Saludos cordiales amigo oyente. Bienvenido al estudio bíblico de hoy en la epístola de Pablo a los Filipenses. Filipenses es una carta de gozo, pero aun así, el gozo se ve amenazado por las acciones divisionistas que algunos creyentes manifiestan. Por eso Pablo pidió que los filipenses completen su gozo sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. La clave para sentir una misma cosa es humillación, porque las divisiones surgen cuando cada uno busca lo suyo, cuando cada uno pugna por hacer prevalecer su particular punto de vista sobre cierto asunto. Pero cuando entra la humildad, cada uno puede ceder su derecho a hacer lo que quiere para abrir paso a un consenso, buscando siempre el beneficio de los demás. Si uno quiere saber cómo actúa una persona humilde necesita de un ejemplo. El ejemplo que Pablo cita es el máximo ejemplo de humildad, el ejemplo de Jesucristo, el cual siendo en forma de Dios no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. El ejemplo es contundente. Note la trayectoria de humillación de Jesucristo. Siendo Dios se hizo hombre, como hombre se hizo siervo, como siervo fue a la más denigrante manera de morir, la cruz. Si todo hubiera quedado aquí hoy tendríamos un grandioso mártir, pero nada más que eso. Lo extraordinario es que después de su máxima humillación, Jesucristo experimentó lo que podríamos llamar su máxima exaltación y esto será el tema del estudio bíblico de hoy.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en la epístola de Pablo a los Filipenses, capitulo 2 versículos 9 a 11.
Este pasaje trata de la máxima exaltación de Jesucristo. Recuerde que esta máxima exaltación está ocurriendo después de su máxima humillación. Este es un principio bíblico muy importante. El camino a la exaltación es la humillación, 1ª Pedro 5:6 dice: «Humillaos, pues, bajo la poderosa, mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo»
El camino de la humillación es poco apetecido por el hombre. La mayoría de nosotros anhelamos la exaltación pero no queremos saber nada de la humillación. Sin humillación no hay exaltación y si Ud. piensa lo contrario, tenga mucho cuidado, porque una exaltación sin humillación es igual a caída inminente.
Proverbios 16:18 dice: «Antes del quebrantamiento es la soberbia, Y antes de la calda la altivez de espíritu»
Cristo Jesús fue humillado hasta lo sumo, no es extraño por tanto que después sea exaltado hasta lo sumo. Lo que notamos en Jesucristo, en primer lugar es la posición soberana que le pertenece. Filipenses 2:9 en su primera parte dice: «Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo»
Jesucristo se humilló a si mismo hasta lo sumo, en respuesta, o como una consecuencia. Dios le ha puesto en la posición soberana. Nadie esta en una posición más elevada que él. El fue exaltado hasta lo máximo que se puede ser exaltado.
Romanos 8:34 dice: «¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros»
La diestra de Dios, es la posición soberana, del Señor Jesucristo. ¿Qué implicaciones tiene esto para Ud. y para mi hoy en día? En realidad son muchas, pero entre las tantas permítanos citar esta. Si Cristo Jesús ocupa hoy en día una posición soberana, ¿para qué pensar que necesitamos de otros intermediarios o agentes para llegar a Dios?
El otro día hablé con una persona que estaba pasando por un gran problema. Luego de compartir conmigo algunos detalles del conflicto, me dijo que había puesto una vela al santo de su devoción y que por tanto esperaba que Dios le iba a ayudar a salir del problema. Esta persona quería ser oída por Dios mediante un intermediario distinto de Jesucristo.
Pero los que somos creyentes no tenemos para qué recurrir a otro intermediario porque tenemos a nuestra disposición a alguien que ha sido exaltado a lo sumo y desde allí, intercede por nosotros. El mismo ha dicho en su palabra: Y todo lo que pidieres al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidieres en mi nombre, yo lo haré.
