La humildad se manifiesta en recibir o aceptar a los que son humildes. El mundo desprecia a los humildes. Ser humilde es considerado como una debilidad por el mundo, porque el mundo admira y aprecia a los que se enseñorean de los demás, a los que someten y explotan a los demás. Interesante el punto de vista de Jesús en cuanto a este asunto. Jesús dijo que cualquiera que recibe o acepta en el nombre de Jesús a un humilde niño, en realidad está recibiendo a Jesús mismo. Pero por otro lado, cualquiera que rechaza o desprecia a un humilde niño, en realidad está rechazando a Jesús. Así que, cuidado amable oyente con rechazar a un niño, o generalizando, cuidado con rechazar o despreciar a una persona humilde. La tercera declaración de Jesús tiene que ver con el peligro de hacer tropezar a los humildes. Observe lo que dice Mateo 18:6-14. La Biblia dice: Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego. Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.
La idea de hacer tropezar, que aparece en este pasaje bíblico tiene que ver con inducir a pecar. Es tan serio que una persona haga tropezar o induzca a pecar a un pequeño que cree en Jesús, que Jesús dice que sería preferible que a esa persona le cuelguen al cuello una piedra de molino de asno, y la hundan en lo profundo del mar. La molienda del grano se llevaba a cabo triturándolo entre dos piedras, cada una de unos 45 centímetros de diámetro y unos 8 a 10 centímetros de espesor. La piedra superior era tan pesada que tenía que ser girada por un asno que caminaba alrededor del molino. Alguien que hace tropezar a un pequeño que cree en Jesús, está cometiendo algo tan grave que el castigo es quedar anclado en el lecho del mar a esa piedra de molino de asno. Terrible, ¿verdad? Los tropiezos son parte de la conducta típica del mundo. El mundo siempre va a despreciar y rechazar a los que son humildes. Jesús por tanto se lamenta y dice: ¡Ay del mundo por los tropiezos! Es inevitable que el mundo produzca una variedad de tropiezos para los humildes. Sin embargo, pobre de aquel que hace tropezar o induce a pecar a alguien que sincera y honestamente ha depositado su fe en Jesús. Ante la seriedad de esta advertencia, Jesús usa un lenguaje hiperbólico para ilustrar el hecho que se necesitan tomar medidas drásticas para evitar a cualquier precio ser de tropiezo para otro creyente. Jesús dice: Si lo que haces con tu mano o tu pie te hace desobedecer a Dios, mejor córtatelos y tíralos bien lejos. Es mejor vivir para siempre sin una mano o sin un pie, que ir al infierno con las dos manos y los dos pies. De la misma manera, si lo que ves con tu ojo te hace desobedecer a Dios, mejor sácalo y tíralo lejos. Es mejor vivir para siempre con un solo ojo, que ser echado al infierno con los dos ojos. Gran lección amado oyente. ¿Cómo están sus manos? ¿Están tocando o tomando lo que no deben? ¿Cómo están sus pies? ¿Están llevándolo a lugares que no honran a Dios y destruyen su testimonio y de esa manera está haciendo tropezar a otros? ¿Cómo están sus ojos? ¿Están viendo cosas que ensucian su mente y manchan su conciencia? Cuidado con hacer tropezar a aquellos que como niños confían ciegamente en Jesús. Jesús añade peso a su advertencia en contra de despreciar a los pequeños, a los que con la humildad de un niño se acercan a Dios, por medio de reconocer que a ellos los cuidan los ángeles más importantes de Dios. Qué maravilloso. Los creyentes no sólo tenemos un ángel guardián, sino tal vez una hueste de ángeles que se reportan directamente a Dios para dar cuenta del cuidado que tienen para nosotros. El mejor ejemplo de alguien recibiendo y cuidando a los humildes fue el mismo Jesús. Por eso Jesús dijo: Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. Jesús concluye esta sección con una parábola extraída del pastoreo de ovejas. Si un pastor de ovejas tiene cien ovejas y se pierde una, ¿no deja las 99 y va por los montes a buscar a la que se había perdido? Por supuesto que sí. Cuando la encuentra, experimenta un gozo muy especial. Tiene más gozo por la oveja extraviada que ha sido encontrada que por las 99 que no se extraviaron. De la misma manera, no es la voluntad del Padre que está en los cielos que se pierda uno de esos pequeños. Así que, amable oyente, usted que ya conoce a Dios por medio de Jesucristo, ¿Cómo está su vida espiritual? ¿Su testimonio? ¿No será que su conducta se ha deteriorado tanto que está siendo una piedra de tropiezo para muchos creyentes que apenas están comenzando a crecer hacia la madurez en Cristo? Si es así, este es el mejor momento para reconocer lo que esté mal en su vida, confesarlo a Dios como pecado y apartarse de esa mala conducta. Es lo mejor que puede hacer.
Leave a comment