Qué bendición es saludarle, amiga, amigo oyente. Soy David Araya dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para mostrarnos a Jesús intercediendo por sus discípulos, quienes estaban atravesando por una difícil prueba.
Gracias David, y gracias a usted amable oyente por su sintonía. Una de las áreas más difíciles de manejar en la vida cristiana son las pruebas. En el estudio bíblico de hoy vamos a ver a los discípulos de Jesús en una gran prueba y de ellos vamos a aprender lecciones preciosas para nuestra vida. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo 14:22-36. Lo primero que notamos es el antecedente de la prueba. Permítame leer los versículos 22 y 23 de Mateo 14. La Biblia dice: En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.
Jesús acababa de hacer el milagro de la multiplicación, en el cual, partiendo de cinco panes de cebada y dos pececillos, alimentó a una multitud tan numerosa que solamente los hombres eran cinco mil. Luego de recoger lo que sobró, nada más y nada menos que doce cestas llenas, Jesús dio instrucciones a sus discípulos para que entren en la barca y se adelanten hacia la otra rivera del mar de Galilea. Mientras tanto, Jesús se encargó de despedir a la multitud. Una vez que despidió a la multitud, Jesús subió al monte a orar aparte. La noche sorprendió a Jesús sólo en aquel monte, en íntima comunión con su Padre celestial. Que cuadro tan sobrecogedor debió haber sido aquel. Pero desde aquí ya podemos ir aprendiendo cosas importantes para nuestra vida. Los discípulos deben haber quedado maravillados al ver el poder de Jesús durante el milagro de la multiplicación. Pero había llegado el momento para ver el poder de Jesús en algo mucho más personal, en algo en lo cual la vida de ellos estaba en juego. Por otro lado, Jesús sabía perfectamente que los discípulos estaban por enfrentar una gran prueba en el mar de Galilea, por cuanto él es Dios y posee conocimiento anticipado del futuro. Pero aún sabiéndolo, mandó a sus discípulos que entren en la barca y naveguen mar adentro hacia la otra ribera. ¿Sabe una cosa amigo oyente? Las pruebas que enfrentamos no son accidentes que nos suceden. Son situaciones planificadas por Dios y Dios se encarga de que sucedan, porque Dios sabe que necesitamos pasar por esas pruebas. Pero por otro lado, ¿Qué es lo que estaba haciendo Jesús mientras los discípulos estaban en la prueba? El texto leído dice que Jesús estaba solo en un monte, orando a su Padre celestial. El texto no nos dice qué es lo que Jesús decía en su oración, pero me atrevo a pensar que Jesús estaba pidiendo a su Padre que fortalezca a esos discípulos que estaban en la prueba. Qué consuelo es saber que mientras estamos en cualquier prueba, Jesús intercede por nosotros en oración. Esto debería ser un fuerte consuelo para todos los que pasamos por gran aflicción. No desmaye en la hora de la prueba amable oyente, Dios diseñó esa prueba porque es para su bien, y Jesús, nuestro Salvador, está intercediendo por Usted ante Dios. En segundo lugar, en el pasaje bíblico que estamos estudiando encontramos la naturaleza de la prueba. Voy a leer el versículo 24 de Mateo 14. La Biblia dice: Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario.
Por la situación geográfica del mar de Galilea, las tormentas son frecuentes e intempestivas. Mientras Jesús estaba orando bajo las sombras de la noche en el monte, los discípulos estaban enfrentando a las olas embravecidas en el mar. Mateo hace notar que el viento era contrario. Este cuadro se repite cada vez que enfrentamos el fuerte oleaje de las pruebas. Puede ser que en este mismo instante, Usted esté ante los vientos contrarios de las pruebas, a lo mejor una enfermedad incurable en usted o alguno de los suyos, o tal vez un hijo o una hija rebelde que no quiere saber nada del Señor, o tal vez un esposo que le ha clavado por la espalda el puñal de la traición, o un negocio que prometía tanto y se vino al suelo. Cualquier cosa que usted no lo buscó sino que simplemente apareció. Yo sé que es difícil, pero sé también que Jesús está intercediendo por usted este mismo instante para que usted salga victorioso de la prueba. En tercer lugar encontramos la presencia personal de Jesús en la prueba. Note lo que tenemos en Mateo 14:25-27. La Biblia dice: Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