La posición soberana de Cristo le permite hacer todo esto. El es el perfecto intercesor. El único que nos conduce al Padre. No hacen falta otros intercesores o intercesoras para poder ser oídos por Dios. La suma humillación de Jesucristo le ha conducido a tener una posición soberana, pero no solo a eso, en segundo lugar, le ha conducido a tener un nombre soberano.
La segunda parte de Filipenses 2:9 dice: «y le dio un nombre que es sobre todo nombre»
Es lógico que alguien que tiene una posición soberana tenga un nombre soberano, un nombre que está sobre todo nombre. ¿Sabe cuál es este nombre? El Señor. Señor es la versión griega del nombre hebreo Jehová del Antiguo Testamento. Haga Ud. estudio de los textos bíblicos del Antiguo Testamento que son citados en el Nuevo Testamento y notará que cada vez que en el Antiguo Testamento aparece el nombre Jehová, en el Nuevo Testamento aparece el nombre Señor. Pues Jehová o Señor es el nombre sobre todo nombre que Dios le dio a Jesucristo en su exaltación.
¿No es maravilloso? En su humillación, Jesucristo no buscó hacerse de un nombre grande, más bien su nombre fue el objeto de la burla y el escarnio, pero en su exaltación recibe lo que le pertenece, un nombre sobre todo nombre, un nombre soberano. El Señor. Como el Señor, el es todopoderoso, y todo suficiente. ¿Para qué preocupamos de los enemigos si él está en nosotros?
La suma humillación de Jesucristo le condujo a tener una posición soberana y un nombre soberano, pero no solo eso, en tercer lugar, le condujo a tener una autoridad soberana. Filipenses 2:10 dice: «para que en nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra»
La autoridad y el poder del nombre de Jesús es tal que toda rodilla se doblará delante de él.
Note que Pablo habla de tres grupos de personas que doblan sus rodillas ante la autoridad de Jesucristo. Los que están en los cielos se refiere a los creyentes que han muerto y están ya con él. Luego los que están en la tierra, se refiere a hombres y mujeres, creyentes e incrédulos que doblarán sus rodillas ante su augusta presencia cuando él se manifieste en su gloria en su segunda venida. Después están los de debajo de la tierra, esto se refiere a los que han muerto en sus pecados y están en su condenación eterna.
Interesante es pensar que todo ser humano, un día caerá de rodillas ante Jesucristo. Los que somos creyentes ya hemos caído de rodillas ante él reconociéndolo y recibiéndolo como nuestro Salvador y Señor y él con su amor y en su gracia nos ha levantado para tenernos con él.
Pero los que no creen en el, por ahora son arrogantes y se mofan de él, pero está cercano el día cuando caerán de rodillas ante él, solo para escuchar sus palabras fatídicas: Apartaos de mi malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles.
¿En cuál grupo esta Ud.? En el de los que ya han caído de rodillas ante él y por tanto son salvos, o en los que caerán de rodillas ante él para escuchar su sentencia al fuego eterno. La decisión es suya amigo oyente. La suma humillación de Jesucristo le condujo a tener una posición soberana, un nombre soberano y autoridad soberana.
Por último, en cuarto lugar, la humillación de Jesucristo le condujo a tener un honor soberano. Filipenses 2:11 dice: «y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre»
Confesar significa estar de acuerdo. Un día, toda lengua estará de acuerdo que Jesucristo es el Señor, el soberano, el amo, el dueño, Jehová. Todo será para gloria de Dios Padre. Piense en tanta gente que hoy desprecia y deshonra a Cristo Jesús, algún día quedarán asombrados cuando le vean viniendo en su gloria y dirán: Cuan necios fuimos al no confesar su nombre, pero será demasiado tarde para ellos, la confesión de su nombre será seguida por el reproche por su incredulidad mientras tuvieron la oportunidad de recibirlo como Salvador y Señor y no lo hicieron.
Si Ud. quiere ser salvo, hoy mismo confiese a Cristo como su Salvador y Señor, si no lo hace, igual tendrá que confesarlo algún día, pero ya no le servirá para alcanzar la salvación. No es cuestión de ver para creer sino de creer para, ver.
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