Los judíos dividían a la noche en cuatro vigilias de tres horas de duración cada una. De manera que la cuarta vigilia de la noche sería entre las tres de la madrugada y las seis de la mañana. Esto significa que Jesús debe haber estado orando a solas no menos de nueve horas, y ciertamente, los discípulos deben haber estado luchando contra la tormenta por al menos nueve horas. Dios sabe hasta cuando podemos y hasta cuanto podemos soportar y no siempre nos va a sacar de las pruebas cuando nosotros queremos sino cuando él sabe que debe hacerlo. Así que, entre las tres de la madrugada y las seis de la mañana, Jesús vino a sus discípulos andando sobre el mar. Esto me fascina. Jesús tiene el poder de andar sobre un mar embravecido que estaba a punto de ahogar a un puñado de temerosos discípulos. Hoy en día también, por decirlo así, Jesús anda por encima de esos problemas o pruebas que tanto nos afligen. Él sabe lo que está haciendo, él jamás ha perdido el control. Mateo prosigue diciendo que viéndole los discípulos andar sobre el mar, se turbaron, o tuvieron miedo y llegaron a la conclusión absurda de que se trataba de un fantasma. Estaban tan asustados que se pusieron a gritar. Como si las olas del mar y el viento contrario no fueran suficientes, ¡ahora les venía a visitar un fantasma! ¿Sabe una cosa amable oyente? Cuando nuestra mirada está en los problemas, en lo difícil de la prueba, no podemos distinguir a Jesús con claridad. Tal vez no lo confundamos con un fantasma como lo hicieron los discípulos, pero nosotros hacemos algo peor, lo ignoramos y no nos damos cuenta que Jesús está presente para ayudarnos. Pero que maravilloso que Jesús interviene en medio de la confusión y el miedo de sus discípulos y les habló diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Jesús está diciendo lo mismo a cada uno de nosotros en nuestras pruebas y dificultades. Así que, ánimo, no desmaye, no baje los brazos, siga adelante, Jesús, el YO SOY, está muy cerca de usted para consolar, para llevar la carga que tanto le agobia y sobre todo para tomarle de la mano y llevarle a la puerta de salida de la prueba. Eso fue lo que hizo son sus discípulos. Pero antes de eso, Jesús tenía que enseñar una lección especial a Pedro y por medio de él a cada uno de nosotros. En cuarto lugar, veamos la lección de la prueba. Voy a leer el pasaje bíblico en Mateo 14:28-31. La Biblia dice: Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Típico en Pedro, toma la palabra y dice a Jesús: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Al llamar a Jesús, Señor, Pedro está reconociendo la divinidad de Jesús. Como tal, Pedro reconoció que Jesús tiene todo el poder para hacer que Pedro también camine sobre las aguas. La respuesta de Jesús fue sencilla. Una sola palabra: Ven. Cuando pedro descendió de la barca, dio el gran salto de fe. Jesús honró esa conducta de Pedro y permitió que Pedro desafíe la ley de la gravedad y camine sobre las aguas para acercarse a Jesús. Dios siempre premia con creces la fe en él, amable oyente. Pero antes que Pedro llegue a donde estaba Jesús, el texto dice que Pedro puso sus ojos sobre el fuerte viento y eso le hizo tener miedo e inmediatamente comenzó a hundirse. Qué interesante. Mientras la mirada de Pedro estaba sobre Jesús, podía caminar sobre las aguas, pero tan pronto quitó la mirada de sobre Jesús y la puso en el fuerte viento o en las enormes olas, instantáneamente comenzó a hundirse. Gran lección para nosotros amable oyente. Si ponemos la mirada en lo complicado del problema, en lo difícil de la prueba comenzaremos a hundirnos en la angustia y la desesperación, pero si nuestra mirada está en Jesús, podremos caminar erguidos por encima de la angustia y la desesperación. Mientras se hundía, Pedro clamó a gran voz: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús extendiendo la mano, asió de él y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? La poca fe se manifiesta en poner la mirada en los problemas y no en la persona de Jesús. Si la fe de Pedro fue poca, mucho menos fue la fe de los otros once discípulos que se quedaron en la barca. Ellos ni siquiera se atrevieron a descender de la barca. Que Dios nos ayude a tener al menos la fe de Pedro, aunque Jesús reconoció que era poca y que por tanto tenía que crecer. En quinto lugar tenemos la salida de la prueba. Ponga atención a lo que dice Mateo 14:32. La Biblia dice: Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento.
Cuando los discípulos aprendieron la lección de confiar en Jesús, él mismo se encargó de que cese la tormenta. La prueba había terminado para ellos. Igual es con nosotros. Cuando aprendamos la lección que Dios quiere enseñarnos por medio de la prueba, él mismo se encargará de sacarnos de la prueba. Finalmente, en sexto lugar tenemos el epílogo de la prueba. Leo en Mateo 14:33-36. La Biblia dice: Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios. Y terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret. Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos; y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos.
Lo sucedido fue suficiente para que los discípulos ratifiquen la divinidad de Jesús y en consecuencia le adoren. La travesía terminó en Genesaret. Allí le esperaba un comité de bienvenida formado principalmente por enfermos a quienes Jesús sanó con tan solo tocar el borde de su manto.
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